Luego del fragor electoral de 2011, y superados los roces con el candidato local, por fin la presidenta iba a llegar a Rosario —mañana lunes 27- en plan distendido. Y celebratorio. La bandera, los 200 años, la emoción, Belgrano. Una fiesta popular. Pero el diablo metió la cola. Y por una causa inesperada y ajena al vínculo con la ciudad, y con la provincia de Santa Fe, Cristina Fernández volverá a mostrarse ante el país, desde Rosario, en un clima político tensionado. Un choque de trenes, 51 muertos en plena Capital Federal, han sacudido la política de transporte del gobierno, hasta hacerla tambalear.
Como en la vida, también en política, hoy se recoge la siembra de ayer. La catástrofe de Once, que está siendo investigada por la Justicia y que pronto arrojará un diagnóstico más o menos definitivo sobre las causas del accidente, ya plantó, adicionalmente, unas consecuencias políticas que ningún informe de peritos judiciales podrá reparar. El daño político es grande, fue consumado, y va directo al pasivo del Gobierno nacional.
La política de transporte ferroviario, y terrestre, del kirchnerismo, durante casi nueve años, parece de otro gobierno. El mismo elenco que, entre otros logros, cambió la Corte Suprema de Justicia, derogó las leyes de impunidad, enjuició genocidas, reestatizó las AFJP, bajó la desocupación del 22 al 7 por ciento, reestableció derechos a los trabajadores como nadie lo hizo en los últimos 50 años, a la vez, se sacó cero en la construcción de vías férreas nuevas.
Todavía se recuerda la iniciativa frustrada del Tren de Alta Velocidad (Tabe), conocido como "Tren Bala", que con algo de imprudencia se anunció para alegría de rosarinos y cordobeses. Y que la crisis interna, y externa, de 2008, terminó por devorarse.
También la ejecución de obras viales, y de viviendas, entran en el rubro deficitario del kirchnerismo. Aunque en estos casos sí podría caber la definición "sintonía fina", con que la presidenta busca transitar su segundo mandato. No es el caso ferroviario, donde no se observa sintonía de ningún tipo.
"Estaba madurando una idea de encarar cambios en el sistema ferroviario, de concesiones, pero este golpe alteró todo, y obliga a profundizar el cambio, y a salir para adelante con las mejores ideas", contó a este cronista un hombre de la cada vez más influyente "La Cámpora", que además es diputado nacional.
Como sea, la lógica que aplicó la Casa Rosada de sumar parche tras parche a un sistema estructuralmente obsoleto desde hace décadas, y todo a través de subsidios —que aunque loable en los primos años pos crisis 2002- terminó por desnaturalizar el vínculo con los concesionarios TBA (Trenes de Buenos Aires). Abriendo obvias sospechas, además, acerca de la transparencia en esos vínculos.
El sistema ferroviario que moviliza a millones, diariamente, en el área metropolitana de Buenos Aires, funciona, en promedio, entre igual y un poco peor que hace 30 años. Con el agravante que, desde la década del 80, a la actualidad, un 30 por ciento más de argentinos lo requieren.
Con todo, el verdadero crimen ferroviario de la Argentina se visualiza con más crudeza fuera del área del Gran Buenos Aires. ¿O hay una realidad ferroviaria más insólita en la Argentina que la que viven los rosarinos? Que gozaron durante casi medio siglo pasado (desde 1930 hasta Martínez de Hoz y Videla), de un ferrocarril que movilizaba cerca de mil pasajeros por día a Retiro, en puntuales cuatro horas y quince minutos, saliendo desde la misma Estación Rosario Norte donde, todavía, penosamente, pasan algunos trenes de TBA, en días salteados. Que, si todo va bien, en siete horas, depositan al pasajero en la mítica estación Retiro de Buenos Aires.
Con sólo ver los primeros pasos —impecables- del fiscal Federico Delgado (juez Claudio Bonadío) a cargo de la investigación del accidente de Once, puede inferirse que la concesionaria TBA quedará al borde del nocaut, más temprano que tarde. Delgado escribió el viernes pasado: "La fiscalía sugiere al tribunal que obtenga la documentación pertinente a efectos de determinar con la ayuda de peritos contadores, el dinero ingresado a la concesionaria del servicio en concepto de subsidios para el servicio y la aplicación real de ese dinero".
Delgado recordó, además, que informes de "la Auditoría General de la Nación resaltan la existencia de significativas irregularidades que deberían haber sido subsanadas por el concesionario".
Se suman, contra TBA, las primeras declaraciones del maquinista, que fue lapidario: "Mme fallaron los frenos", dijo el ferroviario Marcos Antonio Córdoba.
La estrategia de la Casa Rosada, todo indica, es dejar en evidencia a TBA, cargarlo de la responsabilidad y recién luego sacarlo del juego. Con el menor costo económico y político posible.
La pregunta que sigue sin respuesta en Balcarce 50 es, sacamos a TBA, ¿a quién ponemos?
Los trenes del Gran Buenos Aires mueven millones de personas. No hay tiempo de probar, improvisar, ni correr el riesgo de que el sistema se interrumpa. Ni por un día.
Se sabe, un carro viejo, y lleno de mañas, no lo maneja cualquiera. Y aun si la Rosada diera un volantazo, cambiara al funcionario del área, Juan Pablo Schiavi, y refundara una política de transporte con otro paradigma, otro marco jurídico y otras inversiones, ningún resultado podría palparse en un tiempo menor a cinco o diez años.
"Si hubiera sido un día feriado habríamos tenido menos víctimas", conjeturó Schiavi, secretario de Transporte. El hombre que hizo carrera en el gobierno de Carlos Grosso, en la Capital Federal, luego fue orgánico del menemismo, luego macrista, y finalmente convertido al kirchnerismo de la mano de Julio de Vido, su actual jefe político, le agregó su cuota de patetismo a una semana luctuosa.
Un funcionario con llegada al colaborador más directo de la presidenta, asegura que no hay ningún ánimo de reestatización de los ferrocarriles en CFK. El kirchnerismo ya demostró que no se pliega a ningún esquema ideológico rígido, menos CFK. "Ella tratará de mostrar un cambio fuerte, pero antes de sacarle la concesión a TBA, tratará de rodearlos, jaquearlos jurídicamente, y ganar tiempo", explicó.
Al cabo, la pregunta es cómo seguir, y todavía más complejo aún, ¿podrá Julio De Vido permanecer en el puesto si se pone en marcha una "nueva" política, más ligada al pensamiento de los jóvenes de "La Campora"?