Los rosarinos atravesaron otra semana de furia y lamentablemente las postales ya son casi cotidianas. Multitudinarias marchas exigiendo justicia, padres que se abrazan sin consuelo tras haber perdido hijos en manos de delincuentes, vecinos arrasando ellos mismos un búnker de drogas y murallas que aparecen como método de contención de una ola delictiva que, evidentemente, el gobierno provincial no puede controlar.
En tan sólo cinco días, esta semana en Rosario murieron cuatro personas. Dos en ocasión de robo y otras dos en medio de una balacera, presuntamente entre bandas delictivas. Con estas muertes ya suman 132 homicidios dolosos ocurridos en los 233 días que transcurren del 2016.
En el medio se desató una crisis en la cúpula policial y en tan sólo ocho meses de gobierno, la provincia ya tuvo tres jefes de Policía.
Sin dudas la inseguridad es el peor flagelo que está azotando a los rosarinos. A tal punto, que cuatro años atrás el municipio tuvo que dejar de mirar en este tema hacia otros niveles del Estado e involucrarse.
En el Concejo, en tanto, se creó la comisión de Seguridad, un ámbito en el que todos los lunes se escuchan los lamentos y reclamos de vecinos. Fue allí donde los padres de los chicos que practican fútbol en el club Defensores de América, de Casino Casas y Washington, pidieron que les construyan una muralla alrededor de la cancha para proteger a los pibes de los balazos de bandas antagónicas del barrio. Los proyectiles habían herido a dos. El municipio comenzó hace 15 días a levantar ese muro.
Lo mismo pretende hacer la provincia en el acceso a la autopista en un intento por frenar los robos a automovilistas, que se repiten a pesar de que en el lugar hay móviles policiales.
La instalación de murallas, algo así como lo que se hacía en las ciudades del medioevo, no es la idea que más seduce a los funcionarios socialistas. No obstante, son conscientes de que en el corto plazo algo tienen que hacer para solucionar, al menos, esos dos problemas puntuales. El tiempo de los discursos retóricos y análisis catedráticos sobre la inseguridad ya expiró. La sociedad demanda acciones concretas.
Los paredones le vinieron como anillo al dedo a la oposición, conocedora de que al socialismo no hay nada que le moleste más que lo corran por izquierda. Así llegaron los discursos que hablaron de "tapar la realidad", generar "más exclusión" y "no abordar la problemática de fondo".
Lo curioso fue que una de las críticas más mordaces llegó desde el propio Frente Progresista. Fue la radical María Eugenia Schmuck, quien remarcó que "un gobierno progresista no puede plantear que la solución a los robos sea un muro de exclusión. La salida no es la exclusión o el ocultamiento del problema", disparó.
Cuesta creer que sus socios políticos quieran ocultar el problema. De hecho se han puesto en marcha distintos programas que tienen por objetivo la inclusión de los jóvenes. Es más, es curioso que alguien como Schmuck, a quien Miguel Lifschitz llevó a la Municipalidad en 2003 y transitó hasta 2012 ( cuando asumió como concejala) por distintos cargos, entre ellos la Dirección General de Promoción Económica, desconozca lo que realizan sus socios en materia de empleo y desarrollo social.
Obviamente que en la coyuntura eso no alcanza. Los rosarinos están cansados y la vida vale cada vez menos en esta ciudad donde se han resquebrajado todos los valores.
Las políticas sociales tienen resultados a largo plazo. Pero en el mientras tanto, hay medidas que pueden resultar antipáticas pero que deben tomarse. ¿O acaso hay que dejar que sigan los robos en la autopista porque una muralla estigmatiza a los vecinos de los barrios ubicados a la vera de la ruta?
Sin dudas el gobierno no encuentra el modo de combatir la inseguridad, que ubica a esta provincia como la que tiene la tasa de homicidios dolosos e intencionales más alta del país.
Tampoco se ve una reacción enérgica de la intendenta y el gobernador exigiendo más fuerzas federales en la ciudad. Pero decir que "el problema se oculta" es cuanto menos sacar rédito político de un tema muy sensible.