Berlín.— Adolf Hitler y el nazismo son temas que nunca han dejado de tener
actualidad en Alemania, ni siquiera en nuestros días, más de seis décadas después del fin de la
Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, hasta ahora ninguna exposición se había centrado en el papel
que ejerció en esa historia el pueblo alemán.
"Sobre Hitler aún no se ha dicho todo", reiteran los curadores de la exposición
"Hitler y los alemanes. Comunidad y crímenes", que puede visitarse en el Museo de Historia de
Berlín. Más que una biografía del dictador, esta exposición es una historia de la sociedad que lo
empujó al poder y que se autocondenó de esta manera a sufrir las consecuencias el resto de su
historia.
El tema se aborda desde una novedosa doble perspectiva: el papel de Hitler y su
dictadura "desde arriba", y la complicidad y vinculación de la sociedad "desde abajo".
Así, se analizan con detenimiento las condiciones políticas y sociales de la
época y la actitud y actuación de los alemanes que apoyaron a Hitler, en un intento de romper
tabúes y descifrar por qué el dictador ejerció tanto poder de fascinación sobre ellos.
La gran obsesión. En todos los apartados de la muestra se intenta dar respuesta
a la misma pregunta: ¿cómo fue posible que el régimen nazi, con Hitler en el poder
—responsable de la guerra, los crímenes y el genocidio—, siguiera gozando hasta el
final de una amplia aceptación entre la sociedad alemana?
Para describir esa complicidad, la exposición examina toda la vida política de
Hitler, desde el fallido golpe de Estado que llevó a cabo en 1923, pasando por su subida al poder
en 1933, la formación del Estado que diseñó y de la sociedad que lo pobló, la dura persecución de
todos los grupos que no tenían cabida en el "Reich", la guerra de exterminio y el país que
dejó.
En todos esos apartados se vincula directamente al pueblo alemán, “que en
todo momento vio con sus ojos cómo se cometían los crímenes. Nada se hizo secretamente”,
recalcó ayer Hans-Ulrich Thamer, uno de los tres curadores de la exposición.
Tiempos de propaganda. Los alemanes fueron testigos presenciales de la formación de guetos, de
la creación de campos de concentración y exterminio, de la destrucción de sinagogas, del asesinato
de civiles en las calles y de la ocupación de Europa del Este, según se expone en la muestra, en la
que puede verse, por ejemplo, un cartel propagandístico que ilustra cómo se degradaría la sociedad
alemana a largo plazo si dos disminuidos tuvieran cuatro hijos y una pareja no disminuida diera a
luz dos.
Esa propaganda mostraba el poder de atracción de Hitler y su carisma,
pero no el potencial de violencia y fanatismo que se derivaba necesariamente de él. “Aquí no
hacemos un héroe de Hitler”, recalcó otra de las curadoras, Simone Erpel. “En la
exposición se trata el tema desde una distancia crítica”, agregó.
Ejemplo de esto es que uno de los pocos objetos pertenecientes al
dictador, un escritorio que se encontraba en la Cancillería que él ocupó y que hasta ahora nunca se
mostró al público, se expone en un lugar relativamente escondido, sin protagonismo.
Nada para idolatrar. A excepción de ese mueble, no hay ningún objeto real que pueda llevar a
idolatrar al dictador o que pueda servir de cebo a neonazis. Ninguno de los 32 uniformes mostrados
son originales, todos se encargaron a empresas textiles especializadas.
En la exposición se exhiben más de 600 objetos, entre ellos 400
fotografías. Se destacan las numerosas ediciones de “Mein Kampf” (Mi lucha) —una
de ellas incluso en español— y obras de arte contemporáneo que tienen a Hitler como elemento
de inspiración. Con todo ello se intenta arrojar luz sobre un tema que en Alemania forma parte de
la vida política y cultural y ocupa a todas las generaciones, desde la infancia hasta la edad
adulta.
“Con Hitler no hemos terminado de ninguna manera”, se lee en
uno de los últimos carteles de la exposición, en el que se lamenta que, durante décadas, los
alemanes guardaran silencio para pasar capítulo y sólo responsabilizaran de lo sucedido a Hitler y
a los más altos jerarcas nazis, en vez de al común de la sociedad. l (DPA)