Cuando se habla de la confiabilidad del Indec, las decisiones de cambiar indicadores sin aviso por parte del organismo estatal lejos están de fomentar la transparencia y ayudar a disipar el manto de dudas que generan desde hace años sus mediciones. Ocurre que el Indec lo hizo de nuevo y cambió un indicador clave de la economía, como el Estimador Mensual Industrial (EMI). En un primer momento había reportado un 0,3 por ciento de retroceso interanual para mayo en la medición sin estacionalidad, lo que significada 21 meses consecutivos de retroceso. Pero semanas más tarde, trocó ese 0,3% en baja por un 0,4% en alza, lo que representaba un quiebre en la seguidilla de caídas consecutivas. La supuesta noticia, lógicamente, no se vio reflejada en los medios de prensa después de esa corrección en silencio y el “anuncio que no fue” registró este miércoles su episodio II cuando el organismo estatal reportó efectivamente una mejora interanual del 0,3% en la medición desestacionalizada, lo que en teoría echa por tierra 23 meses consecutivos de retroceso del EMI, si no fuera por aquel retoque “sottovoce”. Ni antes ni ahora quedará entonces reflejado a ciencia cierta que la producción industrial logró quebrar más de una veintena de meses consecutivos en baja. A todas luces, una buena noticia que al gobierno en general y al Indec en particular seguramente le habría gustado dar.
El “gigoló” que ya cansa