Para la profesora Graciela Rabajoli es sustancial el cambio de paradigma que implica la llegada de las máquinas a las aulas. Ahora “es el alumno que aprende y el docente que guía”, dice. Y destaca que pueden hacer un seguimiento del uso de las computadoras no sólo en la escuela, sino también en los hogares, ya que son “un país muy chico, con una gran red de apoyo y donde hay una gran solidaridad de parte del pueblo”.
—¿Qué sucede con la resistencia a la incorporación de nuevas tecnologías?
—Todo adulto tiene resistencia al cambio, sea cual sea. Y los latinoamericanos más especialmente. En realidad tuvimos resistencia en primaria al principio. Aún la tenemos, si bien pasó de ser una política de gobierno a ser una política de Estado, porque todos los partidos políticos se involucraron en la misma, aceptaron y apoyan el plan, no quiere decir que la sociedad civil tenga la obligación de aceptar todo. Quizás deberíamos haber formado a los docentes antes de entregar las máquinas, por ejemplo. En realidad esta es una innovación educativa. Y los estudios en innovaciones educativas en el mundo establecen que hay gente que han estado 10 años preparando una innovación y un trabajo y cuando lo va a implementar ya perdió vigencia. Y esto pasa hoy con la tecnología. Cuando hicimos el proyecto educativo de Ceibal, como nuestros docentes están muy bien preparados, nos pareció que no era conveniente darles recetas. Les dimos un gran titular que es aprender en red, en la red y con las aplicaciones. Y en ese orden. En red quiere decir colaborativamente. Y dijimos aprender, no enseñar. No es lo mismo. Hay un cambio de paradigma. Es el alumno el que aprende y el docente el que guía, facilita y plantea experiencias de aprendizaje. No enseña, guía.
—Si está planteado como una innovación educativa pero además como una alternativa que apunta a lo social, seguramente habrán sacado otras conclusiones o detectado aspectos relacionados con estos aspectos.
—A través de las computadoras detectamos cosas sociales muy interesantes, como por ejemplo que había niños que estaban indocumentados. O que a través de una rotura importante de una máquina en la casa de ese chico puede haber un problema de índole social, donde hay valores que están quebrados. Y nuestra función es tratar por cualquier medio de restituir el entramado social y de levantar esa gente hacia otros niveles de desarrollo. Es que Ceibal es, en definitiva, un plan social. Hay un movimiento dentro del plan Ceibal que se encarga de ir a los asentamientos, de poner antenas wi-fi, de darles clases a los padres para que sepan usar las computadoras y se den cuenta de la importancia que tiene ésta para el niño. Lo podemos hacer porque somos un país chico, tenemos una gran red de apoyo y hay una gran solidaridad de parte del pueblo.
—¿Cuál es el balance de la experiencia con el Plan Ceibal?
—Es difícil que pueda calificar objetivamente algo de lo que soy parte. Pero pienso que logramos darles oportunidades a chicos que no las hubieran tenido de otra manera. Creo que este es un plan de inclusión que le permitió a mucha gente llegar a tener una computadora en su casa. Tenemos muchas experiencias de padres que han logrado constituir pequeñas empresas. Está el caso de un padre que vendía hongos en la ruta y a partir de la computadora de su hijo y su conexión con la escuela logró vender al exterior. Se conectó con los vecinos y formaron una cooperativa. Tenemos experiencias de gente que ha conseguido trabajo a través de las computadoras. Gente que está estudiado en el interior a través de ellas.