Desde el viernes a la noche, millones de latinoamericanos, entre los que me encuentro, nos sentimos huérfanos. Falleció Fidel Castro. El líder cubano ocupó nuestra vida política por más de 50 años. A principios de la década del 60 recuerdo mis encuentros con el gringo Lisandro Viale, cuando escuchábamos en su casa los discursos de Fidel por la onda corta de Radio Habana. El destino ha querido, que personalmente cumpla 27 años como corresponsal de esa misma emisora, en la que disfrutábamos del arte oratorio de Fidel. Porque los discursos de Fidel, junto a la precisión de sus conceptos políticos, eran verdaderas obras de arte para la comunicación con el pueblo.
Asi nacieron conceptos como "Patria o muerte", en ocasión de la ceremonia fúnebre en la que se rindió homenaje, en las puertas del cementerio de Colón, a los muertos del atentado de la CIA al vapor La Coubre. Ese día Fidel pronunció su famosa frase.
Fidel falleció a los 90 años , sorteando a lo largo de su vida todo tipo de riesgos y peligros. Cuando aun no había cumplido 27 años organizó y condujo el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. El intento fracasó y Fidel pronunció su famoso alegato "La historia me absolverá". En esa defensa Fidel enunció un postulado esencial de su vida revolucionaria. Preguntado sobre quien fue el autor intelectual del asalto, su respuesta fue firme y sin vacilar: "Fue José Martí". En cada uno de sus actos demostró convicciones sólidas y firmeza revolucionaria. Visto a la distancia su vida tuvo algo de Quijote, con una aclaración: sus enemigos nunca fueron molinos de viento.
Desde México organizó la invasión guerrillera a Cuba. Fue un trabajo azaroso y no exento de riesgos. El viaje fue peligroso, el desembarco, un desastre. El Che, con su fina ironía, aseguró que más que un desembarco, lo del Granma fue un naufragio. Anécdotas de los primeros años de la lucha guerrillera tengo testimonios directos.
A Fidel lo conocí personalmente en febrero de 1981 en Moscú. Yo cubría las sesiones del XXVI Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética y Fidel, que concurría como invitado, pasó a saludar a las delegaciones extranjeras y a un núcleo de periodistas latinoamericanos. El impacto de su figura, con ropa militar y las estrellas de comandante en los hombros, le otorgaban un aspecto imponente. No me avergüenza decir que me emocioné al estrecharle la mano. Era el primer contacto personal con alguien a quien admiraba desde hacía más de 20 años.
En 1982 durante la guerra de Malvinas, Fidel presidía el Movimiento de No Alineados, desde donde llegaron los apoyos más firmes a la posición Argentina. Se hizo una reunión en La Habana donde Cuba debió extremar su habilidad política para poder apoyar el legítimo reclamo argentino, en el marco de una dictadura militar que incluso había secuestrado a dos diplomáticos cubanos. Pero una vez más, la solidaridad latinoamericana impulsada por Cuba definió el contenido de la reunión.
A partir de ese momento me tracé el objetivo de conseguir una entrevista con Fidel. La posibilidad se me abría en marzo de 1983 en la VII Cumbre de No Alineados, a realizarse en Nueva Delhi. Inventé una pequeña triquiñuela que hoy puedo confesar. Cursé un pedido de entrevista al embajador cubano en Moscú y mi pedido fue avalado por Athos Fava, secretario del Partido Comunista de Argentina, quien fundamentó la importancia de un reportaje a Fidel para hablar sobre Malvinas. El embajador cubano no me aseguró nada, pero me sugirió que la India ofrecía una oportunidad. Me fui a la India. Como era previsible, Fidel no me recibió. Pero eso no me hizo bajar los brazos.
En 1985 , ya de regreso a la Argentina, recibí una invitación para participar en un seminario sobre la deuda externa latinoamericana. Una nueva frustración. Fidel dio un conferencia de prensa conjunta, pero no concedió entrevistas individuales. Pasaron varios años, y yo no archivaba mi objetivo. Lo reavivé en noviembre de 1999 durante la Cumbre de Iberoamérica realizada en La Habana . Al final de las sesiones, Fidel estuvo muy locuaz con un grupo reducido de periodistas , pero yo buscaba otra cosa. No sabía que llegaría dos años después. En septiembre de 2001, apenas se reabrieron los aeropuertos después del atentado a las Torres Gemelas, viajé a Washington para cubrir las consecuencias del ataque terrorista. En esos días me llegó una invitación para viajar a La Habana en octubre, a un seminario periodístico. Casi sin escalas volé de Washington a Cuba. Llegamos al aeropuerto de La Habana y de allí fuimos directamente a la Plaza de la Revolución, donde Fidel rendía homenaje a las víctimas cubanas del terrorismo, al tiempo que repudiaba el ataque a la Torres Gemelas. Se cumplían 25 años del atentado en Barbados a un avión cubano que trasladaba jóvenes deportistas.
La custodia nos dejó acercar al atril, desde el cual hablaba Fidel. En la delegación argentina estaban Miguel Bonasso y Quique Pesoa. Desde México, había llegado otro argentino José Steinleger. Las conversaciones de sobremesa giraban alrededor de la situación en Latinoamérica, los atentados en Estados Unidos y la inminencia de una invasión a Afganistán, que finalmente se produjo en esos días. A nadie le confiaba mi secreto. Estaba decidido a lograr una entrevista con Fidel, sin solicitarla previamente. Sabía que era difícil. Llevaba casi 20 años en el intento. Faltaría a la verdad si dijese que planifiqué lo que finalmente sucedió. Fidel estaba sentado frente a nosotros, en un escritorio sobre una pequeña tarima. No había una separación material, solo un pequeño espacio.Después de dos horas de deliberaciones hicimos un pequeño descanso. Fidel salió también del recinto y fue rodeado inmediatamente por cientos de periodistas. Fidel estaba locuaz. Habló del ex ministro Gelbard. Lo ubicó como un afiliado comunista que ayudó a Cuba. Fidel tenía ganas de hablar. Era un dato importante. Era el 8 de octubre de 2001. Un aniversario del asesinato del Che. Fidel volvió caminando rodeado de sus custodios y dirigentes de la Unión de Periodistas de Cuba. Yo iba caminando paralelo a Fidel , me di animé y tomé impulso: "Comandante?le grité- soy de la ciudad de Rosario y hoy es el aniversario del Che". Fidel detuvo su marcha, posó sus brazos en el respaldar de su silló y enfrentó el grabador. Los custodios me miraban con cara de pocos amigos. "Es que pasan tantas cosas y tan juntas —comenzó diciendo Fidel— y recién, viendo hoy los periódicos, recordé que era un aniversario del Che" "Que recuerdos tiene del Che" fue lo primero y único que se ocurrió. Reconozco que estaba tenso, casi asustado. Tengo tantos recuerdos del Che _agregó Fidel_y están asociados a tantos lugares, pero a Rosario le queda el privilegio de que allí nació el Che". A medida que avanzaba la conversación me sentía más inseguro. Se me ocurrió una sugerencia tonta."Envíele un saludo a la ciudad donde nació el Che". "Bueno debo decirte _reflexionó Fidel_ que Rosario es muy famosa aquí y es una ciudad argentina que goza de especial cariño asociada a la figura del Che...Y mira al Che, peleando, luchando, cuando han pasado 34 años de su muerte. Mira la vigencia que tiene. Está en todas partes, en todas las manifestaciones, en todos los combates. Es un bonito ejemplo para todos los que se sacrifican por sus ideas y se cumple aquello que siguen viviendo con su historia y su pensamiento". Habían pasado algo más de dos minutos .Yo ya estaba satisfecho, pero Fidel tenía ganas de seguir hablando. Reflexionó sobre lo que había escuchado en el primer día del seminario. Me relajé un poco y me anime hacerle otras preguntas. Ese día Estados Unidos había invadido Afganistán. Le leí el titulo del Granma "Cuba no descuida su defensa". Su repuesta me desacomodó "¿Tú has leído el Granma? Yo no he tenido tiempo de leerlo. Pero debo decirte que Cuba no se defiende con armas, se defiende con ideas. Que son tan poderosas como las armas". Le entrevista no llevó más de 5 minutos. Terminé, apagué el grabador, salí apresurado de la sala y chequeé el audio. Fueron los minutos más largos de mi vida. Tenía la entrevista por la que había luchado casi dos décadas.
Al terminar la sesión de la tarde me dí cuenta que Fidel también era un maestro en el arte de la picardía. Según él no había podido leer el Granma.Casi al culminar la jornada vespertina pidió permiso para retirarse un rato antes, porque había dormido poco. Se había quedado hasta la madrugada escribiendo el editorial del Granma, el diario que según él no había leído.