Barrio Tablada madrugó consternado por la explosión que produjo una caldera en Laboratorio Apolo. Pero tras el shock que produjo la voladura de chapas y el derrumbe de casas aledañas a la empresa, lo sucedido no sorprendió a los vecinos. Por el contrario, muchos remitieron a explosiones anteriores. "Era de esperar", dijeron. Las vibraciones, rajaduras de paredes y los pisos hundidos son moneda corriente en las inmediaciones. Y el copamiento de camiones en la vereda una postal "natural".
Tras la explosión en Alem 2967, los vecinos se arremolinaron en torno al laboratorio de zona sur, mientras los agentes de la Guardia Urbana Municipal (GUM) e inspectores de tránsito vallaban el lugar.
"Esto no es nuevo, hace rato que sucede", apuntó una mujer. "Tocaban el regulador de gas, hasta que le pusieron un candado", lanzó otra mujer. "Hace 30 años que viene sucediendo lo mismo", indicó otro vecino.
Todos testimonios que fueron en un mismo sentido: el laboratorio era una bomba de tiempo. "En diciembre pasado, la caldera tuvo fallas en dos oportunidades. Explotó un horno y una empleada tuvo que tirarse por la ventana", subrayó Alejandra, que habita pasillo de por medio por Alem al 2900. Otro incidente habría provocado quemaduras a un empleado.
Otra mujer cuya vivienda esta en la planta alta de una construcción cercana recordó el fuerte olor a gas que se sentía en la cuadra. Carlos, quien también vive en el pasillo con cuatro departamentos que está pegado al laboratorio, describió el efecto de las calderas funcionando a full. "Tenemos los pisos hundidos, se rajan las paredes, hay movimientos constantes. Hace décadas que los problemas vienen sucediéndose", aseguró.
Pero las quejas no se remiten exclusivamente al funcionamiento puertas adentro de la firma. El movimiento incesante de camiones y utilitarios que cargan pallets sobre la vereda, hacían casi imposible la convivencia con el resto de la comunidad. En un caso, a un vecino lo atropelló un utilitario en reversa. A punto tal que los camiones en doble fila eran parte del paisaje.
Los vecinos pidieron una solución urgente: "No queremos atentar contra las fuentes de trabajo. Simplemente es incompatible este laboratorio con la vida de un barrio. Deben clausurarlo y mudarlo", dijeron a coro.
En la lista de reclamos también se citó el caso de la muerte del empleado Carlos Cotugna, en febrero de 2011. Dos ladrones se alzaron con 73 mil pesos destinados al pago de las quincenas del laboratorio.
El pago era en efectivo y en plena calle Alem. El trabajador quiso evitar el robo y murió en el acto.
Los testimonios se repiten. Problemas con las vibraciones, los ruidos, camiones, un zumbido que emanaba del laboratorio.
Un barrio que ayer no se mostró muy sorpendido por la tragedia. Y que exigió responsables y soluciones.