La ruta comienza en Puerto Libertad. A este excepcional tesoro escondido se puede llegar en micro o en auto en menos de una hora desde el aeropuerto de Iguazú. Los 25 grados de temperatura, promedio en primavera, que reciben al turista apenas baja del avión, recuerdan que es una buena opción viajar con ropa clara, no blanca porque las marcas de la tierra no saldrán nunca más, y que el sombrero no debe estar en el equipaje despachado, sino en el de mano. El sol misionero no perdona esos olvidos.
Desde el primer instante la naturaleza atrapa con la magia de sus aromas, sonidos y con la incontable variedad de colores. En el trayecto se pueden observar animales característicos de la zona como coatíes, ardillas y monos, en un marco de exuberante vegetación conformado por grandes árboles, lianas y helechos.
La gran variedad de aves, como el surucuá, yacútoro y diferentes clases de tucanes, así como la gran cantidad de mariposas, completan el escenario de una de las zonas con mayor biodiversidad de Argentina. Justamente, el avistaje de aves convoca a cientos de turistas cada año.
El sendero de tierra colorada se abre paso en una extensa pasarela de pinos y eucaliptus a ambos lados de la ruta. Los 41 kilómetros que separan al aeropuerto de Puerto Iguazú de Puerto Libertad demandan algo más de 45 minutos de viaje en combi.
El trayecto es perfecto para retratar vistas del paisaje, ensayar una selfie con los compañeros de viaje o, tal vez, para aprovechar los últimos minutos de señal telefónica y contar las primeras experiencias por alguna red social. Después no habrá forma de comunicarse y está bien, porque la idea es desconectarse, pero no por mucho tiempo porque los hoteles tienen wifi (una bendición para los hiperconectados).
También puede ser un buen momento para repasar la historia de este pueblo, que cambió varias veces de nombre de la mano de la disputa política peronismo-antiperonismo. Desde su fundación en 1925 se lo conoció como Puerto Bemberg -en honor a la familia de Otto y Federico Bemberg-, en 1950 pasó a llamarse “17 de Octubre”, y en 1955, meses después del golpe que derrocó a Perón, se lo nombró Libertad. De ahí en adelante adoptó popularmente el actual nombre de Puerto Libertad.
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Piedras Blancas. El lugar perfecto para avistamientos y safaris fotográficos.
Primera parada, Don Puerto Bemberg Lodge
Este hotel boutique de selva fue construido a partir de una antigua posada de la tradicional familia Bemberg, que fue remodelada manteniendo el original estilo colonial. Ubicado en la vera del río Paraná, el lodge funciona como puerta de entrada a la Ruta de los Saltos.
El camino al hotel despierta el hambre, y el refrigerio de bienvenida no se hace esperar. Los chipás y el mbejú (se pronuncia beyú, un panqueque hecho a base de harina de mandioca) se despliegan tentadores en el living principal del lodge. El gran ambiente está estratégicamente ubicado frente a un extenso ventanal desde el que se puede ver la selva y el Paraná. Un viejo piano de cola y una cava con 1.500 botellas acompañan a una majestuosa biblioteca que invita a perderse en la lectura.
“Los estantes de la biblioteca están hechos con tablones de la vieja cancha de Newell’s Old Boys, los trajeron hasta acá cuando se remodeló el estadio”, cuenta Juan Manuel Zorraquín, administrador del complejo. Nunca se sabrá si el carpintero era hincha leproso o fue en homenaje a don Isaac, por su gran aporte a la educación y a la cultura. La verdad está perdida en la selva.
Luego del almuerzo y una siesta reparadora, es momento de salir a navegar el Paraná, recorrer las playas, bañarse en el río y disfrutar del primero de los saltos.
Salto Yasy
Ubicado en la desembocadura del arroyo del mismo nombre, sobre el Paraná, el recorrido nos regala un panorama único del paisaje selvático que la naturaleza dibuja sobre las costas del río. Como si apreciar esta pintura no fuera suficiente recompensa para la navegación en lancha, que dura unos 30 minutos, al llegar la pileta natural que forma la caída permite darse un chapuzón y dejarse masajear por el agua que derrama el salto.
El entorno y el contacto directo que proponen estas cascadas de unos 15 metros de altura hacen difícil emprender la vuelta. La merienda será en el bote y de cara a las costas de Paraguay.
Por la tarde será el turno de conocer Casa Bemberg. En la que fue la morada de la familia de Otto Bemberg se puede disfrutar y aprender los misterios del mate cocido quemado junto a unos deliciosos chipás, mientras se conoce la historia y los procesos de producción de la yerba mate.
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Salto Yasy. La imponencia del accidente geográfico permite fundirse en un abrazo con la naturaleza.
El atardecer en la capilla
Antes de que caiga el sol y como último destino de este primer día, habrá que conocer la capilla histórica. Situada sobre el margen del Paraná, fue construida por el arquitecto argentino Alejandro Bustillo con estilo colonial. Fue dedicada a la Virgen de Itatí. Sorprenden sus originales vitraux franceses blancos y negros y su orientación al río. La historia cuenta que los feligreses seguían la misa dominical desde el río abordo de sus canoas.
Ya de regreso en el hotel, una buena opción para la cena será probar alguno de los tradicionales pescados de río en el íntimo restó del hotel. El chef recomienda el pacú frito con mandioca. El éxito del plato se corona con un “postre vigilante”, pero el lugar de la batata será ocupado por la mandioca. La versatilidad de ese tubérculo se puede ver en la gran cantidad de aplicaciones gastronómicas.
Después llegará el momento de relajarse y terminar una última copa de vino en el mirador del lodge. Mientras algunos harán nuevas amistades, otros invertirán varios minutos en preparar la cámara con la exposición perfecta que les permita capturar la belleza de ese cielo abarrotado de estrellas.
Salto Encantado
El segundo día comienza en el parque provincial salto Encantado. Esta reserva natural ubicada sobre la ruta nacional 14, que ocupa una superficie de más de 13 mil hectáreas, alberga la majestuosa caída de agua que le da el nombre al parque. La erosión que durante mucho tiempo efectuaron las aguas del arroyo Cuñá Pirú (mujer flaca en guaraní) generó el desnivel de 64 metros de altura en un cañadón profundo, rodeado de vegetación.
Ideal para pasar la tarde, mate en mano, los trazados del parque se pueden recorrer en medio de abundante vegetación natural. Los dos recorridos recientemente inaugurados facilitan el acceso a vistas espectaculares del salto y permiten adentrarse en la selva fácilmente y de manera segura.
Las excursiones invitan a descubrir la gran diversidad de especies vegetales y animales que cobija el lugar. En plena selva misionera el parque es refugio de unas 36 especies de mamíferos y de 214 tipos de aves. Son numerosos los lagartos, las ardillas y las mariposas. En cuanto a la flora, se destacan comunidades de guatambú blanco, loro negro y cedro.
El salto Encantado es una verdadera obra de arte natural y sólo basta ubicarse en alguno de los distintos miradores del parque para poder apreciar cómo el agua se precipita furiosa y paralela al imponente paredón rocoso hasta golpear las piedras de la base.
Camino al otro margen de la provincia para conocer los últimos saltos de la ruta, se puede hacer una parada en Aristóbulo del Valle, unos 96 kilómetros antes de llegar a El Soberbio, para conocer el salto Piedras Blancas. Nombrado así por las dos piedras que se encuentran en el inicio de la caída, el lugar tiene un tono más familiar y es ideal para un picadito o una ronda de mates. Por su extensión, el agua se precipita más lentamente que en otros saltos y en la base convierte en un arroyo. Muy amable para los más chicos, se pueden visitar también con mascotas. Y si el plan es relajarse, se puede probar suerte con la pesca al lado del camping.
La segunda parte del viaje se propone desde el complejo Don Moconá Virgin Lodge. Inmerso en la reserva natural de biósfera Yabotí y a 59 kilómetros de la localidad de El Soberbio, el hotel está literalmente sumergido en medio de la selva.
Este lodge es un lugar ideal para ir en pareja, grupos de amigos o en familia. Las habitaciones distribuidas al final de unos largos corredores de madera se pierden entre la vegetación, y los balcones con vista a la selva y el arroyo Yabotí propician un contacto íntimo con la naturaleza.
Salto Horacio
Para llegar al penúltimo salto de la ruta es necesario recorrer el sendero Oveja Negra, un paseo de unos dos kilómetros en un ambiente más agreste. Al final del recorrido las actividades son fascinantes. Las dos etapas de 250 metros de la tirolesa conceden al valiente una vista aérea inigualable de la selva en todo su esplendor. Para los amantes de la adrenalina, otra opción es el rápel sobre el cañón del salto Horacio junto a una cascada de agua cristalina de 20 metros de altura.
De regreso en Don Moconá Virgin Lodge, la cena propone un paseo por los sabores autóctonos de la selva misionera. Después será el momento de descansar y prepararse para el último salto de la ruta.
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Salto Horacio. Uno de los más fascinantes, en un marco bien agreste.
Saltos del Moconá, el que todo lo traga
Es sin dudas la estrella del viaje. Esta falla geológica que se extiende sobre el río Uruguay es un cañón de tres kilómetros de largo con caídas de agua paralelas a su cauce que pueden alcanzar los 10 metros de altura. Si bien la altura del salto varía diariamente, no deja de ser una experiencia inolvidable todo el año.
Una de las particularidades de estos saltos es que son longitudinales y no transversales al curso de las aguas, como la mayoría de las cataratas, lo que lo convierte en un espectáculo único en el mundo.
Recorrer los saltos en lancha es una de las experiencias más emocionantes del paseo. La adrenalina se transforma en risas durante los 30 minutos que dura la navegación y resultará inevitable empaparse con el agua que golpea contra el bote en todo el recorrido.
De vuelta en tierra es buen momento para relajarse bajo el sol y aprovechar para secar la ropa mientras se observa la flora del parque provincial Moconá. “Anoche por acá pasó un yaguareté. Sabemos que es un yaguareté y no un puma porque la huella es diferente, más redondeada”, explica Alejandro Cárdenas, guía de turismo, al ver la pisada y antes de invitar al regreso.
La despedida de la Ruta de los Saltos será esa misma noche, con un fogón en el predio del hotel. Los relatos y leyendas guaraníes, se acompañan con un delicioso reviro, plato típico de la región a base de harina, agua y sal, preparado con carne charqueada en una vieja olla de hierro y cobijados bajo el mismo cielo que enamoró a Horacio Quiroga.