La geografía es árida, recortada por arroyos y caminos que se pierden entre las serranías. Cada tanto, un pequeño caserío. El paisaje es tan hermoso como desolador, claramente serrano. No es extraño que al llegar a la Estancia Jesuítica La Calendaria la pregunta sea por la razón que llevó en el siglo XVII a los jesuitas a instalarse en esas lejanías.
A diferencia de las Misiones de los religiosos de la Compañía de Jesús que tenían la meta de la evangelización de la población originaria, las estancias perseguían la actividad rural, productiva. Y en este caso de la instalada en las Sierras Grandes, en el departamento de Cruz del Eje (Córdoba), proveer de mulas a las expediciones de la conquista hacia el Alto Perú. El alcance de La Candelaria se extendía a lo largo de 300 mil hectáreas (no es un error, ¡eran 300 mil hectáreas!), en un paso clave para los conquistadores. Pero su producción también tenía el fin de mantener a los jesuitas dedicados solo a la evangelización.
Cuando estos religiosos fueron expulsados, las tierras se fraccionaron; sin embargo, el lugar quedó como un sello del paso de la historia. En 1941 La Candelaria fue declarada Monumento Histórico Nacional y en el 2000 Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco (junto a otras estancias jesuíticas instaladas en la provincia de Córdoba).
La Candelaria está abierta todo el año (de miércoles a domingo, de 10 a 18), el costo de la entrada es de 15 pesos y ofrece un recorrido guiado muy valioso para poder apreciar el sitio histórico. En esa visita se destaca la capilla y su campanario. Es en el único lugar donde no está permitido tomar fotos, pero sí conocer, apropiarse de su interior. En el altar está la Virgen de la Candelaria, con su rostro moreno, que es la que le da el nombre a la estancia. Las ruinas de alrededor dan cuenta de cómo se organizaba la vida hacia 1683 cuando se instalaron los jesuitas en ese lugar. Un espacio amplio y decorado con grandes arcos, las viviendas de los dos sacerdotes que tenían bajo su mando a cientos de esclavos negros; y barracas donde estos últimos vivían amontonados. También hay vestigios de lo que fuera un corral para los animales.
Hay distintos caminos para llegar hasta La Candelaria. El más accesible es por la ruta 38, a la altura de La Higuera, localidad vecina de Villa de Soto; buena parte está pavimentado, otra es firme pero de ripio. Otra opción es ingresando desde Carlos Paz, hasta Tanti y desde ahí hasta el lugar, todo por camino de tierra. Y también está la posibilidad de acceder desde el Valle de Punilla, ingresando por La Falda, perdiéndose en el bello paisaje de la Pampa de Olaen. Este último trayecto es siempre de tierra, casi todo en buen estado. Se pasa por pueblos perdidos como Characato, que no por casualidad se presenta como la "Villa del silencio" y una antigua iglesia abandonada que data de 1895.
Cualquiera sea la alternativa elegida hay que tener en cuenta que no hay señal de telefonía móvil, ni estaciones de servicio y no es recomendable después de días lluviosos. Y que son muy pocas las alternativas para comer durante el paseo. Si se ingresa por la Pampa de Olaen esa única posibilidad está en la posada ubicada en el ingreso a Characato y si es por Villa de Soto es una muy buena idea detenerse en Cruz de Caña, al costado del río San Guillermo.
A 1.200 metros sobre el nivel del mar, la Estancia Jesuítica La Candelaria se propone como una escapada para sumergirse en los tiempos de la conquista española y la presencia de los jesuitas en tierras americanas. Siempre con el bello paisaje que regalan las sierras en el horizonte.