Hoy se define un ciclo electoral inédito en los Estados Unidos, signado por la candidatura de una mujer del establishment político y un magnate del negocio inmobiliario, afecto a la conducción de programas de televisión. En febrero de este año, mientras Bernie Sanders obtenía algunas victorias resonantes y Trump lideraba la primaria republicana, consulté a un profesor de Ciencia Política de la Universidad de Massachusetts, en Amherst: ¿Puede ser Donald Trump el nominado por el partido republicano? ¿Por qué? La respuesta de Jesse Rhodes fue contundente: "Sí, y por varias razones. En primer lugar, por la debilidad de las restantes candidaturas, que tornan más factible una victoria de Trump de lo que podría ser en otro escenario". En segundo lugar, porque "las bases republicanas estaban «empacadas». En parte, por la frustración que les produce el gobierno de Obama, pero también, por la caída en los niveles de vida de la clase media trabajadora". En opinión de Rhodes, la pretensión de ganar las elecciones generales llevaría a la élite del partido a encolumnarse, aún a desgano, detrás de un Trump ganador, y mostrarse así como un partido unificado de cara a la campaña general por la presidencia.
Aunque Rhodes estuvo en lo cierto en buena medida, la valoración de las chances de Trump no era unánime. Consulté en la misma época al profesor Vincent Moscardelli, de la Universidad de Connecticut y especialista en el Congreso de Estados Unidos y en sus relaciones con la Presidencia del país. "Los politólogos aceptamos que quienes son nominados, generalmente, responden a las preferencias de las élites de los partidos. Y Donald Trump, claramente, no es el favorito para ellos", afirmaba Moscardelli en febrero. Esto suele ser cierto en menor medida para los republicanos que para los demócratas. Pero, advirtió: "si eso fuera todo, Jeb Bush lo habría hecho mucho mejor; y ya ves como le ha resultado". Si Trump se alzara con la nominación, "sería evidencia de dos cosas", dice Moscardelli: "La primera, que la élite del partido ha perdido más influencia en el proceso de nominación; la segunda, que la campaña importa".
¿Qué es lo que está ocurriendo, que contrariando el saber convencional, las preferencias del liderazgo de su partido, y a los principales medios de comunicación del país, Donald Trump se encamina a obtener hoy unos 50 millones de votos? Que gane o no es secundario. En mi opinión, tres elementos deben ser considerados: nivel de polarización política, las tendencias actuales en la forma de informarse (en particular, de los electores republicanos), y la tensión establishment vs. outsiders.
De acuerdo a relevamientos de centros de investigación no partidarios, los niveles actuales de polarización política en Estados Unidos casi no tienen parangón en la historia. Entendida como el resultado combinado de alta homogeneidad ideológica (al interior de los partidos) y alta antipatía (entre partidos), la polarización política en los Estados Unidos sólo se asemeja en la historia reciente a la que existiera a mediados de los años 90 (Bill Clinton) y a fines de los 60 (Lyndon Johnson, demócrata). Hay que irse a fines del siglo XIX y principios del XX para encontrar niveles semejantes. En Argentina no inventamos el dulce de leche, ni el truco. Tampoco la grieta.
Otra tendencia estrechamente vinculada a lo anterior se relaciona con la forma de informarse de las bases republicanas. Mientras que los electores demócratas confían en un buen número de medios de comunicación a través de los cuáles consumen noticias, el 47 por ciento de los republicanos manifiestan, de acuerdo al Pew Research Center (un centro que investiga opinión pública muy reputado, no partidario), que sólo confían en la cadena Fox. Junto con esto, algunos datos: 1) la campaña de Trump está liderada por varios actuales o ex miembros de esta cadena, en la que el magnate tiene desde 2011 un segmento semanal; 2) de acuerdo al mismo estudio, los republicanos son mucho más propensos que los demócratas a tener amigos que piensan como ellos, y a consumir noticias (en diversas plataformas) con contenido "acorde"; 3) el partido republicano y algunos de los principales donantes (los hermanos Koch, por caso, poseedores de la 6a. fortuna del planeta) financian muy activamente programas de radio y tv locales, blogs, y sitios informativos que han desplazado en las preferencias republicanas a los grandes diarios y cadenas nacionales.
En sintonía con el análisis de Jesse Rhodes, un informe de Pew Research Center de septiembre de 2015 (basado en una encuesta del Washington Post /ABC News) mostraba que casi 6 de cada 10 republicanos querían que el próximo presidente sea un "outsider" (alguien ajeno al establishment político). El hartazgo que les produciría el gobierno "socialista" de Obama, aquella percepción de pérdida relativa de calidad de vida post crisis del 2008, y la insatisfacción con la dirigencia del partido (a la que responsabiliza por la aprobación de medidas como la ley de reforma del seguro de salud, conocida como "Obamacare"), potenciarían "el empaque", y la vocación por elegir a alguien "de afuera", que venga a sacudir las estructuras de Washington DC y del otrora Great Old Party (GOP, el Partido Republicano).