En un día gris, frío y con intermitente llovizna, el magnate republicano Donald Trump asumió ayer la presidencia de Estados Unidos con un discurso anti-establishment, aislacionista y muy critico a todo lo hecho en los últimos años, mientras en las calles miles de personas protestaron, causaron graves destrozos y prometieron enfrentar al nuevo gobierno desde el primer minuto. "No estamos meramente transfiriendo el poder de una a otra administración o de un partido a otro, sino que los transferimos desde Washington DC y se lo devolvemos al pueblo", aseveró el flamante mandatario en un breve discurso brindado tras prestar juramento en la escalinata del Capitolio. El 45º presidente de Estados Unidos lamentó que mientras que Washington y los políticos prosperaron, "los trabajos se fueron y las fábricas cerraron. El «establishment» se protegió a sí mismo, pero no a los ciudadanos del país", manifestó con el mismo tono utilizado durante la campaña. "Los hombres y mujeres olvidados de este país no serán olvidados nunca más", prometió Trump ante unas 250.000 personas que desde temprano ocuparon el predio del National Mall, que une el Capitolio con la Casa Blanca. La cifra de asistentes a la jura contrastó con las dos asunciones presidenciales anteriores, cuando Barack Obama reunió a 900.000 personas, en 2009, y a 1.2 millón en 2013.
En su discurso, Trump también se refirió a los ejes en los que se bajará la economía en los próximos cuatro años: "comprar productos estadounidenses y contratar a ciudadanos estadounidenses", tal como lo había prometido durante la campaña. "Va a ser primero Estados Unidos, primero Estados Unidos, primero Estados Unidos", agregó el presidente quien, no obstante, aclaró que buscará la "amistad" con los demás países, pero siempre bajo la máxima de que los intereses estadounidenses están "primero". "Toda decisión sobre comercio, impuestos inmigración y asuntos exteriores se tomará para beneficiar a los trabajadores y las familias de Estados Unidos". Si bien no hizo mención directa al muro que prometió levantar en la frontera con México, prometió a sus seguidores que va a "recuperar las fronteras", al igual que "trabajos", la riqueza", y los "sueños". El discurso duró apenas 16 minutos, pero las reacciones de los presentes, muchas de ellas, de indignación e incredulidad, reflejaron que, lejos de apaciguar la polarización social, pareció intensificarla.
A mediodía, Obama y su esposa Michelle recibieron amablemente a los Trump, de pie en la puerta de la Casa Blanca, ella con un elegante vestido largo rojo oscuro. Melania vistió un vestido y una torera de cachemira celeste cielo de Ralph Lauren, muy en el estilo de la ex primera dama Jackie Kennedy. Las dos parejas presidenciales tomaron un té y luego recorrieron juntos en una limusina los 4 kilómetros de la avenida Pensilvania, hasta llegar al Capitolio. En las escalinatas del Congreso, Trump prestó juramento sobre dos biblias: una que le regaló su madre en 1955, y la de Abraham Lincoln, que luchó por la abolición de la esclavitud, también utilizada por Obama hace cuatro años. Le observaron atentamente tres ex presidentes, Jimmy Carter, Bill Clinton y George W. Bush, y también su derrotada rival demócrata Hillary Clinton, a quien Trump arrebató la oportunidad de ser la primera mujer presidente de EEUU. Al respecto Trump dijo sentirse "honrado" por la presencia del matrimonio Clinton y pidió para ellos una ovación.
Tras asumir firmó sus primeros decretos presidenciales y documentos legislativos, que sortearon los escollos formales que le impedían a algunos de los hombres de su confianza asumir como miembros del flamante gabinete.
Tras el tradicional desfile presidencial que partió desde el Congreso, el flamante mandatario arribó caminando a la Casa Blanca, en medio de un imponente operativo de seguridad montado para evitar choques entre manifestantes a favor y en contra del republicano. El multimillonario, de la mano de su esposa y con el hijo de ambos, Barron, descendieron de la limusina blindada que los transportaba cerca del hotel propiedad de Trump, que abrió recientemente en el antiguo edificio de correos de la capital.
Los últimos metros los hicieron caminando, frente al edificio del Tesoro, saludando a los asistentes que lo vitoreaban al grito de "Trump, Trump" desde las gradas, que por otra parte contaban con bastantes huecos vacíos. Por momentos, los gritos y silbidos de los opositores taparon los cantos a favor de Trump pronunciados por los pocos seguidores del magnate, que ocuparon unas tres o cuatro hileras detrás de las vallas dispuestas en los extremos de la avenida Pensilvania.
Amarga despedida
Mientras, el ahora ex presidente Obama dejaba Washington junto a su mujer Michelle a bordo del helicóptero presidencial, que partió del este del Capitolio. Obama agradeció a sus seguidores y al personal que lo acompañó en la Casa Blanca en los ocho años de su gestión por haber demostrado "el poder de la esperanza" y se despidió con su lema de campaña: "Sí, se puede. Sí, pudimos", sostuvo desde la base aérea de Andrews, a las afueras de Washington, donde se reunieron personal de la Casa Blanca, asesores y amigos para dar un último adiós al matrimonio.
La policía de Washington, en tanto, detuvo ayer a casi un centenar de manifestantes después de que se registraran incidentes en las protestas contra la toma de posesión de Trump. Basureros, coches incendiados, vitrinas rotas, gases lacrimógenos: las calles habitualmente asépticas de Washington fueron teatro de disturbios, cuando cientos de manifestantes anti-Trump se enfrentaron violentamente con la policía al margen de su investidura.
Con la cara cubierta con pañuelos negros, encapuchados o vistiendo máscaras antigas, entre 500 y mil personas rompieron vitrinas y lanzaron piedras contra la policía antidisturbios en la K Street, la denominada "avenida del poder" a pasos de la Casa Blanca, que alberga a grandes bufetes de abogados y cabilderos. Unos 200 policías intentaron dispersar a los manifestantes tirando decenas de cartuchos de gases lacrimógenos y lanzando gas pimienta. Una humareda acre se elevaba sobre dos manzanas de casas sobrevoladas por un helicóptero policial, llenas de basureros calcinados, trozos de vidrio, cajas metálicas de periódicos destrozadas y cartuchos vacíos. Los manifestantes rompieron los vidrios de una limusina negra, la incendiaron y le grafitearon el símbolo de la anarquía en la puerta. El resto de las marchas y reuniones durante la jornada en Washington fueron relativamente pacíficas, puntuadas a veces por insultos y gritos entre ambos bandos.