Independientemente de lo ocurrido el domingo a la noche en General Lagos cuando un grupo de personas protagonizó muchos destrozos en protesta ante la libertad de un joven que había atropellado a una chica con consecuencias fatales, en los últimos meses en la ciudad de Rosario y en otras localidades de la región han ocurrido hechos que, con distintas aristas, encubren signos de violencia en la sociedad.
Los disparadores fueron variados, desde las internas previas a un encuentro de fútbol "amistoso" que finalmente no se realizó entre clásicos rivales, los politizados "saqueos" de diciembre a supermercados, las protestas por las consecuencias de inundaciones, los pedidos de justicia para que se encuentre y detenga a sospechosos de un hecho, la destrucción de quioscos de venta de drogas por parte de los propios vecinos, los reclamos de quienes quieren comprar dólares libremente. Todos los extremos de la realidad. Con razón o no, hay una violencia contenida en esos actos.
En la Argentina, la sociedad se encuentra dividida por diversos motivos, que no sólo pasan por temas políticos. En algunos sectores se puede respirar un odio, una intolerancia hacia el otro, un deseo de justicia ya, un prejuzgamiento sin esperar los tiempos legales, que cierto suelen ser —en muchos casos— tediosos y muy tardíos. Pero ello no justifica el vandalismo, las reacciones anárquicas, debemos regirnos por normas y en forma civilizada.
Como el título de aquella película de 1972 "La violencia está en nosotros", de John Boorman, protagonizada por Burt Reynolds y Jon Voight, sin duda los seres humanos tenemos una semilla violenta en nuestros genes y ante hechos límite brotan y explotan. Es difícil tratar de ser ecuánime ante hechos que están motivados por reacciones que tocan sentimientos y dolores ante pérdidas irreparables, se comprende los nervios, pero hacer justicia por mano propia no es lo correcto. Los límites tienen que estar en la ley bien aplicada y de forma rápida.
En el caso de General Lagos al detenido se lo liberó porque se presumió que el accidente era culposo (sin intención). Luego, tras las pericias, si se demostrara que el hecho fue doloso, la Justicia lo condenará. En la Argentina fallecen en accidentes de tránsito más de siete mil personas por año, un promedio de más de 20 personas por día. La imprudencia, la ingesta de alcohol, el exceso de velocidad, el mal estado de las rutas y el manejar usando el celular son algunas de las causas frecuentes. El dolor de los deudos y familiares y amigos no debe cegar los procedimientos correctos, la ira debe dar paso a la justicia.