E l día de su muerte se conmemora el Día del Maestro, con su nombre se bautizan escuelas, calles y un himno en su honor es considerado "canción patria". En lo monumentos lo muestran serio y enérgico, pero también algunas de esas imágenes han sido objeto de atentados y pintadas en su contra. Sucede que Sarmiento y su obra movilizan un debate que tiene que ver con los proyectos de país, aún en disputa.
"No es el prócer de la canción patria ni el vilipendiado de los revisionistas, es alguien muy complejo, contradictorio, que enfrentó los dilemas de la construcción de una Nación". Para Sarmiento: "La tradición hispánica trae el desapego a la ciencia, al conocimiento, al trabajo manual, y eso se conjuga en los caudillos de la Pampa", dice Marta Bonaudo, docente de historia argentina contemporánea en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet).
Paula Caldo, doctora en historia y docente de la Facultad de Humanidades (UNR) opina: "Como intelectual moderno, Sarmiento cree que la educación salva. Cree que con ella se soluciona la dicotomía «civilización y barbarie». Piensa, escribe muchísimo y se preocupa en que eso circule, por eso funda diarios y participa en ellos, abre escuelas, bibliotecas y forma docentes".
En tanto, Elvira Scalona, profesora y cordinadora de la materia de historia en tercero y cuarto años del secundario, resalta que "como docente, intentamos no poner a Sarmiento en el lugar del héroe, buscamos ubicarlo en el momento de la organización del país, ver qué entendía por civilización y cómo lo articula con la educación".
Trasplante.Scalona trabaja en la formación docente y en la cátedra de historia argentina II y, señala: "Ante el concepto de «civilización y barbarie», le concede a la educación un rol integrador. En tanto, para Alberdi, se llegaba al progreso al trasplantar la civilización europea".
"Para Sarmiento la educación era transformadora y para realizar ese proceso educativo trajo maestras estadounidenses que formaran a otras maestras y alumnos. Además, su idea de civilización tenía que ver con una educación laica, más moderna que religiosa".
Bonaudo explica que "la preocupación de Sarmiento, sobre la cuestión educativa, parte de una compleja visión que tenía sobre las salidas de Latinoamérica tras las luchas por la independencia. Piensa que tras la caída de Rosas, con lo que existía no se podía construir la idea de civilizacion y progreso. Habla de un trasplante institucional".
"La imagen del progreso económico que madura en Sarmiento postula un cambio de la sociedad en conjunto. En ese proceso, en el que se igualarían inmigrantes y nativos, el intelectual, el político en ciernes rescataba —como buen heredero de la tradición borbónica— aquel papel decisivo del Estado en la definición de objetivos y estrategias", señala Bonaudo. Y agrega que esa idea la desarrolla en un texto que saldrá en el libro que prepara Manuel Pérez Ledesma "Trayectorias transatlánticas: personajes y redes entre la Península Ibérica y el continente americano (1808-1978)".
"Planteo —continúa— que considera un programa para una república civilizada, productiva y con calidad de vida. Para ello piensa en crear condiciones y un estado de colonización, mediante la distribución de la tierra".
Agrega que "Sarmiento piensa la integración con el mundo que traiga la civilización europea y proyecta la nueva sociedad. Pero, entre los incluidos, no se refiere a los originarios".
"No es un hombre tranquilo, se enfurece, se irrita y muestra la cara del gestor de las nuevas condiciones políticas, y la del actor involucrado que se enfrenta a desafíos que no puede resolver, y apela a la violencia".
"Su furia va contra los gauchos que no cubren el paradigma de la civilización. También critica a los inmigrantes, en el Nacional (diario chileno): "Una Nación sin nacionales" dice que los inmigrantes llegaron con las mejores condiciones y crecimiento económico, pero no se apropian de la realidad. Al final de sus días se desiluciona por ese mundo que deseaba cambiar", detalla.
"Sarmiento quiere la aldea de hombres que se reparten la tierra como el campesino de EEUU, que al tener algo propio se preocupa por lo público. Pero el modelo sarmientino —agrega— no triunfa porque los inmigrantes no accedieron a las tierras y no se pudieron desarrollar las colonias. Cuando la tierra se valoriza, los propietarios no quieren dividir y vender, sino arrendar".
Las maestras.Desde sus líneas de investigación, sobre la historia sociocultural y la historia de las mujeres, Paula Caldo señala: "Me dediqué a estudiar la formación de las maestras y ahí aparece Sarmiento. Le da importancia al lugar de la mujer y trae desde Estados Unidos 65 maestras, entre 1869 y 1880. Serán los modelos de docencia que distribuye en el país. El proceso de feminización de la docencia fue temprano y exitoso. Entiende que la mujer puede ser la madre republicana y afirma que la educación de un pueblo se mide por la educación de la mujer, que es la madre de ciudadanos. Nos sigue viendo madres, pero habilita un espacio donde formar ciudadanos, se ejerce así en privado lo que trasciende en el aula".
"Esas maestras generan cuestionamientos morales, vienen solas, se visten distinto y ponen en tensión a la moral de la época. Sarmiento escribió mucho para las mujeres y hasta firmó con seudónimo femenino en el diario El Progreso, de Chile, en 1842", explica.
Sobre la articulación de su proyecto político y la educación, Caldo remarca que "Sarmiento es liberal, su proyecto y sus maestras traen una educación laica, su preocupación es formar ciudadanos que consuman, y en ese sentido también apuesta al consumo de diarios".
"Opera como intelectual orgánico y, en el marco de un proyecto de homogeneización, no incluye al indio ni al gaucho. Ese pensamiento no se lo puede despegar del contexto en el que vivió", resalta.
"Apunta a la alfabetización y que el hombre lea, suma y reste para integrar a un proyecto de país civilizado. Hay una marca muy fuerte del positivismo y el cientificismo en la formación de las maestras".