“Habló Reutemann”. Recuerdo haber leído este videograph hace poco cuando el
silencioso senador dio una conferencia de prensa tras su pos operatorio. Ahora que dijo que esta es
una “campaña tira merde” y denunció que el socialismo puso en marcha una estrategia
mediática a la que calificó de “aparato hitleriano”, el título podría repetirse.
Salen voces indignadas y escandalizadas que piden que el ex gobernador se retracte. Me pregunto
¿por qué habría de hacerlo? ¿Por qué pedirle que revoque su discurso y se desdiga de sus palabras,
poco felices por cierto, y no exigirle que las amplíe con seria y suma precisión?
Si Carlos Reutemann sostiene que hay periodistas pagos, si hay una prensa servil y adicta, es
más, si está seguro que el socialismo les paga a supuestos profesionales de la comunicación para
que hagan campaña solapada desde los medios, que diga quiénes son. Y si por esas casualidades, el
justicialismo, también tiene periodistas tarifados entre sus huestes, que se conozca la cosa, con
nombre y apellido.
¿Por qué debería escucharse un perdón formal de un político más que una denuncia fundamentada,
una discusión seria sobre la relación política y medios de comunicación?
Sería bueno, sano e higiénico para todos. Para los periodistas que adhieren a uno u otro color
político, lo expresan o escriben honestamente, pero no cobran por ello suma adicional alguna. Esta
es una posibilidad que me señaló un compañero cuya opinión respeto y que me recordó una pertinente
frase del director de cine francés Jean Luc Godard. Miembro de la nouvelle vague, Godard decía que
la decisión de dónde emplazar la cámara es siempre política y moral. Con la opinión periodística
ocurre lo mismo, a no desayunarse con esto.
También sería bueno para aquellos colegas críticos a quienes tampoco se les acredita un plus en
sus bolsillos por analizar, examinar y hasta reprochar a la clase gobernante, legislativa,
deportiva o policial de turno.
Sería bueno para los que tienen un sueldo basado sólo en su trabajo diario, lleno de
contradicciones, marchas y contramarchas, y hasta con errores, pero realizado con pudor y honradez.
Y somos muchos por suerte.
Para los que no pedimos favores personales, ni preferencias, ni conchabo en cada nota.
Para quienes nos ligamos todos los sopapos -en la redacción, con los entrevistados, con los
lectores o los oyentes- pero que carecemos de líneas directas y sólo tenemos agendados los
teléfonos de funcionarios, políticos y autoridades de las más diversas entidades para llamarlos,
por trabajo, y cuando necesitamos hacerles una nota.
Pero fundamentalmente sería bueno que las cosas se transparentaran para quienes nos leen, nos
miran y escuchan. ¿Saben por qué?
Sé que sonaré a ingenua, casi imbécil, lo sé, pero hay que remarcarlo por si hace falta: porque
las notas no se cobran.
Eso es otra cosa y los publicistas lo pueden explicar mejor que yo. Al menos así se les dice a
los chicos en las escuelas, a los estudiantes en los profesorados y en las facultades. Al menos así
debería ser. Y si no es así, a no retractarse, ni rectificarse, simplemente a ser bien claro con lo
que se dice públicamente.