A Cecilio, alias "El Torcido", le falta un ojo y no puede enderezar el cuello por los palazos que recibió. Clara estaba en un galpón que se incendió y una viga incandescente le cayó en el lomo. Spirit tuvo mejor suerte: hace pocas semanas nació en libertad y junto a Rosa, su madre, una tropilla lo cuida mientras juega. Cecilio, Clara y Rosa son apenas algunos de los 150 animales que pasaron ya por el Campo de Liberación de Caballos, un predio ubicado en las afueras de Rosario donde una ONG los cuida, los rehabilita y los entrega en adopción con un solo objetivo: jubilarlos y que no trabajen más.
Liberación de Caballos en Rosario funciona desde febrero de 2015. Tiene 65 voluntarios, entre ellos 14 policías, que de manera voluntaria prestan sus servicios haciendo cumplir la ley 14.346 de maltrato animal. En el marco del Plan Andando, un programa de reconversión de carros de recolectores urbanos impulsado por el municipio de Rosario, la organización se convirtió en colaboradora y logró salvar vidas.
El sistema funciona así: los recolectores entregan los caballos a cambio de un subsidio o de un plan de reconversión laboral. Los animales van a un corralón municipal y de allí son derivados al campo donde los integrantes de Liberación de Caballos en Rosario los atiende, siempre que el animal no haya sido secuestrado y esté judicializado.
El predio tiene 300 hectáreas, no es de fácil acceso. Alejados, en el medio del campo, al resguardo de miradas curiosas y con ciertas medidas de seguridad, los ejemplares llegan y reciben atención veterinaria. No van, lo que se dice, en óptimas condiciones. Bajo peso, lastimaduras, preñez, edad avanzada, laceraciones, bicheras, problemas articulares, paladares destrozados y neumonías por desnutrición. Una veterinaria, Andrea Marzotta, especialista en equinos, diagnostica sus problemas y establece los tratamientos, que son seguidos por la ONG.
Inés Espósito y Paula Molina son presidente y vice de la organización. Sentadas bajo una arboleda en el casco del campo, y rodeada de caballos, explican que la tarea que realizan es el traslado de los animales en mal estado de salud, los rehabilitan y entregan en adopción bajo ciertas condiciones.
Los adoptantes deben vivir fuera del casco urbano, tienen que contar con espacio para tener al ejemplar, no deben dejarlo solo y no pueden usarlo para trabajar, ni siquiera en equinoterapia. "El objetivo es que el animal se jubile, que no sea usado más con fines de explotación de ningún tipo", afirma Espósito, y explica que la adopción se hace bajo un contrato de comodato expedido por la Municipalidad de Rosario. El contacto es a través de Facebook, en el muro "Liberación de Caballos en Rosario".
El promedio de estadía en el lugar es, cuentan, de aproximadamente entre cuatro y seis meses, dependiendo del estado en el que ingresan y los posteriores tratamientos veterinarios. A lo lejos se ven los caballos ya recuperados, trotando en medio de un campo cedido por un privado, por ahora, sin retribución económica.
Los adoptantes. La pregunta no se hace esperar. ¿Quiénes los adoptantes? "Son personas que, más allá del amor que sienten por los animales, saben que los están sacando del maltrato y una vida pasada muy dura", especula Molina. "Hay mucha gente a la que le gusta tenerlos sueltos y verlos envejecer. Mantienen el vínculo caballo-hombre, pero no para el uso, no para la explotación", abunda Espósito.
Mientras La Capital habla con ellas, un matrimonio de Salto Grande llega a llevarse un ejemplar, "Ojitos", por el que ya firmó contrato.
Tratan de ser lo más rigurosos posible a la hora de entregar un animal. "Se hace una entrevista previa, se constata el lugar donde van a estar, y se investigan los datos de los postulantes, cuentan las responsables", cuentan. Saben que hay gente que va malintencionadamente a hacerse de un caballo. Conocen el paño.
Sustento. Rehabilitar un caballo no es tarea fácil, ni mucho menos económica. La ONG vende artesanías, bonos, tiene un sistema de padrinazgo donde las personas voluntariamente aportan dinero para la recuperación de un animal. "Se paga una cuota mínima que y es lo que necesitamos para poder darles alimento, medicación y atención", explica Espósito.
Cerca de ellas están los recién llegados. Algunos hechos una piltrafa. Pero a un kilómetro de distancia, galopan los que ya están recuperados. La diferencia es asombrosa.
La ONG tiene 65 voluntarios distribuidos en 10 áreas de trabajo. Policía (encargada de los operativos), con 14 voluntarios, Traslados, Campo (donde se recuperan los animales) Eventos, Diseño (publicaciones y página web), Adopciones (los que contactan a las familias para entregarlos), Arte (los que elaboran artesanías y venden para poder solventar gastos), Venta de bonos, Operativos (voluntarios que trabajan en la vía pública) y Jurídica (Angélica Miotti y Fernanda Vitantonio asesoran legalmente a la organización).
Los animales no quedan solos. Víctor y César Bernachea, los puesteros del campo, velan por ellos. "Todo esto es posible gracias a la colaboración de los muchachos", cuentan las activistas, que no están solas: María José Muñoz, Mara Ferrari, Hugo Meraviglia, Carlos Usandivaras, Maximiliano Kanter y Gustavo Olocco completan la comisión de esta ONG a punto de recibir su personería jurídica.
La organización ya entregó más de cien caballos en adopción, y sigue trabajando para recuperar los que tiene en estos momentos en su poder. Está abierta a toda colaboración, no sólo económica a través del padrinazgo, sino también logística y de voluntarios. "Hay gente que se acerca para colaborar y termina siendo muy útil hasta aportando un vehículo", cuenta Espósito.
Cecilio, "el Torcido", ya está adoptado. Y se sumó a los que dejaron la esclavitud para terminar sus vidas en paz.