Escena uno: el ministro de Economía anunció en esta semana que el tope máximo del aumento acordado con las compañías petroleras es del 6 por ciento. Dos días después, la empresa estatal YPF incrementa el precio de la nafta premium en un 8 por ciento. Me puede explicar el porqué de la decisión, le consulta este cronista a un altísimo funcionario del poder ejecutivo. "Porque Miguel Galluccio (CEO de la compañía nacional) hace lo que quiere y tiene carta blanca de la presidente para hacerlo", explica sin sonrojarse. Escena dos: el presidente del Banco Central decide modificar el régimen de tenencia de dólares por parte de los bancos y provoca, por primera vez desde la crisis con el dólar, que la cotización oficial baje de los 8 pesos. ¿Por qué no se anuncia esta medida con todo el grupo económico mostrando coordinación y efecto positivo con lo conseguido?, vuelve a preguntársele a la misma fuente. ¿Y quién te dijo que Kcillof y Fábrega trabajan en conjunto? Última escena: un supermercadista llama a la Secretaría de la Presidencia y se queja por el maltrato que le está dando el secretario de Comercio Augusto Costa. A la media hora, el mismo funcionario llama al integrante del equipo de Axel Kicillof y le dice que la presidente quiere que se disculpe con el empresario.
Estas son apenas un puñado de las cosas que ocurren hoy en los pasillos del poder mientras la Argentina atraviesa una crisis económica. Podrá argüirse que, en realidad, la base de las turbulencias nace de un modo de hacer política que se manifiesta en el síntoma del dólar, la inflación o las tasas bancarias. Es cierto. Pero cualquier nación capitalista sabe que el malhumor social es siempre parido por el descontento en los bolsillos y escasas veces por reproches institucionales o de achaques al modo de entender la república. Nuestro país jamás ha escapado a esta lógica prosaica. Y lo enfrenta con dispersión de ideas muchas veces contradictorias.
Amado Boudou fue denunciado por sus todavía no explicadas proximidades con la empresa Ciccone y sólo ahora la justicia avanza tímidamente sobre el expediente. ¿O acaso no fue el siempre lúcido Jorge Asís quien hace largos años contó con exactitud mucho más rigurosa que lo que hoy el fiscal Jorge Di Lello empieza a poner sobre sus escritos? "Es la economía, estúpido", acuñó un presidente norteamericano. Es la economía y el boomerang de tanto desprecio ejercido desde el poder, debería agregarse en la Argentina de 2014.
El kirchnerismo, especialmente las dos gestiones de la doctora Kirchner, ejerció el poder despreciando todo otro relato que no fuera el propio. El vicepresidente de la Nación que deambula por los tribunales (y esto recién comienza) es un claro y gráfico ejemplo de esto. ¿O acaso no se recuerda aquella elección entre él, Daniel Filmus y Carlos Tomada discernida a puro dedo presidencial sin consultar ni los archivos periodísticos o administrativos ni los pareceres de sus compañeros de partido? Molesta que los que ayer aplaudían a rabiar esa elección (y tantas otras) sean hoy los que a media voz se preguntan sobre el destino de las políticas del gobierno de Cristina en sus últimos 20 meses de mandato. Ya se sabe que en el peronismo se hace profesión del acompañamiento hasta la puerta del cementerio del que ve morir su poder aunque jamás se entra al camposanto. Pero, en algunos casos, debería haber un cierto decoro.
También es signo de desconcierto e improvisación que buena parte de la oposición se haya sumado el reclamo de Elisa Carrió de exigir la renuncia de Amado Boudou. Una cosa es investigar y saber que lo que se ventila en el juzgado del doctor Ariel Lijo es de una enorme gravedad y otra olvidarse de las más elementales garantías jurídicas que deben regir para todos, aún para este vicepresidente. El fiscal ha pedido una indagatoria. Hasta ahora, sólo pasó eso. No hay ni aceptación del magistrado, ni procesamiento ni, muchos menos, condena. El compañero de fórmula de Cristina podría apartarse de su cargo si sintiera alguna contradicción moral por su situación y esto es sólo resorte personal y de su conciencia. La ley no nos pide que seamos buenos y éticos en la vida pública. Apenas reclama que no la infrinjamos. Y eso lo deberían saber los opositores.
Lo que viene. El desaguisado de Marcelo Tinelli en el Futbol para todos es otro signo más de la descoordinación y ausencia de plan que se marcaba respecto del ministro de Economía. Son ciertas las presiones de la Cámpora y el retiro del conductor de televisión harto de las imposiciones. Llama la atención su ingenuidad a la hora de pensar que esto no ocurriría. Quizá sea su gran deseo de ir por la conducción de la AFA lo que lo impulsó a creer que podría hacer triunfar su carisma y popularidad por sobre la maquinaria y dogmática de la juventud K que sigue usando una épica de revolución proletaria mientras ocupa cargos y favores del más rancio capitalismo. Todo quedó como antes. Los argentinos subsidiamos con 1.400 millones de pesos por año el espectáculo del futbol (¿por qué hay que subsidiarlo?), transmitido por amigos del poder sin demasiada calidad en su desempeño profesional. No resulta en cambio verdadero que el jefe de Gabinete haya renunciado ni menos que su jefa no lo haya permitido. Eso huele más a operación de quien quiso salvar su prestigio que a realidad política.
La semana que empieza dará un cierto respiro al gobierno con menos tensión en la cotización del dólar "pisada" por esfuerzos del Banco Central. Sin embargo, las discusiones paritarias y los precios de los alimentos y mercaderías básicas no presentan escenario de tregua. El sindicalismo está más cerca de volver a compartir una misma mesa y dejar solo al gobierno defendiendo acuerdos que "nunca funcionaron" según dijo Rodolfo Daer, el titular del gremio de la alimentación. Daer fustiga y es "oficialista". Todavía.
Quizá escuchemos algún proyecto de rebaja de subsidios a los servicios que pagan los porteños, privilegiados con dos y tres veces de tarifas respecto de los rosarinos. Nadie se atreve a proyectar demasiado. Teme ser desautorizado como le pasa a Axel Kicillof o ignorado por una presidente enojada con la realidad que ocupa idénticas fuerzas para gobernar y para llamar a una ciudadana que no encuentra leche en la góndola de los "precios cuidados" creyendo que allí reside el origen de todos los males.