Hace unos días cubrí una nota en la que sólo describía una situación: la esquina
de San Martín y 3 de Febrero, esa -que fue una magnífica esquina cuando la conocí- se había salvado
milagrosamente de la picota y existía alguien que incluso había sacado copias de algunas de las
esculturas originales, fechadas en 1896. Otras habían sido rescatadas o reproducidas muy bien.
Siempre a saber lego, se entiende, pero con algún sedimento.
Por supuesto que, antes de esa obra, alguien la compró, también se entiende que
para intentar un negocio. Quizás sea pingüe, quizás patriota. Lo ideal en este caso sería ambas
asimetrías a la vez.
Pero lo que genera esta columna, esto que escribo y secundariamente intenté
reflejar en la nota a través de un pequeño vinculado, fue el asombro.
Me sorprendió, sinceramente lo digo, que los comerciantes de alrededor, más
concretamente gente que ni siquiera comparte vereda sino estratégico vecindario, reprocharan tanto
a la Municipalidad haber llegado a poner algún peso (desde la obra aclararon que apenas para los
andamios, pero también que los controlan mucho) para preservar el patrimonio.
"Es una mierda", llegaron a decir del rescate y, en cambio, lamentaron (y no es
una metáfora) que en ese mismo lugar no se hubiera levantado un edificio de veinte pisos.
Lo curioso es que desde la década del '70 transcurrieron ya casi 40 años y la
modernidad de la fórmica o el banlon para ciudades como Rosario pasaron de moda. Mejor dicho,
pasaron bastante otras cosas.
Por suerte también hubo otras opiniones entre los vecinos. Preciosas, como las
de la antigua zapatería (un decir) de esa misma cuadra y vereda hacia el norte, donde además tienen
un gato divino, Quiqui, que me llenó de pelos blancos. Familia (padres y hermana) de Patricia
Suárez, hace dos o tres años ganadora del premio Clarín de novela.
Y entonces hoy, un día más tarde, también me enteré de que el concejal Alfredo
Curi está reclamando que se proteja al edificio de la ex Martin, después Secretaría de Salud y,
finalmente, un edificio precioso, crucial, clave en Rosario, si se entiende...
Y me dije: por favor, que no se caiga ese lugar. Allí nacieron miles y miles de
rosarinos, de personas, sean de donde sean. Que esa casa se quede en mi ciudad, y que se quede
bien.
Sin más lectura que la percepción, no puedo sino percibir que mientras unos
reprochan al gobierno de la ciudad poner dinero o recursos humanos en la salvaguarda del patrimonio
(en vez de cubrir pozos, dijeron, lo cual es un legítimo reclamo), otros exigen con justísima razón
que también se encarguen de la casona Martin, o como elijan llamarla, en honor a los nombres y las
síntesis, si es posible (por favor).
Seguramente hay varios proyectos en carpeta que no conozco o ahora no recuerdo.
Pero, por favor, que sean un homenaje a las batitas de antes, a las de ahora y a las que vendrán
después, eso sí, sin eufemismos rococó. Que la casona encuentre futuro, cuando pueda y con una
buena función. Así sea, en esta humilde opinión.