La discriminación sufrida por el alumno de Fighiera que derivó en una golpiza por parte de sus compañeros y finalmente con el nene hospitalizado abrió una vez más el debate sobre qué se puede hacer desde la escuela ante estos hechos. La psicoanalista Perla Zelmanovich invita a estar atentos a algunas señales que dan los chicos y que advierten sobre algún padecimiento. Opina además que restablecer la confianza de este nene hacia la escuela "no es una tarea fácil pero sí necesaria".
"Las situaciones de hostigamientos sobre todo entre los chicos y los jóvenes no es algo nuevo. Es algo es estructural de la relaciones entre los grupos", dice Perla Zelmanovich, investigadora del Area de Educación de la Facultad Latinoamericana en Ciencias Sociales (Flacso, sede Argentina); por eso, de manera cuidadosa, considera que no todos los casos pueden rotularse como de "acoso escolar" o "bullying", "porque en esa misma agenda entran situaciones bien distintas".
"Podríamos remitirnos —amplía— a que todos tuvimos en el grado o en la división a alguien que «tomábamos de punto», lo que es un riesgo de englobarlo en una categoría". En cambio, propone "volver un poco la mirada para ver qué hay en ese caso en particular, donde por lo general se combinan dos o tres tipos de situaciones, como algunos rasgos de esas personas que se convierten en rasgos negativos y son el producto del rechazo. Eso va variando y tiene mucho que ver con lo que circula en la sociedad, en los medios de comunicación y en la comunidad".
Recurrencias. Justamente ese aspecto del alumno de Fighiera que provocó el rechazo al punto de convertirlo no ya en una cargada ocasional sino en un hostigamiento violento y un claro acto de discriminación fue ser salteño.
Zelmanovich insiste que estos rasgos van variando y mucho dependen de lo que la sociedad construye y transmite. Indica entonces que "esta vez fue por ser salteño, pero también puede ser por pobre o por algún rasgo físico". Agrega que hay algunas recurrencias a las que hay que prestarles atención.
—¿Cuáles son esas recurrencias?
—Están muy vinculadas con los ideales que van circulando en la sociedad, por ejemplo "el gordo", "el nerd" que estudia mucho, "el pobre", "el negro", "el boliviano", todo depende de cada contexto. Es decir, lo que hay advertir es cuáles son esos rasgos que se convierten en rasgos negativos. Un dato importante es poder ubicar qué es lo que construye identificación en el grupo. Por lo general, el que "es tomado de punto", al que se lo discrimina es aquel que es diferente a aquello que une al resto del grupo. El grupo se identifica porque no son "los bolivianos", no son "los negros", no son "los gordos".
—¿Cómo advertir cuando una cargada o burla ocasional puede terminar en un hecho de acoso y violencia?
—Hay que estar atentos a qué es lo que construye identificaciones en el grupo e ir advirtiendo quiénes son los que quedan afuera, para intervenir antes de que se desencadenen las situaciones violentas, también para poder ofrecerles a los chicos otros rasgos de identificación y que ese que está quedando afuera, pueda ingresar al grupo por otros rasgos que se destaca.
—Ahora, eso depende de la habilidad del docente y de las herramientas con las que cuente para poder intervenir.
—Pasa que a veces se dan situaciones difíciles y otras, en la vorágine diaria, las situaciones más complejas van pasando, se naturalizan. Por eso aquí hay algo para pensar que es cómo se trabaja sobre la lógica de la conformación de los grupos y cómo intervenir allí, porque siempre el grupo se constituye a partir de algo que es la excepción. La clave está en saber que siempre alguien va a ir a parar a ese lugar de ser la excepción y cuidar que esa excepción no vaya al lugar de la discriminación.
—¿Qué pasa con las familias? ¿A qué deben estar atentas?
—Cualquier adulto en la familia o también en la escuela puede advertir cuando el chico no quiere ir a clases, escucharlo como un llamado, de que algo está pasando, que a veces ni el propio chico lo sabe, darse cuenta que hay un sufrimiento, y que ese sufrimiento encierra algún enigma. Entonces estar atentos a esas señales. Sobre todo porque, en general, se atienden más a los indicios que van por la llamada de la "mala conducta", sin embargo los silenciosos, los que no "molestan" también sufren. Hay algo más para pensar: estas situaciones están muy vinculadas al problema del reconocimiento. A veces la familia puede ubicar cuáles son los puntos de mayor fragilidad y de mayor fortaleza de los chicos y hasta ofrecerlos como un dato a la escuela.
—¿Cómo se le devuelve a chicos que han sufrido estas violencias la confianza en la escuela?
—No es una tarea sencilla, pero sí una tarea necesaria. Una vez que se desencadenó la situación, hay que ver cómo se retoma. Y eso se hace con los chicos que estuvieron directamente involucrados, también con el grupo y la escuela. Es una oportunidad para poder pensar e interponer al acto (algo muy propio de la época que es pasar rápidamente al acto). Ahora para poder restituir ese lugar de cuidado me parece que no hay que dejar pasar la situación, es una oportunidad para poder pensarla en los distintos planos.