1 Pretérito perfecto simple. Así se llama la conjugación verbal que escogiste. "No funcionó". El pretérito perfecto simple, dice una de sus definiciones, se utiliza para referirnos a acciones que se consideran completas y terminadas desde el punto de vista del hablante. El pretérito imperfecto, en cambio, implica una acción que ocurrió en el pasado pero que se repetía, que tenía continuidad. Es una continuidad en el pasado, por supuesto. Pero la elección del tiempo verbal es reveladora. Si hubieras dicho "no funcionaba" queda un atisbo de esperanza al que aferrarse, porque deja implícita la posibilidad de un cambio, de algo que modifique —en el pasado o en el futuro— esa situación. "No funcionó" revela, en cambio, una vuelta de página definitiva.
2 ¿Me acuerdo, entonces, de un texto de Silvia Molloy que está en el libro Desarticulaciones. Aunque no sé si me acuerdo o lo voy a buscar en la biblioteca, y revuelvo el desparramo de libros que nunca ordené porque nunca terminé de arraigarme en esta casa. Me acuerdo de una frase de un texto de Silvia Molloy y la busco para transcribirla: "No quedan testigos de una parte de mi vida, la que su memoria se ha llevado consigo. Esa pérdida que podría angustiarme curiosamente me libera: no hay nadie que me corrija si me decido a inventar". ¿Y si ahí se escondiera una respuesta? ¿Y si tuviera que narrarte con libertad e impudicia ahora que no estás para contradecirme? Frases que no fueron, miradas que imagino, silencios que debieron ser: detalles que mejoren el recuerdo, que lo configuren, que lo modelen como si fuera arcilla. Pero tengo miedo de inventarte. Quién me asegura que mañana, tal vez, no sepa diferenciar cuál de las dos eras en realidad.
3 Entonces escribo. Te escribo. Escribo —te escribo— en uno de los dos cuadernos que alguna vez me regalaste. Te escribo podría ser "escribo para que vos leas esto"; pero creo que en forma inconsciente estoy ampliando el concepto anterior. Te escribo como si no existieras por fuera del papel, como si mi deber o mi vocación fuera inventarte. Sé, por supuesto, que no es así. Que además de estar más allá de mis manos que no te alcanzan, también sos más allá de mis manos que te escriben. Y de golpe, no sé por qué, pienso en el idioma inglés. No lo domino, nunca lo estudié ni me esforcé por aprenderlo. Pero mis conocimientos básicos me sirven para recordar que la forma verbal are equivale tanto a "ser" como a "estar". A lo mejor te empiece a evocar en inglés, para que seas y estés —al mismo tiempo, con el mismo verbo— más allá de mis manos. De cualquier modo, no hay ninguna diferencia: hoy sos más allá y estás más allá. Aunque te escriba para negarlo, o desmentirlo, o disimularlo..
4 Te escribo, dije. Pero, ¿te escribo de verdad? ¿Te perfilo, te cuento, te narro en algún momento? Creo que no. Lo que hago, acaso, es bordearte, aproximarme a vos a través de lo que escribo. Transformarte en narrataria para forzarte a no desaparecer. Aproximarme a vos o al abismo de vos. En eso, quizás, esto se parezca a ciertos momentos de nuestra relación. Asomarme al abismo de vos sin alcanzarte y sin verte. A veces, creo, quería gritar tu nombre. Pero tenía miedo de que todo lo que volviera fuera el eco de mi voz.
5 Y a veces me aterra el futuro. A veces. Sólo a veces. Pienso si nos volveremos a encontrar en algún lugar y pienso en ese poema de Fabián Casas:
"Hace algún tiempo
fuimos todas las películas
de amor mundiales
todos los árboles del infierno
viajábamos en trenes que unían nuestros cuerpos
a la velocidad del deseo
Como siempre, la lluvia caía en todas partes.
Hoy nos encontramos en la calle
ella estaba con su marido y su hijo;
éramos el gran anacronismo del amor,
la parte pendiente de un montaje absurdo.
Parece una ley: todo lo que se pudre forma
una familia
Mañana seremos eso: el gran anacronismo del amor. Nos cruzaremos, tal vez, en la calle, o a la salida de un cine, en algún bar. De tu mano irá el hombre que me reemplace o que ocupe mi lugar junto a tus pasos —nadie, me dirías con razón, ocupa el lugar de otro, nadie reemplaza; pero yo insistiría con absurda necedad en el final de la sentencia, en ese "junto a tus pasos" como un territorio perdido y anhelado—. Seguramente te verás feliz, con ese brillo en los ojos que alguna vez supiste tener, con la música de tu risa precediéndote.Y yo pensaré, con tristeza o con dolor o con nostalgia, que hace algún tiempo fuimos lo que ya no volveremos a ser. Lo pensaré, seguramente, cuando seamos pretéritos los dos