La semana pasada hablamos sobre el esquema de las 4P de Philip Kotler, un estadounidense, economista y especialista en marketing. Un modelo esquematizado para que todo producto o servicio tenga mas chances de alcanzar su éxito en el mercado.
La semana pasada hablamos sobre el esquema de las 4P de Philip Kotler, un estadounidense, economista y especialista en marketing. Un modelo esquematizado para que todo producto o servicio tenga mas chances de alcanzar su éxito en el mercado.
Todo proceso de venta (y el matrimonio también lo es) se complementa con estrategia de post-venta (la 5ta "P"), algo así como un proceso de fidelización.
En un proceso de vertiginoso avance tecnológico, los cambios radicales en las formas de hacer negocios así como de relacionarnos, la sobre-oferta y el exceso de información nos acerca más opciones y nos exigen más creatividad a la hora de desarrollar diferentes habilidades para sostener y fortalecer las relaciones.
Y las relaciones humanas cumbres que se presentan en el matrimonio exigen por reglas y condiciones de convivencias con fuerte basamento económico para que la sociedad matrimonial vaya encontrando los equilibrios que son desafiados permanentemente por el entorno.
• Regla # 1 – Encárgate vos | La división del trabajo...
Es una de las primeras discusiones societarias sobre la división de tareas en el hogar. Más aún cuando los niños hacen su llegada y las obligaciones se multiplican inexorablemente.
Adam Smith (1776) daba cuenta que la división del trabajo era un postulado básico para el crecimiento y la evolución económica. Dividir las tareas en función de lo que cada cual sepa hacer mejor (en lo que cada cual es especialista). A esta concepción la evolucionó David Ricardo cuando habló de las ventajas comparativas y no las absolutas como mecanismo para el crecimiento.
La pregunta entonces es quien se encarga de cada tema? El que sea más rápido y eficiente debe encargarse, dado que de la división y especialización el resultado conjunto determinará un factor de vital importancia, un poco más de tiempo libre para forjar el vínculo!
• Regla # 2 – esta discusión es inútil | Aversión al riesgo...
A los seres humanos no nos gusta perder en nada. Asumiendo que perder para muchos es un camino de ida. En los negocios (al igual que en la vida) perder forma parte del ganar, ya que sin estas etapas lógicas del proceso nuestra evolución sería una quimera.
Los analistas de bolsas en escenarios recesivos, les aconsejan a sus clientes por lo general sostener la cartera de inversión hasta que el panorama sea más claro. Vender en contextos bajistas equivale a quererse bajar de una montaña rusa en pleno descenso. Entonces? A lelajarse un poco.
Las decisiones tomadas en caliente siempre tienen costos ocultos que aparecen cuando menos se lo piensa. Lo ideal en estos escenarios en los que las discusiones clásicas y típicas nos embargan, bajemos un cambio y tomemos las decisiones 24 o 48 horas después. Todo se verá diferente y seguramente mejor.
• Regla # 3 – Intimidad escasea? | Ley de rendimientos decrecientes...
Te suena conocido? En economía se dice que cuando se agregan factores productivos al proceso dejando otros constantes (ceteris paribus) se generan progresivamente menores incrementos en la producción. Si lo queres en castellano, más no es mejor y en un proceso productivo que haya más gente no significa que se produzca más sino justamente lo contrario. Estos son rendimientos marginales decrecientes.
En tu economía matrimonial pasa lo mismo, cuando aumentan los precios de los bienes y servicios y tú restricción presupuestaria es fija hay que modificar tus conductas de consumos. En la economía de estos días en la que ambos salimos a trabajar, los factores que afectan a la intimidad están en alza: las redes sociales, las pantallas y el multi-tasking entre otros.
Las soluciones de pareja se buscan puertas adentro. De la buena conexión, el diálogo directo y de hacernos el espacio-tiempo se vuelven elementos preciosos a la hora de recuperar esa intimidad tan necesaria.
• Regla # 4 – Los costos y beneficios de la relación
Alfred Marshall por el año 1890 nos hizo conocer que en economía existe el concepto de costo-beneficio. La conducta humana se enfoca en tomar decisiones sobre las que el costo es inferior a los beneficios que la acción genera. Es decir que en la situación óptima los beneficios tienen que superar necesariamente a los costos.
Cuando hablamos de costos, algunos son visibles y otros "hundidos", es decir costos que no están a la vista y que van aparecer en algún momento distante del presente.
Es habitual qué en un matrimonio ambos deban realizar alguna actividad comercial para sostener la economía familiar. En ese marco cada cual va forjando su propia carrera, su destino económico y también su libertad.
El concepto de la competencia, de la eficiencia y del ansiado progreso económico nos lleva inexorablemente a enfocarnos en el desarrollo intensivo de nuestro trabajo. Desde la irrupción de los smartphones nuestro trabajos se trasladaron a los hogares flexibilizando así nuestros horarios y haciendo que las jornadas ya no reconozcan límites.
Pero como todo en la vida tiene su costo en materia de emocional familiar la extensión de las jornadas laborales por los planes de carreras profesionales no dejan de tener un efectos derrames afectando el tiempo qué invertimos en nuestros seres queridos.
Es un buen momento para pisar la pelota y sopesar adecuadamente los costos y beneficios de un promisorio plan de carrera versus los de una postergación en el plano familiar.
Poder visualizar estos costos y fundamentalmente los denominados hundidos nos permitirán tomar dimensión de en qué punto estamos parados de nuestro desarrollo de carrera y lo propio en el plano familiar para poder replantearnos así la estrategia antes que sea tarde.
• Regla # 5 – Mantener viva la Caldera | Política de incentivos...
Los seres humanos en nuestra génesis de conducta tenemos diferentes disparadores que nos movilizan a la consecución de determinados objetivos. Sin lugar a dudas que el principal motor de cualquier actividad se relaciona con los incentivos y la promesa de beneficio que la misma genera.
En un matrimonio los incentivos operan de combustible a la caldera que alimenta la relación. Incentivos económicos, sociales y emocionales son algunos engranajes que dinamizan y encauzan a un camino común los esfuerzos de la sociedad conyugal.
Cada matrimonio tendrá su propia escala de valores. Algunos le darán prioridad al desarrollo económico, otros a fortalecer el vínculo apostándole al desarrollo del activo más importante en una relación, la confianza.
En una coyuntura económica en la que sobran desafíos, las organizaciones más eficientes, apelan a los incentivos como canalizador de talentos herramienta de fidelización.
En tu sociedad marital la dinámica es similar. Definir claramente los objetivos e incentivos conjuntos así como también un sistema de delegación mutua derechos y obligaciones basados en la confianza, nos acercará a un resultado eficiente muy por sobre el que se logra bajo los modelos de imposición. De esto también se trata la econo-mía.