La travesía comienza apenas el vuelo de Latam aterriza en el aeropuerto Pudahuel de Santiago de Chile, tras unas dos horas de vuelo desde Buenos Aires. Desde allí el trayecto estará siempre acompañado de la cordillera de Los Andes y, repentinamente, se convertirá en un ascenso entre curvas y contracurvas hasta llegar al Gran Hotel Portillo, ubicado a poco más de 2.800 metros sobre el nivel del mar desde hace 67 años. Un destino en sí mismo, donde el alojamiento y el lugar elegido para vacacionar se conjugan a la perfección.
El inmueble es ideal para disfrutar a pleno cada uno de sus rincones cuando el ski requiere de un descanso. Porque si hay algo que prevalece en Portillo es la práctica de ese deporte: la posibilidad de deleitarse para quienes ya lo aprendieron o de lanzarse a una sensación única en cada clase. Tanto que, al término del ski week, se podrá saber cómo dominarlo.
De eso se trata. De tomarse una semana para homenajearse, para vivir de verdad el encuentro directo con la nieve, los sabores más exquisitos y la estancia soñada. A sólo dos horas de Santiago, Portillo es uno de los centros de ski más exclusivos del planeta que, con el paso de los años, se convirtió en toda una leyenda. Famoso por sus pistas de distintos niveles y por su maravilloso entorno natural.
A poca distancia de la base del Aconcagua, la montaña más alta de América, y rodeado de la fabulosa laguna del Inca, Portillo se convirtió en un paraíso invernal, un sitio único. Con sólo observar el paisaje, se percibe una especie de evasión de la realidad cotidiana. Y, en vacaciones de invierno, sólo eso permite sumar las energías necesarias para afrontar el resto del año.
La imagen que refleja el curso de agua (puede llegar incluso a congelarse) contorneado de nieve y altas cumbres tiene un plus: la posibilidad de disfrutar de dos enormes jacuzzis y una piscina climatizada al aire libre y a centímetros de la nieve, donde no se siente frío, sino máximo placer al final de una jornada de ski y platos exquisitos. Esa misma agua que provee el lago es potable y está siempre presente en cenas, almuerzos, desayunos y meriendas.
¿Por qué no levantarse para un desayuno completo, calzarse los esquíes, regresar a almorzar para luego volver a la montaña, asistir a una clase de yoga con una experta suiza, cenar centolla o chupe de jaiba con vino cepa carmenere, tomar un té relajante y culminar la jornada escuchando a Lemon, una banda chilena que hace impecables covers de U2? Esto y más permite Portillo.
Se supone que viejos expedicionarios encargaron las vías del tren que llegan hasta el paraje, pero que permanecen en desuso, aunque con proyectos para recuperar el ferrocarril. En los años 50, el viaje desde Santiago o Valparaíso demoraba cinco horas y desde Mendoza unas nueve. Sin embargo, la presencia de los durmientes suma el encanto de historia escondida en cada rincón del lugar.
En efecto, el hotel es el mismo de siempre. Fue construido por el Estado, pero luego privatizado. La familia estadounidense Purcell lo rescató. Es que se había pensado hasta en demolerlo. Así, quedó en manos de Henry, también conocido como el gurú de la nieve, un hombre de más de 80 años que vive allí y camina por los ambientes del hotel preocupado por cada situación diaria. Enamorado del lugar, escribió "El espíritu de Los Andes", el único libro que relata la historia de Portillo y que puede leerse allí mismo en la histórica biblioteca (hoy también sala de internet y fotografía digital).
El gran hotel esconde relatos imperdibles: de hazañas, encuentros, vivencias de todo tipo que se recrean y nacen en cada charla en el lobby a la vera de un hogar a leña imponente. El salón es un espacio omnipresente dentro de una enorme estructura amarilla. No obstante, ese ámbito legendario no es lo único que conforma el complejo. En la actualidad, pueden alojarse allí alrededor de 500 personas en virtud de haberse añadido dos alas exteriores para el público que busca posibilidades más accesibles: el Octógono y el Inca Lodge.
Aun así, los pasajeros son habitué en un 70 por ciento; entre ellos gran cantidad de brasileños y argentinos y, obviamente, chilenos que disfrutan de las vacaciones de invierno. De todos modos, los visitantes europeos y de otros lugares del mundo no faltan. Fundamentalmente, los amantes del ski y el snowboard no pueden perderse la oportunidad de tomar contacto con la nieve chilena cuando en su tierra es verano. En definitiva, unos 10 mil esquiadores llegan cada temporada para lograr renacer el espíritu que caracteriza al emprendimiento: la calidez.
Ese bienestar se instaló desde su misma apertura y se acrecentó cuando en 1966 se organizó el único mundial de esquí en el hemisferio sur (se cumplen 50 años). Desde entonces, el complejo funciona en medio de la naturaleza como un reloj. Los 500 empleados están atentos para que a los esquiadores no les falte nada: ni siquiera hay que esperar para utilizar alguno de los 14 medios de elevación. Todo está previsto: la asistencia sanitaria, el helicóptero para acceder al deporte en zonas vírgenes, un baño humeante en una habitación más que confortable, cine, música y el descanso ideal. Porque a la semana de vacaciones, de sábado a sábado, no hay que perderla ni un segundo.
La tradición de volver
El Gran Hotel Portillo tiene una enorme tradición bien ganada. Al ser alojamiento y destino a la vez, permite a los pasajeros moverse con tranquilidad a través de un sistema similar al de los cruceros. Además, es sumamente cómodo para llegar las pistas. "Por eso se convirtió en un lugar exclusivo para las vacaciones de invierno", dice el gerente de Marketing, Alejandro Goich, a La Capital.
"Esto se suma a la cálida atmósfera que se vive adentro", detalla y pone un ejemplo: "Es un lugar seguro para los chicos y de descanso para los padres. El equipo de entretenimiento ofrece todo tipo de alternativas a los más pequeños".
Si bien el hotel y el centro de ski son parte del mismo emprendimiento y administración, los turistas pueden concurrir a practicar el deporte cuando quieran pagando su ticket de acceso. Pero se impone la modalidad ski week con pensión completa. En este sentido, prevalece la idea de lo familiar (family friendly service). Aunque existen alternativas para mayor nivel económico, hay posibilidades de estancia para todos los gustos. Así, se puede pernoctar en el área Inca Lodge por mil dólares promedio para una semana. Esto incluye los ascensos a la montaña, pensión completa y todas las propuestas hoteleras.
"Se trata de hallar una manera de solucionar costos", indica Goich antes despejar mitos: "Portillo está catalogado como un sitio para esquiadores profesionales y medio avanzados, pero también se puede venir a aprender. Un 20 por ciento de las pistas es para principiantes". En rigor, la Magic Carpet es un ámbito ideal para dar los primeros pasos en este fascinante deporte. Es que el ski parece impregnarse para siempre. Si hay algo que tiene Portillo es que la tradición de practicarlo se transmite de generación en generación. Más aún cuando se trata de un lugar privilegiado por la naturaleza. Este año la nieve se instaló temprano para quedarse. Y hay mucha.