Con la referencia de la patria grande como meta casi inalcanzable, "El encuentro de Guayaquil", de Nicolás Capelli, evoca la reunión histórica de José de San Martín y Simón Bolívar que signó el destino latinoamericano. El filme, que se estrenó esta semana en Rosario, cuenta con los protagónicos de Pablo Echarri y Anderson Ballesteros, y un elenco con figuras de la talla de Eva de Dominici, Juan Palomino, Emme, Rubén Stella, Luciano Castro y Miriam Lanzoni.
La coproducción argentino-colombiana está ambientada en plena campaña militar por la independencia, en la que Capelli reconstruye aquel encuentro que los próceres mantuvieron el 26 de julio de 1822 en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil. Y lo hace a partir de diversas cartas que ambos líderes enviaron luego a sus allegados, con el objetivo de desentrañar sobre qué hablaron y poniendo de relieve el pensamiento revolucionario, político y filosófico de estos hombres.
En ese momento, tras haber cruzado Los Andes y liberado Chile de manos realistas, San Martín se encontraba sitiado en Lima, sin recursos humanos ni económicos suficientes para revertir la situación militar, con su posición política muy debilitada y afectado por la oposición del gobierno de Buenos Aires y una campaña de desprestigio en su contra, por lo cual decidió que debía recurrir a Bolívar para buscar apoyo, tras lo que renunció a sus cargos.
El cineasta, en su segundo largometraje tras "Matar a Videla" (2010), recordó que "San Martín sólo le podía contar sus miedos y temores a un par. Y ese par era Bolívar. Eso nos permitía mostrar ese juego de ajedrez que se produjo entre ellos".
Y agregó: "En ese juego se disputaban sus proyectos diferentes de patria grande, porque San Martín buscaba una monarquía constitucional al estilo incaico y Bolívar quería presidir vitaliciamente una federación de estados americanos, pero también sus egos".
"Me interesaba indagar en sus conflictos internos, en sus delirios de grandeza y en sus errores políticos. Quería mostrarlos como los seres humanos que fueron. Y destacar sus renunciamientos, sus gestos de abandonar el destino individual en función de los destinos de los latinoamericanos", afirmó el cineasta.
En diálogo con Télam, Capelli recordó: "Venía de hacer «Matar a Videla» y nunca me sentí feliz, me había quedado bastante frustrado. Trabajaba en TV con José Pablo Feinmann y estaba todo el tiempo buscando historias. Un día fuimos al teatro a ver la obra de Pacho y no pude pestañear ni un instante. Así me decidí por hacer una película sobre esta historia".
En la película, una reconstrucción de época en la que también actúan Naiara Awada y Arturo Bonin, se pone en discusión la idea de que ambos próceres estaban "educados para matar hermanos en nombre de la patria", lo que según Capelli indica que "estaban dispuestos a todo, incluso a sacrificar sus propias vidas. Ellos mismos se preguntaban si estaba bien o mal lo que hacían".
Capelli eligió el flashback como forma narrativa predominante, lo cual le permitió ir y venir una y otra vez en el tiempo, mostrando el momento del encuentro entre ambos próceres e intercalándolo con las memorias de cada uno de ellos, sus logros y pesares, sus amoríos y las intrigas y conspiraciones de los "enemigos internos" que sufrieron antes de llegar a Guayaquil.
"Los enemigos de la patria grande siguen siendo los mismos hoy en día. Sus intereses siempre terminan siendo económicos, egoístas. Son los enemigos internos de las causas nacionales y populares. El dominio externo no podría existir sin cómplices o amigos internos que casi siempre son los intereses del puerto", destacó Capelli, en relación a las traiciones que los patriotas soportaban.
Por la complicidad política y los intereses comerciales que unían a los enemigos de adentro y los de afuera del territorio latinoamericano, el cineasta cree que todavía sigue vigente la frase que cerraba la obra teatral de O'Donnell: "Casi 200 años después, el sueño de la patria grande sigue siendo sólo eso, un sueño".
Capelli señaló además que "en el encuentro en Guayaquil no hubo testigos. Estuvo envuelto en un gran misterio durante estos 200 años, y sólo se pudo conocer y reconstruir a partir de las cartas que San Martín y Bolívar enviaron a sus colaboradores y allegados, recuperadas por historiadores como Pacho O'Donnell, Norberto Galasso y Araceli Bellota".
Y concluyó que para muchos en la época ese encuentro era algo impensado, sobre todo porque "la guerra de egos entre ambos no se los iba a permitir". Pero además porque San Martín estaba "muy desprestigiado, no sólo por sus errores políticos, sino debido a su necesidad de consumir opio para calmar los dolores que lo aquejaban".