La provincia de Santa Fe es un experimento político a cielo abierto.
Por Mauricio Maronna
La provincia de Santa Fe es un experimento político a cielo abierto.
Cuando el kirchnerismo parece desflecarse a nivel nacional, aquí hace pata ancha y canta victoria. A la vez, el macrismo tuvo en Albor Cantard al candidato más votado, en paralelo a un nivel de desconocimiento altísimo. En ese marco, la gran debacle fue del Frente Progresista, de mala performance en Rosario en las dos categorías que estuvieron en disputa.
Hay un dato muy sugestivo en los resultados finales de la provincia: ninguna fuerza alcanzó el 28% de los votos. Al fin, el poroteo entre los frentes equipara el escenario político santafesino al de Rosario, donde desde hace varios comicios existe una constelación multipartidaria sin liderazgo claro que trepe a porcentajes inalcanzables.
El éxito de Agustín Rossi le da entidad a un dicho recurrente: en política no hay muertos, sólo desmayados. El peronismo santafesino tomó una decisión inteligente a la hora de decidir que todos los sectores vayan por adentro. La competencia entre Rossi y Alejandra Rodenas le puso un anabólico al Frente Justicialista que, ayer a las 5 de la madrugada, se convirtió en la alianza más votada. Chapeau, peronistas santafesinos.
Los fundamentos de los votos de Cantard están sobrediagnosticados. Es todo de Marcos Peña, quien le dio el sí a José Corral para que el ex secretario de Políticas Universitarias se convierta en candidato, en lugar de Mario Barletta. "El candidato no va a ser Cantard individualmente, el candidato será el equipo", le dijo el jefe de Gabinete a La Capital hace poco tiempo atrás, cuando el sol del mediodía bañaba los ventanales de su despacho.
"Lo único que tenía que hacer Niky (por Cantard) es seguir los consejos que Amadeo Carrizo hacía siempre a los arqueros: «nunca hay que meter adentro del arco las pelotas que van afuera»", dijo, chispeante, una figura santafesina del macrismo. Y Cantard siempre estuvo a la altura.
Por estas horas, se expanden los interrogantes en el Frente Progresista, dueño de una mala performance que hace recordar el derrotero de Hermes Binner en las elecciones de 2015. El oficialismo santafesino sostiene que fue víctima de "la grieta" entre el macrismo y el kirchnerismo, pero el candidato Luis Contigiani nunca se paró en el medio, prefirió denostar duro y parejo al gobierno de Mauricio Macri.
Contigiani fue, incluso, más duro en muchos momentos que Rossi y el resto de los opositores a la hora de caracterizar las políticas de la Casa Rosada.
Al menos en la estrategia de campaña, nunca pudo el Frente Progresista alambrar la provincia, algo que sí hizo con mucho éxito durante las elecciones nacionales de otros tiempos. El socialismo fue una barrera para las intenciones del kirchnerismo de penetrar en Rosario y Santa Fe. Hasta que apareció el PRO, primero, y ahora Cambiemos. Aquella oportunidad, en la campaña de 2015, en que los socialistas sugirieron el voto a Daniel Scioli, fue un punto de ruptura con ese sufragio moderado de centro.
Esa autopista discursiva anti-Macri que eligió Contigiani estuvo demasiado transitada por otras opciones opositoras, hasta perder centralidad. Debería preocupar y mucho que el Frente Progresista no haya sobrepasado el 10% en Rosario, casa matriz de la coalición.
¿Qué deberían hacer los socialistas camino al futuro inmediato? Primero deberían encerrarse en una habitación Miguel Lifschitz, Antonio Bonfatti y Hermes Binner. Y juramentarse caminar juntos toda la provincia, aupando las diferencias con macristas y kirchneristas.
De ahora en más, la coalición de radicales, socialistas y partidos menores tiene la responsabilidad de hacer lo que tenga que hacer para poder mantener el poder dentro de dos años. De acuerdo a los resultados del domingo, ese escenario peligra en la provincia y en Rosario.
Aunque se haya tratado de una gran encuesta, las primarias dejaron luces verdes, amarillas y rojas en todos los campus de la política provincial.