Explorar las razones de una derrota electoral es la clave para entender el presente y proyectar el futuro de un espacio político. Ese es el desafío que se propone Juan José Giani en su libro "De la K a la M, las filosofías de dos modelos". Para el docente y filósofo rosarino, el kirchnerismo aún debe hacer una autocrítica profunda sobre los errores que lo llevaron a perder el poder en manos de Mauricio Macri. Pero ese debate interior se debe hacer sin resignar ni claudicar ideológicamente de un proyecto que gobernó la Argentina durante 12 años y medio. "Porque a veces, en nombre de la autocrítica, se quiere enterrar todo el pasado", sostiene.
Giani observa que dentro del universo kirchnerista muchos leen la victoria de Macri como una suerte de perturbación de la conciencia colectiva, una especie de autoflagelación de los sectores populares. Por el contrario, el filósofo rosarino dice que hay que reconocer errores propios y virtudes ajenas. Y, a la vez, transitar un camino de reflexión que abandone el atrincheramiento y el enojo. "Hay más kirchnerismo en la sociedad que en el sistema político", sostiene.
—¿Qué cosas lo motivaron para sacar el libro?
—La derrota electoral causó mucha consternación en nuestro espacio político (el kirchnerismo) y este es el momento de intentar colaborar con ese debate.
—¿Una forma de colaborar es proponer una autocrítica amplia?
—El libro intenta, en buena parte, reivindicar muchas cosas del kirchnerismo. Frente a la agresión simbólica del gobierno a la herencia recibida, hay que señalar que la herencia que recibió el macrismo es la mejor que recibió un gobierno democrático del 83 a la fecha. Esto no quiere decir que fue una herencia perfecta ni mucho menos. La otra cuestión es que esa misma actitud de agresión simbólica genera una especie de atrincheramiento. La idea de afincarse en esa identidad es no admitir cosas que la sociedad esperó del kirchnerismo y no se las dio. No podemos pensar el futuro del kirchnerismo sin ser más cuidadoso en reconocer cuáles fueron las cosas donde el macrismo pudo apelar como forma de legitimidad propia.
—¿Cuáles serían las causas que lo llevaron a la derrota?
—Siempre un resultado electoral tiene múltiples causas. Yo señalo dos. La primera, a las elecciones presidenciales la define la economía. Para quien los quiera ver, los indicadores son claros: en el segundo mandato de Cristina desde el punto de vista económico y social estuvo muy por debajo del de Néstor y del primero de ella. La propia estructura económica del país requería cambios y Cristina no los hizo. Se produjo un cuello de botella en término del desarrollo económico que implicó que la Argentina durante 4 años creciera menos que los 8 anteriores. Y los indicadores sociales también fueron mucho menos alentadores que los primeros ocho años. Lo segundo, es que no hubo una buena administración del 54 por ciento del 2011. Cuando uno gana la elección por un margen tan amplio, existe el riesgo de estar propenso a no reconocer las cosas que no viene haciendo del todo bien. Es complicado desde el éxito estar dispuesto a escuchar señalamientos. Al kirchnerismo le faltó capacidad de mantener algo que tuvo naturalmente, que fue autocorregirse.
—En una entrevista anterior, un politólogo rosarino me señalaba que el kirchnerismo reaccionó mejor en situaciones adversas...
—Sí, así es: el kirchnerismo tomó sus medidas más audaces cuando era más débil. Y eso no entra en ningún manual de la ciencia política. Si uno mira YPF, ley de medios, son medidas que se toman después de resultados electorales que no fueron positivos. Y en eso hay algo que tiene que ver con la psicología de los personajes, de los líderes políticos. Cuando uno tiene una mayoría demasiada consolidada, tiene inclinación a repetir lo que venía haciendo, porque lo que hizo le dio éxito. Pero a veces la política requiere, aun en el éxito, que uno vaya revirtiendo las cosas que van agotando su ciclo.
—¿Por qué motivo el kirchnerismo no pudo proyectar un candidato de cuño propio para las presidenciales? ¿Cree que hubo alguna falla en la conformación de la fórmula?
—Las tácticas políticas son importantes, la elección del candidato es importante, pero no es el factor al cual le presto mayor atención para entender esta circunstancia política. Apunto más a situaciones estructurales. No estoy demasiado convencido de que una estrategia electoral diferente hubiera producido un resultado distinto. La teoría de la candidatura de Scioli era que capturaba kirchnerismo porque lo apoya Cristina, pero tenía también cierto margen para capturar un sector más independiente. Esa fue la apuesta, que era razonable, pero no fue exitosa. Ocurrido el resultado, estoy orientado a pensar más otras cuestiones. Si uno quiere retornar, tener chances de ser nuevamente gobierno, tiene que hacer un balance del pasado y a partir de eso construir una agenda de futuro.
—¿Observa un futuro político de Cristina intacto a pesar de un frente judicial complicado y algunos episodios de corrupción que ocurrieron en su gobierno?
—Cristina sigue siendo una referencia política muy fuerte. Lo digo por sus talentos personales, por su calidad de dirigente y porque sigue manteniendo un núcleo de adhesión muy fuerte. Las voluntades colectivas no cambian tanto ni tan rápido. Creo que el panorama electoral argentino no es muy distinto al de hace un año. Hay un tercio del electorado que sigue manteniendo a Cristina como figura principal, hay un tercio que apoya fuertemente al gobierno, y hay otro tercio que es muy fluctuante. Lo que ha pasado ahora es que ese tercio anti-K tiene una referencia y una conducción: Mauricio Macri, y tiene al Estado, ni más ni menos. Y en ese tercio de indecisos, el kirchnerismo tiene los puentes interferidos.
—¿Por quiénes y por qué?
—En ese segmento ha hecho mella el tema de la corrupción, el caso López pegó muy fuerte. Sobre ese núcleo social hay que reconstruir una confianza que hoy está deteriorada. Ese es el desafío. Ahí yo creo que es importante la actitud de escuchar. A veces veo que hay una dificultad de escuchar la opinión de quien nos abandonó. A veces se corre el riesgo de pensar que el resultado del 2015 fue una especie de perturbación de la conciencia colectiva. Hay que ver cómo uno está abierto a advertir qué cosas exigen del kirchnerismo una modificación de actitudes, pero sin resignar ciertos núcleos ideológicos básicos. Autocrítica sin resignar las posiciones ideológicas. Ese equilibrio no es lo que está pasando. Porque predominan los que en nombre de la autocrítica quieren enterrar todo el pasado kirchnerista, o los que siendo kirchneristas están muy poco dispuestos a admitir que lo que pasó remite a cosas que se hicieron incorrectamente. Ese equilibrio me parece clave, y es el lugar menos transitado, y eso es un problema.
—¿Qué liderazgo, a parte de Cristina, puede conducir ese proceso de autocrítica y confirmación?
—Hay que buscar nuevas figuras. Dentro del kirchnerismo hay referencias que cumplieron su ciclo. Por supuesto que pueden acompañar, ayudar, pero no pueden ser la cara visible del proyecto. Y en todo caso una tarea del espacio político es construir y apuntar nuevas referencias. Un dirigente que dice algo que yo comparto: hay más kirchnerismo en la sociedad que en el sistema político. Hay una subrepresentación de kirchnerismo como fenómeno ideológico en el sistema político. Eso implica una crítica a los que no están dispuestos a representarlo, pero también una crítica a los que lo intentan representar y no pueden hacerlo porque están socialmente desprestigiados.
Presentación
La presentación del libro "De la K a la M, las filosofías de dos modelos" será el jueves 13 de octubre, a las 19, en el teatro de la Asociación Empleados de Comercio (Corrientes 450)