Miles de mujeres, madres con sus cochecitos y sus bebés a cuestas, van rodando sobre el pavimento de la avenida de Mayo. Zapatillas que han dado muchas batallas por los barrios de allá lejos, pasando la avenida General Paz; ropa modesta, colores gastados. Son miles. También hay hombres, y banderas de las distintas organizaciones sociales que ayer coparon la zona del Congreso. La marcha, como todo acto callejero, tiene un rol político. Pero los desheredados de la Argentina, los sin trabajo, sin relato político, con las ilusiones desvencijadas, caminan con pudor por las calles de unos barrios de la ciudad donde no viven. Caminan sin gritar consignas, sin esmerarse en creativas coreografías. Son lo que son, y toda su potencia está a la vista, para qué más. No se expresan como militantes, son apenas sobrevivientes.
La olla colectiva de donde se alimenta ese pueblo de los márgenes se está vaciando, de golpe. Y son miles. Ayer hubo un aviso. "Si la gente se queda sin comida se pudre todo", advertían algunos referentes del Movimiento Evita, la organización política principal que, junto a otros sectores, consiguió movilizar a más de 50 mil personas hacia la plaza Congreso.
El acto para bancar la ley de emergencia social y alimentaria —que obtuvo media sanción en el Senado y que pasó a Diputados— también fue nutrido por delegaciones sindicales de la CGT, que aportaron presencia variada, aunque no la masividad de otras jornadas. La CGT aportó, además, a dos de sus tres líderes como oradores. Carlos Acuña, referente de Luis Barrionuevo, y el rosarino Juan Carlos Schmid, orador final, que referencia a Hugo Moyano, y a la Iglesia Católica.
Las calles de Buenos Aires volvieron a poblarse de protesta, masiva, contra la aplicación de un programa económico que cada día aporta un poco más al desbarranque de los olvidados del sistema. Distinta en su composición, y en su masividad, a las marchas del 29 de abril de la CGT con la CTA, y a la que impulsó la CTA el 2 de junio pasado a Plaza de Mayo contra el veto de la ley antidespidos. Sin embargo, todas las marchas reunieron un elemento en común: el plan económico del gobierno nacional no cierra. Ya produjo cerca de 140 mil despidos de trabajadores formales, y el triple —calculan— entre los desarropados que ayer trajinaron el centro de Buenos Aires.
"Sería muy torpe de parte del gobierno nacional si sale a vetar la ley", comentó a este cronista un exultante Juan Manuel Abal Medina en plena caminata por la avenida. El senador del FpV, ahora cercano al Movimiento Evita, fue quien craneó la ley de emergencia y consiguió "casi el 80 por ciento de los votos en el Senado", se ufana el dirigente que fuera jefe de Gabinete de ministros durante el gobierno de Cristina Kirchner.
Puro entusiasmo con la dimensión del acto, Lucila De Ponti, diputada nacional por Santa Fe, integrada al bloque del Movimiento Evita, pronosticó para L LaCapital que en Diputados las chances de votar la ley de emergencia serán pocas. "El macrismo tendrá a su favor los tiempos de las sesiones ordinarias, necesitaríamos mayorías especiales, y sin el apoyo del partido de Sergio Massa será difícil", concedió. Tanto De Ponti como Gerardo Rico, rosarino y de la misma organización, también presente en la plaza, creen que ayer le marcaron la cancha a Macri. Aunque la ley de emergencia tiene final abierto.