Amauri Chamorro elige el escarpado sendero de la mirada hacia adentro de los movimientos progresistas, desde el progresismo. El contexto es América latina y desde su rol de estratega de la comunicación frente a lo que define como el avance del neoliberalismo sobre la epifanía de los movimientos populares. Consultor y analista internacional trabajó con Rafael Correa, Lula y el flamante presidente de Ecuador, Lenin Moreno. Master en comunicación política por la Autónoma de Barcelona, ecuatoriano brasileño, de familia sindicalista, conferencista cálido y coloquial, Chamorro dialogó con La Capital tras exponer ante un auditorio colmado en el Sindicato de Docentes Particulares (Sadop).
"La comunicación es importante pero no solventa los problemas políticos de la humanidad; las derrotas también se explican por falencias", dice Chamorro. Y fija andariveles: el progresismo realizó cambios profundos en el continente; entre los más destacados: bajar la pobreza de 60 a 20 por ciento, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal-ONU). "La realidad es otra; la inclusión resolvió muchas cuestiones, pero le seguimos hablando del pasado y de nuestras conquistas", dice. Y cita como insoslayable considerar esa nueva matriz y sujeto histórico para "cambiar el funcionamiento de la comunicación y las relaciones políticas".
"La revolución ciudadana es la máxima expresión de lo que realiza la gente no organizada, los de a pie, cuando entiende que a través de la disputa política puede mejorar su vida y ser partícipe en la conquista de un sueño", dijo, y citó el proceso que llevó a Correa al gobierno cuando Ecuador tenía los peores índices de América latina "la mitad de los ciudadanos no tenía ni cédula".
En su opinión, "para mantener vigente la capacidad de ganar elecciones y de sustentar un gobierno que lideró un proceso político con esa profundidad es necesario resignificarse, y en eso creo que todos los movimientos progresistas se han quedado, no han conseguido conectar con esos nuevos códigos, con las nuevas preocupaciones".
¿Qué incluye la resignificación? Hablar más a la clase media y a los jóvenes que no vivieron en un país con miseria, aunque sin negar a quienes aún no salieron de la pobreza; calibrar el peso específico de cada franja social. En las elecciones, enfocar en ganarlas y "no en resolver problemas históricos y dialécticos".
"La gente escucha que le ofertan un modelo conservador orientado a la satisfacción del ser humano como individuo, no colectivo; un sueño falso, un humo, pero que le resulta más encantador de lo que decimos: les hablan de lo que como nuevos ciudadanos quieren escuchar", fundamenta.
Para Chamorro, el progresismo debe volver a construir los canales de educación política que quedaron a destiempo de las conquistas materiales. La velocidad con la que ingresó más gente al mercado de consumo mejorando renta y finanzas, fue más rápida que la de formación política y cambio cultural. Y dice que se entregaron más herramientas económicas que bienes culturales "esenciales para comprender que el nuevo escenario fue el resultado de un proceso que costó mucho".
Autocrítica
Aburguesamiento funcional, falta de autocrítica, distanciamiento de las calles y reacción tardía frente a la corrupción. Chamorro es frontal en el análisis porque siente que el aquí y ahora histórico amerita el rigor con un objetivo de máxima: la continuidad de los procesos progresistas en América Latina.
Para Chamorro, la corrupción es intrínseca a los gobiernos, Islandia y Europa como botones de muestra. "Hay que cortarla de inmediato", dice. Y cita el devenir de la izquierda, desde en América, "aparecer como corrupto es matar la reserva moral que éramos para la ciudadanía y eso la derecha lo explotó muy bien, atacando nuestro ADN".
"A esto se agrega la matriz comunicacional que no permite que un juicio llegue hasta el final y condenan. Todo puede ser aceptado de nosotros menos que somos corruptos, es la muerte para el progresismo", enfatiza. Según Chamorro, la autocrítica es indispensable pero es la gran ausente. "Es el eje fundamental porque permite ver los errores cometidos: si tienes gente corrupta, las falencias de gestión, si tus políticas públicas no están llegando o que tu comunicación no está convenciendo", comenta. Y afirma que los grupos conservadores han utilizado mejor los mecanismos de comunicación política.
"La comunicación no solventa los problemas de la humanidad, es un instrumento", acuña Chamorro. "Que un ciudadano con condiciones de vida muy deprimidas haya votado por (Mauricio) Macri no se explica sólo por un proceso comunicacional, no veo la victoria de Macri, veo la derrota de (Daniel) Scioli".
Según Chamorro, es importante entender los elementos políticos y el mal manejo comunicacional en la forma en que Scioli se relacionó con el gobierno de Cristina Kirchner. "Sin duda Macri hizo mejor campaña comunicacional pero las condiciones políticas le eran propicias", explica, y se anima a la complejidad del peronismo. "Quizás le dijeron a Scioli «hay mucho rechazo hacía ella, mejor no hablemos», lo mismo sucedió en Ecuador y casi perdemos las elecciones por eso", agrega.
El análisis de Chamorro es inagotable y el debe y haber, claramente su mayor desvelo: canales de educación política para comprender lo que sucede, recrear una y otra vez los escenarios en la construcción de poder y sobre todo, ser un bisturí afilado al interior de los propios movimientos.