Diputada nacional del kirchnerismo originario y vicepresidenta de la comisión de Asuntos Constitucionales. Se hizo conocida por su alta formación jurídica y personalidad punzante, porque fue depositaria de la máxima confianza la ex pareja presidencial y porque mantuvo sus determinaciones políticas en todas las coyunturas. Vive en la privilegiada zona norte del Gran Buenos Aires y uno de sus termómetros que usa para percibir el clima político —dice— pasa por escuchar qué le grita la gente cuando camina por las calles de los partidos de Vicente López y de San Isidro. Los dos municipios con mayor ingreso per cápita del país, amigables con el gobierno actual y adversos al credo nacional popular, de centroizquierda.
"Me dicen lo que le dirían a Cristina (Kirchner), la misma aversión o el mismo cariño. Están los que me miran amenazante, e incluso me gritan «chorra», y también los que en medio de un shopping me gritan «Diana, grosa»", señala a La Capital.
—La discusión en el FpV está saldada. A Algunos le puede gustar más o menos el protagonismo de Cristina, pero eso no va romper el bloque. Se va construyendo una articulación. Hubo un momento en que un sector decía "sin Cristina" o "Cristina ya fue", pero hoy ya no se escucha exactamente lo mismo. Tenemos un trabajo, una visión: en la unidad está la fuerza. De todos modos, no podemos predecir el futuro. Siempre habrá quienes estén mirando la evolución de los candidatos y no se descarta que algunos se pasen de bando y terminen apoyando a determinado candidato, incluso los de afuera de nuestro espacio.
—La boleta única electrónica (electoral), que obtuvo media sanción en Diputados, ¿pasará el Senado?
—En el FpV, en Diputados, nos inclinamos por el rechazo. Con el sistema que propone Cambiemos y el Frente Renovador (FR), entre otros, el voto podría ser hackeado. Perdería la condición de secreto, precepto constitucional. A la vez, coordinamos con el FpV en el Senado otro dictamen que, si bien incorpora una impresora en el momento de la votación, el recuento se hace manual con el soporte físico del papel. Y no hay chip ni registro electrónico del voto.
—¿Ese proyecto va a prosperar, o es el del oficialismo o ninguno?
—No lo podemos decir, por ahora. Me parece que Cambiemos se mandó sin plan B y ahora no está claro el panorama. Ellos necesitan terminar octubre con la ley sancionada. Sin embargo, no la tendrán fácil en el Senado. Vemos que a mayor desprestigio de Mauricio Macri, menos posibilidades de imponer sus políticas en el Congreso.
—Sin embargo, el gobierno se muestra fuerte. Pese a la brusca caída del salario real, consiguió, al menos por ahora, neutralizar medidas de fuerza de la CGT.
—La política no es mecánica. Ahora, cuando la dirigencia gremial, aquiescente con el saqueo macrista a los bolsillos de los trabajadores, sea rebasada por los trabajadores, veremos qué ocurre.
—La ex presidenta dijo que no quería ser "un obstáculo", ¿cómo lo interpreta?
—Está todo muy verde. Creo que Cristina se mueve como si estuviera en campaña, pero eso no lo sabremos hasta más adelante. Seguramente será una decisión que tome en el momento final.
—¿La presencia o no de Cristina en las listas de 2017 podría incidir sobre la actitud de un sector del PJ, refractario?
—Hay siempre un sector de la política oscilante, en todos los partidos. Van a mirar las encuestas en el último mes y ahí se alinearán. Lamentablemente, hay una lógica de pragmatismo. Creo que la presencia o no de Cristina incidirá en el conjunto de las candidaturas. Tal vez Sergio Massa, quien termina su mandato como diputado nacional, decida no presentarse porque pone mucho en riesgo y se dedique a caminar las provincias pensando en 2019.
—¿Su visión es que Cambiemos conseguirá al menos estabilizar la economía el año próximo o bien podría continuar la declinación?
—No soy especialista, pero lo que nos dicen nuestros economistas es que la Argentina no saldrá adelante con estas políticas y que todo irá para peor. No tuvo resultados con las inversiones, con el blanqueo, con ninguna iniciativa. Macri navega en una ola, en un clima de época, pero no tiene respuestas para el país. El proyecto político económico del macrismo consiste en desactualizar sueldos y empujar a la gente a preocuparse en conservarlo. Con todo, por ahora, muchos acompañan. Aunque durante estos diez meses hubo distintos momentos, lo percibo en la calle.
—¿Qué percibe?
—Presumo que las mismas cosas que le dirían a Cristina, los que me conocen, me las dicen a mí. Noto en el último mes que cambió el clima, siempre en relación a los votantes de Macri. Los propios, por supuesto, me gritan "grosa" y cosas por el estilo, pero mi atención está puesta en el votante de Macri.
—Se discute en estos días en el Congreso un proyecto para posibilitar la producción y consumo de los derivados del cannabis para tratar patologías graves, como encefalopatías, cáncer, y otras. ¿Cuánto de nuevo podría ocurrir con esta ley?
—Siempre planteé la despenalización para consumo personal, según el fallo de la Corte Suprema. Más aún para los casos de uso medicinal. Pero el macrismo necesita crear un enemigo, el narcotráfico, y con eso justifican el aumento de las políticas represivas, de seguridad.
—La lucha contra el narcotráfico fue un eje discursivo y de campaña del presidente Macri.
—Mucha gente cercana me venía en estos tiempos con la tesis de la Embajada de Estados Unidos y, en algún momento, creí que exageraban. Pero con el tiempo, y por lo que voy viendo, tenían razón. Eso se ve, por caso, en el Frente Renovador, donde varios diputados que apoyaban una determinada posición favorable al autocultivo con fines medicinales, de pronto, hacen un giro y darán apoyo al dictamen del oficialismo, que niega esa posibilidad y dilata todo con la excusa de "investigar científicamente los efectos". Es claro que Sergio Massa (además de Macri) tiene un compromiso con esa embajada en lo que ellos llaman la guerra contra el narcotráfico.
—El oficialismo y los aliados advierten que el auto cultivo de cannabis podría derivar en la venta, en promover adicción...
—Cada vez que se legalizó el consumo de marihuana se desarmó el negocio del narcotráfico. Uruguay cortó ese tema, aunque la experiencia de ese país no se puede evaluar porque está en pleno desarrollo. Se cortó la relación con el dealer (vendedor de drogas). La puerta de entrada a las drogas duras no es la marihuana, es el dealer.
—¿Qué pronostico hace para el debate en Diputados?
—El oficialismo pretende invertir la lógica y dice "primero, vamos a investigar", para recién luego darles una respuesta a las personas que necesitan una reglamentación urgente. Y hasta aseguran, en caso de avanzar: "Vamos a comprar las plantas de Uruguay". Algo disparatado.