"¿Por qué le dispararon a mi hijo si no tenía nada en las manos? Fue un pelotón de fusilamiento para Jonatan". María Elena Herrera conmovió hasta los cimientos de la sala cuando declaró ayer en el juicio contra cinco policías por el crimen de su hijo, Jonatan Herrera. La mujer contó quién fue Jony, cuáles eran los sueños que no pudo cumplir y cómo su pérdida dejó devastada a una familia numerosa y humilde, que se ganaba la vida amasando pan y torta asada en una casa de barrio Tablada. Un lugar en el que todo cambió drásticamente el mediodía del 4 de enero de 2015 cuando efectivos del Comando Radioeléctrico y la Policía de Acción Táctica (PAT) que perseguían a un ladrón terminaron baleando a Jonatan mientras lavaba su auto en la puerta de la vivienda.
La declaración de la madre de Jonatan le imprimió un cambio de tono al juicio. Un rato antes había declarado Brian Vespucio, el joven ladrón al que perseguían los policías el día del crimen. El muchacho casi no pudo terminar de hablar afectado por una crisis de angustia (ver aparte). También expusieron con voz temblorosa un primo de Jonatan y su hermano Leandro, de 18 de años, quienes lavaban el auto con él aquella tarde, pero alcanzaron a refugiarse en la casa cuando los sorprendieron los disparos.
La de ayer fue una jornada cargada de emotividad donde esos testimonios, más que cuestiones formales de prueba, permitieron dimensionar la pérdida que afrontó la familia del joven, de 23 años. En el juicio están acusados los policías Gladys Galindo (Comando Radioeléctrico) y Ramiro Rosales (Policía de Acción Táctica) como autores de los disparos mortales. Además están imputados otros cuatro efectivos de la PAT que, al igual que Rosales, recién ingresaban a la fuerza tras una breve instrucción y sólo tres clases de tiro. Son Francisco Rodríguez y Luis Sosa, por intento de homicidio, y Jonatan Gálvez por abuso de armas.
El dolor afloró en la voz ronca de María Elena Herrera cuando se sentó ante los jueces Carlos Curto, Rodolfo Zvala y Juan José Alarcón. "Jonatan era un chico muy alegre, muy capaz, obediente. Su meta siempre era estudiar. Siempre fuimos muy humildes. Para ir a la escuela caminaba veinte cuadras de ida y otras veinte de vuelta con sus hermanos", contó la mujer, madre de nueve hijos. De la escuela República del Perú Jonatan pasó a la Escuela Naval y a los 16 años empezó a trabajar como ayudante de albañil para aportar a una economía familiar a la que no le sobraba nada. Trabajó en una pañalera, estaba realizando los trámites para trabajar como embarcado y era empleado de Falabella.
Jonatan vivía con su mamá, su padre Marcelo, su hermano mellizo y otros siete hermanos en una casa sencilla, de techo plano, en Ayacucho y pasaje Villar. Tuvo una pareja, Sabrina, que al igual que su madre es querellante en la causa. Con ella tuvieron a Ciro, que tenía sólo un mes y medio cuando lo mataron. Esa tarde el bebé estaba con él, cerca del auto. Según contó María Elena, una vecina resguardó al chiquito de las balas.
Al lugar donde estaba Jonatan llegaron policías del Comando que perseguían a Vespucio tras el robo a una juguetería de San Martín y Saavedra de la que escapó en una Zanella 50. En Alem y bulevar Seguí el ladrón perdió el control y siguió huyendo a pie, en medio de un intercambio de disparos. "Agarra por Ayacucho y pasaje Villar. Vivimos justo en esa esquina, donde Jonatan se encontraba lavando el auto junto a Federico, mi sobrino, y Leandro, mi otro hijo", relató María Elena.
Sobre el pasaje, frente a la puerta de su casa, Vespucio cayó por un disparo en una pierna. En ese momento pasó por el bulevar un colectivo de la línea 133 del que bajaron los hombres de la PAT, se plegaron al procedimiento y empezaron a disparar desde calle Ayacucho. "Mi hijo estaba de ese lado y se esconde atrás de un arbolito. Una vecina que venía de comprar cigarrillos le dice que se tire al suelo. Jonatan la miró y no atinó a nada. Ella salió corriendo y se quedó petrificada atrás de una columna", recordó sobre el instante en que su hijo cayó desvanecido.
"Me cuentan que se escuchó una cantidad impresionante de disparos", dijo María Elena, que en ese momento estaba en la casa de su madre, donde esperaban a Jonatan para comer un asado. "El hermano mellizo de él se fue a buscarlo porque tenía el presentimiento de que algo le había pasado", contó. Cuando llegó, Jonatan estaba tirado en el piso. "Me fue a buscar y me dice «mami, a Jonatan le metieron un tiro». Y yo me quedé helada", siguió la mujer en un relato desesperado.
María Elena corrió hasta su casa pero no pudo ver a Jonatan. "La policía Rubertelli, una rubia, me pega en el pecho y me hace azotar contra el suelo", recordó. Recién al llegar al Heca le avisaron que Jonatan tenía tres impactos de bala y que "dos eran gravísimos". "Le agarré las manos a la doctora y le grité «por favor salvá a mi hijo. Usted no sabe la clase de persona que es. Salvenló»", gritó la mujer en un ruego doloroso, como si reviviera ese momento y a su hijo aún le quedaran chances de vida. A esa altura la respiración del público se movía al ritmo de sus palabras. La sala, en un silencio de sepulcro, se llenó de suspiros y ojos húmedos.
Jonatan no resistió una cirugía. A su madre se lo dijeron cuando esperaba en un pasillo tras firmar unos papeles que autorizaban la intervención. "No quise escuchar más nada. Empecé a los gritos. Mis hijos rezaban. No podíamos creer lo que había pasado. Si mi hijo fuera un ladrón lo podría haber esperado. Pero era excelente y me lo mataron".
"Todos le dispararon a mi hijo. Todos son culpables (dijo sobre el accionar policial). Todos lo vieron a Jony detrás del árbol. Sin voz de mando, sin decirle levantá las manos y salí de ahí que te disparamos. Fue un pelotón de fusilamiento para Jonatan. ¿Por qué no pensaron antes de disparar? Por más que no tengan experiencia. Si estaba lavando un auto y lo mataron igual. Yo ya estoy muerta en vida. Lo que hago, lo hago por mis hijos".