Un integrante de Los Cuatreros, condenado en abril por integrar la banda a la que se atribuyen tiros, agresiones y amenazas contra vecinos de Cabín 9, fue imputado de un nuevo delito con armas en el mismo territorio limítrofe entre Pérez y Rosario. Nahuel “Negro” Ortiz había aceptado una pena a 3 años de ejecución condicional, y nueve meses después volvió a ser detenido. Esta vez por la tentativa de homicidio de un joven que había sido su amigo y del que luego se distanció, quien sufrió un disparo en la cara el 2 de enero pasado. La madre y un hermano del herido lo identificaron como el tirador y quedó en prisión preventiva por el máximo plazo legal de dos años.
La de Los Cuatreros suena como la gavilla más mentada de Cabín 9. Una pandilla en sus inicios ligada al robo de caballos pero que según los vecinos se volcó al negocio de la droga, con su carga de amenazas, balaceras y usurpaciones para la instalación de búnkers. En septiembre de 2014 el fiscal Fernando Dalmau ordenó una serie de allanamientos en la zona de influencia de la banda y hubo ocho detenidos. Pero los enfrentamientos y balaceras siguieron. De hecho, dos meses después, en una histórica disputa con el grupo de “Los Stinfer”, una balacera dejó dos muertos (Mario Inocencio Bullón, de 32 años, y Guillermo Benítez, de 18) además de cuatro heridos, entre ellos una chica de 14 años que quedó cuadripléjica.
El 13 de noviembre de 2015, en otra serie de allanamientos, cayó el sindicado líder de la banda, Roberto “Narigón” Cabrera, pero debió ser liberado por falta de pruebas. El último golpe llegó el 10 de marzo de 2016 cuando se realizaron 25 allanamientos en Cabín 9 con ocho imputados. “Narigón” Cabrera fue acusado de ser el jefe de una asociación ilícita que se dedicaba a amenazar y disparar contra los vecinos con el fin de ocupar sus casas.
Por tener un rol preponderante dentro de la estructura fue señalado Jonathan “Caballo” Vázquez; y a Matías, hijo de “Narigón”, lo imputaron como partícipe junto a otros cinco integrantes. Entre ellos, Nahuel “Negro” Ortiz, quien firmó 3 años de prisión condicional por delitos como asociación ilícita, amenazas calificadas por el uso de arma de fuego, abuso de armas, portación de arma, lesiones y amenazas.
Ortiz recuperó entonces la libertad, pero nueve meses después volvió a ser detenido. El jueves fue sometido a una audiencia imputativa por el fiscal Nicolás Foppiani, quien lo acusó del delito de tentativa de homicidio agravado por el uso de arma de fuego.
Discusión y tiros
El hecho ocurrió a las 18 del 2 de enero de este año en El Ombú y El Jilguero, en Cabín 9, tras una discusión que mantuvieron Maximiliano F. y Ortiz. Según el fiscal, Ortiz disparó “a corta distancia y apuntando al rostro (de su contrincante) con la intención de darle la muerte”. El proyectil le causó a F. una herida cortante en el pómulo derecho por la que quedó fuera de peligro.
“Apareció Nahuel y nos empezó a seguir”, contó un hermano de la víctima a los policías del Comando Radioeléctrico que llegaron al lugar, y precisó que el tirador iba vestido con un pantalón negro, remera oscura y una gorra azul. Dijo que el joven pasó en moto frente a su casa, su hermano “habló con él para no tener más problemas” y entonces el muchacho extrajo un revólver negro con el cual le efectuó un disparo al rostro. Un vecino llevó al herido hasta el Policlínico San Martín ubicado en la zona oeste de Rosario.
Por el ataque también declaró la madre del herido, quien aportó una descripción de Nahuel: “De unos 20 años, cutis trigueño, cabello corto negro”. Dijo que el joven tiene “bronca” con su hijo Maximiliano. Que hace unos cuatro años “andaban juntos” pero luego se pelearon. Agregó que en diciembre de 2015 Ortiz le había pegado un tiro en la pierna a su otro hijo, Franco.
Tras reponerse de la herida, el propio Maximiliano declaró que estaba con su hermano cuando pasó “El Negro” Nahuel como acompañante en una moto blanca conducida por su primo. Se bajó, comenzaron a discutir y entonces sacó un revólver calibre 22 largo con el cual le disparó a menos de un metro. Luego se fue a los tiros. “Me quiso matar, me tiró a la cabeza”, dijo.
A partir de esos relatos la policía salió a buscar a Ortiz. Un familiar informó que el muchacho se entregaría porque “no tiene nada que esconder”, pero finalmente lo detuvieron el miércoles pasado tras un allanamiento a su casa.
“Hace bastante que tengo problemas en el barrio. Por eso no estoy viviendo ahí. Ese día yo estaba en la casa de fin de semana de un tío en Roldán”, dijo en su defensa Ortiz tras escuchar la imputación fiscal. Sin embargo, tartamudeó cuando Foppiani le preguntó quién era su tío y no pudo aportar ni un sobrenombre. Tampoco recordaba datos personales básicos como su número de celular.
Pruebas endebles
Su abogado defensor, José Luis Abichaín Zuaín, dijo que “las pruebas están cimentadas en arenas movedizas” porque “ya han tenido viejas rencillas y broncas” y sus oponentes “son pícaros y saben cómo inculpar”.
Para el juez, sin embargo, fue decisiva la “clara sindicación que hacen la madre de la víctima y el hermano”. “¿Es lógico que quien sufrió un ataque de esta naturaleza, por una inquina anterior, lo involucre exceptuando al verdadero culpable”, se preguntó Núñez Cartelle, para quien “su defensa material es pobre. Dice que se alojó cuatro días en la casa de una persona de la que no sabe el nombre. Pareciera que no es muy creíble”.
Y ante la posibilidad de una sanción “elevada”, más la pena anterior que se hará efectiva si vuelve a ser condenado, le impuso la prisión preventiva por el plazo máximo de dos años.