Los datos son contundentes y deberían servir para "desnaturalizar" un flagelo social: el porcentaje de trabajadores infantiles oscila entre el 8 y el 15 por ciento de los chicos de entre 10 y 13 años, en actividades de "ayuda" a la labor de familiares, y con incidencia negativa en las trayectorias escolares. La presidenta de la Comisión Nacional de Erradicación de Trabajo Infantil (Conaeti), Pilar Rey Méndez no duda en indicar que "la mayor concentración de trabajo infantil se da en el campo".
Los datos mencionados surgen de la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (Eanna), que releva desde 2004 la situación ocupacional de chicos y jóvenes del Gran Buenos Aires, Mendoza y provincias del noreste y noroeste argentino. "Es la primera vez que se hace en el país una encuesta directa del trabajo infantil y adolescente", resalta Rey Méndez.
La funcionaria sostiene que si bien no se puede hablar en porcentajes generales del trabajo infantil en la Argentina sin antes discriminarlo por región y tipo de actividad, asegura que es necesario hacer visible una problemática que naturaliza "la falta de igualdad de oportunidades de una familia respecto a otras". Subraya también el rol de los docentes para ayudar a la erradicación de esta problemática, y por ello cree necesario que la temática sea incluida en la capacitación de educadores.
—¿Dónde encuentra mayores inconvenientes para erradicar el trabajo infantil, en el ámbito rural o en el urbano?
—La realidad de los datos cuantitativos y cualitativos demuestra que tenemos mayor concentración de trabajo infantil en el campo o ámbito agrícola. Esta es la modalidad de más larga data, porque no está visibilizada. Con la excusa de la "naturalización" del trabajo infantil parecía que esto no estaba mal. Y si hay algo que ha hecho la actual gestión de gobierno desde el 2003 ha sido poner sobre el tapete que estas actividades no son naturales. No es ni debe ser natural que niños y niñas trabajen en el ámbito agrícola, aunque lo hagan acompañados del grupo familiar.
—Pese a que se justifica como "ayuda" a la economía familiar...
—Es que lo que en realidad está naturalizado es la falta de igualdad de oportunidades de una familia respecto a otras. No culpabilizamos de ninguna manera a los papás de estos niños porque eso sería revictimizar a ese grupo familiar, y muy lejos estamos de eso. Sí culpabilizamos a quién explota esta situación de vulnerabilidad de esa familia, y se enriquece con este tipo de trabajo indecente. Porque si hay una ocupación poco decente es la de niños y niñas por debajo de la edad mínima de admisión al empleo. Por eso hay que destacar el Plan Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil, diseñado entre Nación y las provincias, y que permitió que hoy tengamos consensuada una conceptualización de la problemática, porque años atrás no todos entendíamos lo mismo cuando hablábamos del tema.
—¿Cómo influye este problema en el trayecto escolar de estos chicos empleados?—Claramente se ven los índices de repitencia y deserción escolar muchísimo más elevados que los niños y niñas que trabajan respecto de los que no lo hacen. Por eso fue un gran hito el año pasado la sanción de la ley 26.390, que elevó la edad mínima a 15 años hasta el 2010, y hasta 16 años a partir de esa fecha, y además clarificó la cuestión del trabajo en empresa familiar. Ahora queda absolutamente claro que por debajo de los 14 años no pueden trabajar en empresas familiares, porque el trabajo que dignifica a los adultos en el cuerpito de los niños genera daños. Por debajo de determinada edad hace mal trabajar, esto es necesario que la sociedad lo tenga en claro. Son avances importantes, pero todavía tenemos modalidades que no están visualizadas como trabajo infantil, como los chicos en la televisión (ver aparte).
—¿Cómo se puede abordar con los docentes la desnaturalización de este flagelo?—Tanto los docentes como los agentes de salud son detectores naturales del trabajo infantil. El maestro y el agente de salud se enteran muy rápidamente qué niño trabaja, aunque lamentablemente en ambos sectores la naturalización ha tenido su peso, porque hay muchos que han aceptado que tengan que realizar tareas no aptas para su edad. Por eso el desafío importante es la concientización, pidiendo que en los cursos de capacitación docente se incluya la temática del trabajo infantil. Esto es lo primero: concienciar a los actores.
—Más allá de la responsabilidad indelegable del Estado como regulador, ¿qué rol deberían jugar empresarios y productores que contratan chicos?
—Conscientes de la responsabilidad que les cabe a aquellos que se benefician con el trabajo infantil convocamos a empresas líderes de la Argentina justamente a debatir cuál era el rol que les competía en esta lucha. Y en función de esto se creó la Red de Empresas contra el Trabajo Infantil, que se comprometieron a no contratar chicos; luego convocamos a sus proveedores y productores. Con el sector tabacalero, por ejemplo, comenzamos a reunirnos, y aunque al principio fuimos rechazados, después nos escucharon y hoy el sector tabacalero reconoce la existencia de trabajo infantil en su actividad, lo mismo que el vitivinícola. Estos son los grandes pasos, porque antes no lo hacían. Pero somos muy claros: no queremos un ámbito de hipocresía, estar en la red obliga a desarrollar acciones concretas de erradicación del trabajo infantil. Al sector empresarial le cabe un rol fundamental porque no hay ganancia legítima sobre la explotación.