La falta de carácter de un plantel cada vez más afectado destruye su enorme potencial futbolístico. Todos saben cómo jugarle a Argentina para romper su endeblez anímica
La falta de carácter de un plantel cada vez más afectado destruye su enorme potencial futbolístico. Todos saben cómo jugarle a Argentina para romper su endeblez anímica
"El temperamento es el carácter de las personas. El término proviene del latín temperamentum y está vinculado a la manera de ser y a la forma de reaccionar de los seres humanos; por lo tanto, el temperamento está directamente relacionado con la interacción con el entorno".
El partido más difícil que juegan los futbolistas de la selección argentina es el del contexto. No pueden soportar la presión de tener que responder a las expectativas de un público que, por suerte para ellos, no es el típico soberano futbolero que idealiza, destrona, sufre y goza por y para el resultado. La que concurre a ver a la selección, en su gran mayoría, es una audiencia alternativa, pochoclera escribirían los amantes del cine. Y ampliarían, a los que les da lo mismo ir a ver a la selección o Rápidos y Furiosos 8. Por eso los silbidos no son tantos cuando el equipo no juega bien, como el martes, y la euforia es mucho mayor que la media tribunera cuando gana.
La mayoría de la gente va a ver un espectáculo en el que el actor principal es Messi. Por eso la ovación del final para el capitán. En un ambiente ciento por ciento futbolero es impensado suponer que algún jugador pudiera llevarse siquiera un mínimo reconocimiento tras empatar con Venezuela.
"Este no es el fútbol que a mí me gusta, pero he entendido que en la eliminatoria, para poder ser protagonista, hay que saberla jugar. Hay que saber cómo controlar y contrarrestar al rival", razonó Rafael Dudamel, el entrenador venezolano, tras la igualdad en el Monumental.
Está claro que esta selección, que perdió de local con Ecuador y Paraguay, no sabe, no entiende, no puede jugar las eliminatorias, que para los seleccionados grandes es más una disputa anímica que futbolística.
Las diferencias de materia prima son tan grandes que para el más débil la única posibilidad de emparejarlas es potenciando el temperamento y la entrega. Ni más ni menos que un derroche de personalidad puesto al servicio de un equipo que antes del pitazo inicial es infinitamente inferior al rival.
Eso hizo Venezuela el martes desde el mismo momento en que se asumió inferior a su rival: estuvo a la altura de las circunstancias desde lo anímico, un aspecto que llevó a la mayoría de sus futbolistas a disputar la final del último Mundial Sub 20, un hito en la historia del fútbol caribeño.
"La habilidad de un ser humano para adaptarse a su entorno depende en gran medida de su temperamento. Es habitual que una persona deba enfrentar diversas dificultades y adversidades en su vida cotidiana: se necesita un determinado temperamento, según cada contexto, para superarlas. El manejo de las emociones y de los estados de ánimo también está vinculado al temperamento".
Jorge Sampaoli deberá sopesar el temperamento casi a la misma altura que las capacidades futbolísticas para la próxima convocatoria. Los jugadores de la selección llamados para la doble fecha frente a Uruguay y Venezuela no dieron el piné.
Por ejemplo, ¿hay que convocarlo a Dybala sólo por lo que juega en Juventus o sopesarlo con su casi nula prueba de aptitud en la selección?
Otro ejemplo, Di María fue la figura del equipo en los primeros 20 minutos, pero repitió los problemas musculares de casi todas las situaciones estresantes. Más allá de sus escasas posibilidades de recuperación de aquí a un mes, ¿conviene tenerlo en cuenta para los dos partidos con margen cero frente a Perú y Ecuador?
Más ejemplos. La parsimonia de Pastore no es desidia, es temor. No es que no le interesa, está nervioso, no puede pensar, no está emocionalmente a la altura de las circunstancias.
"Se dice que un individuo tiene mucho temperamento cuando sus reacciones son vehementes e intensas".
Ni mucho, ni poco, ni más o menos, temperamento cero. Este plantel padece un serio conflicto psicológico que no le permite sobreponerse ante el más mínimo síntoma de adversidad. Era cantado que ese dominio abrumador de los primeros 20 minutos se iba a transformar en un enemigo cada vez más poderoso si no aparecía un gol.
Acuña y Messi fueron lo menos malo de un equipo francamente precario. Para Huevo está bien, pero para Leo es muy poco. El es el mejor de todos y la verdad que su rendimiento con la camiseta de la selección casi nunca se condice con su jerarquía. Calificar su rendimiento de aceptable por un par de destellos o un puñado de minutos es despreciar su enorme carrera y sus capacidades futbolísticas incomparables.
Por ejemplo y para la polémica. Describir su actuación en Brasil 2014 como muy buena por su incidencia en los partidos frente a Bosnia, Irán y Nigeria es, cuanto menos, faltarle el respeto. Igual que la Fifa, que lo eligió como el mejor del Mundial. Era un torneo de fútbol, no de marketing. Y Leo no fue el mejor del Mundial. Pero esa es historia pasada. O es un capítulo viejo de esa misma historia.
Es muy preocupante la imagen. Un equipo puede ganar, perder o empatar con cualquiera, pero que la apatía, la falta de rebeldía, sea la primera foto es complejo. Es una clara falta de reacción vinculada a un estado anímico.
La apatía, según el diccionario, es el estado de desinterés y falta de motivación o entusiasmo en que se encuentra una persona y que comporta indiferencia ante cualquier estímulo externo. Los casos extremos de apatía se dan en los estados depresivos. ¿Cuál será la evaluación de Sampaoli para la próxima convocatoria? Más vale no alquilarle los zapatos.
Argentina es un equipo depresivo del uno al once.