Entre el "juego lindo" y el "juego práctico" hay una intersección en el "juego inteligente", que los deriva en un buen resultado
Por Sergio Faletto
Entre el "juego lindo" y el "juego práctico" hay una intersección en el "juego inteligente", que los deriva en un buen resultado
Episodio I: el lateral argentino Pablo Zabaleta contó que el entrenador de Manchester City, Pep Guardiola, obliga a desayunar y almorzar a todo el plantel en el club. "Y nos cortó internet, estamos incomunicados, ni siquiera el 3G nos funciona", relató mientras admitía su enorme satisfacción al ser dirigido por un conductor del que aprendía y mucho.
Episodio II: todavía los jugadores de las selecciones nacionales que dirigió Carlos Bilardo cuentan anécdotas sobre cómo el DT los obligaba a estar concentrados en cuestiones tácticas, como la que reveló hace poco Ricardo Giusti en diálogo radial con el relator Julián Bricco, en el que contó su pesar de no poder festejar los goles con los compañeros porque su deber era pararse en el medio del campo para evitar que el rival reanude el juego antes de que sus compañeros se acomodaran. Pero el Gringo, como la mayoría de sus compañeros de plantel, siempre coincidieron en reconocer lo que llegaron a ser gracias a la obsesiva dirección del Narigón.
Muchas palabras se han expresado y escrito para reflejar las opiniones de dos escuelas que se presentan como antagónicas en el fútbol pero que sin embargo tienen un mismo objetivo. Una que iza todos los días la bandera del juego estético sustentado en una idea del "jugar lindo" para llegar al triunfo. Y otra que enarbola su pragmatismo conceptual y táctico en pos de una victoria.
Menotti y Bilardo fueron en su época dos íconos de esto. Como hoy lo son Guardiola y Mourinho. Y gracias a sus respectivas búsquedas el fútbol encontró alternativas eficaces para ir hacia la misma estación llamada resultado.
Sin dudas que enterarse de las formas de Guardiola para lograr concentración y mayor capitalización del tiempo grupal puede generar sorpresa en aquellos estetas extremos que hicieron del "jugar lindo" algo inconexo del resultado. Más cuando exacerban la libertad de creación y la presentan como algo independiente de la organización táctica. Por eso el problema no es Pep, ni su idea atractiva, sino la distorsión que hacen aquellos que radicalizan las formas.
Algo similar sucede del otro lado de la vereda, donde la rigurosidad táctica es llevada por los fundamentalistas del esquema al extremo de relativizar la capacidad individual de creación. Por eso el problema no es Bilardo o Mourinho, porque sus pensamientos privilegiaron el orden pero concediendo las libertades necesarias para que los denominados distintos hicieran la diferencia.
En realidad, nada es tan inflexible en un deporte que tiene entre sus aspectos esenciales la dinámica planificada y la que fluye de lo impensado.
Pero más allá de las divergencias de procedimientos, esquemas, planteos y formas, todos en el fútbol buscan un resultado como conclusión. Y es lógico que así sea en un deporte con alto contenido ilógico y que se mensura con números. Aunque bien vale aclarar que el problema no es el resultado, sino el tiempo perentorio del que disponen para encontrarlo.
Es por ello que entre el denominado "juego lindo" y el calificado "juego práctico" hay una intersección que bien podría llamarse "juego inteligente", que es la síntesis de trabajar para jugar como se pretende cuando se pueda o encontrar opciones cuando lo previsto se hace inviable.
Porque no es un pecado buscar los atajos que el fútbol ofrece cuando la hoja de ruta no se puede ejecutar tal como se planeó, y esto no implica traicionar los tan mentados proyectos de los unos y los otros, sino disponer de los recursos legitimos para arribar a esa tan anhelada conclusión llamada victoria.
En este contexto controvertido desde la retórica, el fútbol mantiene esa magia imprevista que pone en valor a las distintas maneras de buscar el resultado, las que son eficientes siempre y cuando tengan esa ductilidad para entender que es tan importante ganar como se quiere como así comprender que a veces ganar como se puede también es un buen resultado.