No siempre se tiene la posibilidad de disfrutar en vivo de atletas de primer nivel. Menos en un contexto distendido y al alcance de la mano, como fue la etapa Grand Slam que se jugó el fin de semana en Rosario, la tercera del Circuito Sudamericano de beach volley que trajo hasta las arenas de la ciudad a los mejores ocho seleccionados del continente en ambas ramas. Entre ellos, una de las duplas que se lució consiguiendo la medalla de oro, la pareja Nº 1 de Argentina, la de Ana Gallay y Georgina Klug. La entrerriana y la santafesina que en 2015 alcanzaron la gloria máxima subiéndose al primer lugar del podio en los Juegos Panamericanos de Toronto y que hoy son la mejor referencia en este deporte. Rosario, justamente, se transformó en la primera gran escala de ambas, que sólo tenían en el calendario un torneo sudamericano y que se lo llevaron como envión anímico para lo que sigue, una temporada sumamente exigente en la que el Mundial de Austria es el faro que las desvela.
"Jugar en casa y ganar no tiene precio, con toda la familia, los amigos acompañando. Estamos muy contentas", dijo Ana Gallay inmediatamente tras recibir la medalla en un escenario que le parece "lindísimo", aunque "la de La Florida es una arena un poco pesada a diferencia de la que veníamos entrenando, pero es hermoso el lugar: el río, el puente (Rosario-Victoria), la ciudad, la gente del interior alentando, un público mucho más carismático que el de Buenos Aires...".
Georgina Klug, quien vivió en Rosario mientras cursó sus estudios de kinesiología y jugó al vóley en Fisherton, ex capitana de la selección indoor, habló en este sentido. La etapa en Rosario era especial. Para disfrutar. Lo consiguieron. De la mano de eso llegó el título: "Esta era una oportunidad de compartir, porque no necesitamos demostrarle nada a nadie, hemos laburado las dos solas cuatro años con muchísimo esfuerzo y queríamos compartir con nuestra gente esto que hacemos, a un paso de casa, con familias, amigos, gente que nos quiere que a veces hace tanto esfuerzo para que podamos viajar". Y resumió la filosofía con la que trabajan: "A partir de ello se llega al resultado. El resultado no es más importante que nada".
Con la pretemporada ahí, recientemente finalizada, la pareja que entrena en Mar del Plata, olímpica en Río de Janeiro 2016, dijo sentirse algo "dura" y por eso "no arrancamos de la mejor manera, pero fuimos de menor a mayor". Le ganaron por 2 a 0 la final a Venezuela, con contundencia en el marcador. Y hablaron de eso que las distingue, que se palpa en el aire cuando juegan. Que se les ve en los ojos, en la complicidad, en la manera con la que juegan cada pelota: la química. "Fuera de la cancha estamos siempre pum para arriba, adentro lo mantenemos cuando vamos ganando bien, cuando nos falta es cuando fallamos un poquito. No siempre uno está al ciento por ciento o puntos arriba todo el tiempo. Pero creo que la garra y el corazón es lo que nos caracteriza. Ojalá no los perdamos nunca, porque el equipo es eso y gracias a la garra podemos entrenar, jugar y seguir adelante". Para Klug, esa misma cualidad es la que las alimenta emocionalmente: "La química en nuestro equipo es fundamental, casi diría que somos dependientes de ella. Muchas veces no la tenemos, porque ningún equipo la tiene todo el tiempo, pero sabemos que cuando la logramos, cuando estamos conectadas, este es un equipo realmente difícil de vencer para cualquiera. A veces cuesta encontrarla, pero sabemos que ahí tenemos que apuntar para ganar".
Antes de llegar a Rosario. Gallay-Klug sólo habían jugado un torneo, en EEUU. De manera que este compromiso ofició de plataforma para lo que les espera: "Ahora nos metemos en el Circuito Mundial, el objetivo es llegar al Mundial de Austria y creo que tenemos muchas chances de clasificar. Queremos hacer del tour la mayor cantidad de fechas posibles, hay un par que las tenemos que sacar de nuestros bolsillos, así que veremos si conseguimos algún sponsor", adelantó la rubia de Nogoyá, quien aclaró que "gran parte de ese tour es bancado por el Enard". Y cerró Klug: "El Sudamericano en casa era muy importante, así que nos llevamos sobre todo el esfuerzo que hicimos como equipo para poder estar en la final. Costó, fue duro, fuimos de menor a mayor pero demostramos que somos Las Guerreras".
Las Guerreras es el nombre bajo el cual se las bautizó tras conseguir aquella medalla de oro en los Panamericanos, con tinte épico y cargada de emociones. Las enorgullece el rótulo. Y en Rosario dieron cuenta de que les sienta bárbaro. En la arena, Gallay y Klug le dan batalla a quien quiera. Y desde La Florida salen al mundo. Recontra potenciadas.