Si fuese por ella andaría todo el día corriendo. Pocas cosas entusiasman a Yanina Martínez como correr. La música es una, especialmente el reggaeton o algún ritmo bien movido. También ser scout. Pero no mucho más. De hacer algo en casa ni hablar. Correr la hace verdaderamente feliz. Y no por nada, cuando corre sonríe. Todo el tiempo. La sonrisa ya es en esta rosarina de 22 años con parálisis cerebral una marca indeleble, como la medalla de oro que consiguió hace un mes en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro y que la colocó en un lugar de exposición impensado. El logro deportivo era un sueño palpable. Pero todo lo que vino después es un extra y sorprende que aún hoy la gente la reconozca en la calle casi como a una celebridad. Lejos de estar acostumbrada a eso, igualmente se siente como pez en el agua. "Me están llamando mucho, me piden fotos", cuenta en una de las gradas del estadio municipal, acompañada por su entrenador Martín Arroyo. Y no alcanza a terminar la frase que alguien interrumpe: "Yo a ella la conozco, ¿me puedo sacar una foto?". La escena se repite varias veces durante esta nota. Y Yani las disfruta. Sonríe, posa, abraza, besa, muestra la medalla. Es feliz.
A su lado, inseparable, está Martín Arroyo, el hacedor de la criatura. Hace 10 años, Martín todavía estudiaba educación física cuando conoció a Yani, "allá en un rinconcito, con otro grupo de chicos", dice. Y señala uno de los extremos del estadio Jorge Newbery. Martín todavía tiene problemas para hacer entrar tanta felicidad en el cuerpo, pero también puede tomar distancia y hablar del futuro. En unos días se terminan las vacaciones y vuelven a entrenar. Con varios aspectos en la mira: que se capitalice la posibilidad de ser reconocido como el entrenador de Yani por parte de la Secretaría de Deportes de la Nación (lo que se traduciría en una beca, ya lo reconoció el Enard) y empezar ya a preparar el plan de trabajo cuyo gran objetivo será el Mundial del año que viene. Y por si a alguien le queda alguna duda de que no quiere que este logro caiga en saco roto, remarca: "Queremos que esto que le pasó a Yani les pase a muchos chicos". Y detalla: "Hoy con ella estamos desarrollando trabajos a nivel de parálisis cerebral, aspectos posturales y kinesiología. Ayuda para el deporte pero también para que tenga una mejor calidad de vida". Ya instalados y tranquilos en Rosario, Martín intenta explicar el fenómeno Yani.
—¿Todavía sorprendiéndose con el reconocimiento? Los invitaron a todos lados, programas, actos... No tienen descanso.
—Nos encontramos con una realidad que todavía nos cuesta asimilar porque no pensábamos que la repercusión era tal. Cuando estábamos en Brasil veíamos los diarios, nos llamaban por teléfono pero sin embargo nos dimos cuenta de que tuvo mucha repercusión en todos lados. Estando en Buenos Aires a Yani la reconocían en la calle, en la estación de colectivos. Por otro lado era algo que sí esperábamos pero no sólo para Yani, sino para todo el deporte paralímpico, que sea televisado, que la gente lo vea, que viva la pasión olímpica.
—¿Qué creés que le llegó de Yani a la gente? Más allá del reconocimiento de la prensa, del público, también lo tuvo de otros deportistas.
—Acá ya la conocían, pero yo como entrenador admiro la perseverancia que tiene Yani, la asistencia perfecta a la pista. Siempre está contenta, corre con una sonrisa y me parece que lo que llegó es eso, más el esfuerzo.
—¿Cómo sigue todo esto?
—Estamos preparando lo previo a la pretemporada, el año que viene tenemos Mundial, esto sigue. Hay que aprovechar y disfrutarlo, seguir, porque hay que rendirles a la Secretaría de Deportes, al Enard, a la provincia y al municipio. Esto es deporte de élite, no podemos hacer la plancha, menos ahora.
—Yani recién tiene 22 años. Tenía buenas marcas pero igual sigue siendo muy joven. ¿Realmente esperabas esta explosión suya en Río?
—Yani es joven pero por la experiencia se notaba que estaba en un punto de madurez óptimo, creíamos que con las marcas que tenía se podía dar. En estas carreras (de atletas con parálisis cerebral) las diferencias son mínimas, como fue en los 200 metros que no se nos dio y estaba en las probabilidades (fue cuarta). O sea que dentro de lo que es la categoría (T36), de la patología, depende de muchas cosas, como el clima incluso. Para todos por igual pero no todos en ese momento están en su punto máximo. Yani lo estaba a pesar de que en los 100 y los 200 metros tiene mejores marcas, pero se dieron esas y por suerte alcanzó. Pero a Río lo estábamos esperando, después del Mundial (de Doha, el año pasado) no veía la hora de que llegue porque sabíamos que estaba la oportunidad de que se diera. Llegamos con muchísima ansiedad, sabíamos que era el momento de Yani. Pero había que correr.
—¿Qué esperan que suceda a partir de este logro?
—Un reconocimiento de la Secretaría de Deportes de la Nación. Lo tiene con Yani, no conmigo. Sé que es un poquito más complicado, pero verdaderamente se podía llegar a dar, estamos tratando de tener contacto para saber cuál es la situación, a ver si corresponde o no. Con Yani y con la mamá estamos trabajando como para que esto que le pasó a ella les pase a más chicos. Rosario y Santa Fe tienen un gran potencial. Soy un loco por esto, sigo viniendo a los provinciales y veo un potencial muy grande y creemos que muchos chicos pueden llegar al alto rendimiento. Y si no es el alto rendimiento, que sea para tener amigos o para la calidad de vida. Hoy con Yani estamos desarrollando trabajos a los cuatro vientos: a nivel de parálisis cerebral, aspectos posturales, kinesiología. Yani ha sido un trabajo a largo plazo que hoy se puede ver, que nos enseña a todos. Y espero que verdaderamente a nivel federado se le dé este condimento especial de la inserción de muchos más chicos.
—La conocés a Yani desde hace mucho, sos algo así como su "descubridor". ¿Viste algo especial en ella cuando llegó por primera vez al estadio municipal?
—¡No! No creo tener un ojo para eso, sí veo chicos que pueden tener una posibilidad en el deporte con un nivel panamericano, mundial u olímpico. Pero hoy, porque estoy en las federaciones. En el momento que llegó Yani, junto con otros chicos del club Echesortu, no. En ese momento todo era recreativo, no a este nivel. No hubo nada de eso de que yo la vi correr y la invité, le quedaría lindo a esta historia pero no pasó eso (risas).
—¿Cómo es Yani la persona, más allá de las condiciones atléticas?
— Como la ven corriendo en la pista de atletismo. Yani es sencilla, alegre, transmite eso. Los lugares que se fue ganando se los ganó así. Incluso en lugares como el estadio municipal, donde el 97% son convencionales. Y se lo ganó con la personalidad y esfuerzo.
—¿Cuál es el próximo sueño a cumplir?
—Tenemos que tratar de mantener el nivel lo más alto posible, porque reditúa económicamente fundamentalmente a Yani. Ojalá las oportunidades se sigan dando y que podamos estar en Tokio (los próximos Juegos Paralímpicos) porque Yani tiene edad para llegar muy bien. Y nos queda también esa posibilidad de poder transmitir la experiencia, por eso estamos yendo a todos lados, no descansamos, queremos llegar a escuelas y profesorados. El deporte paralímpico es un deporte más. Y los atletas son personas con discapacidad que entrenan en el alto rendimiento y queremos la misma posibilidad para todos los chicos, que puedan entrar en las federaciones porque hay un alto nivel.
Un quiosquero que regaló diarios
Claudia Chaves, la mamá de Yani, tampoco puede creer tanta repercusión por el logro de su hija: "Nos superó todo. Cuando nos fuimos a Brasil dejamos los diarios encargados. Cuando volvimos era una pila enorme. Pero José, el quiosquero del barrio (Belgrano), se los regaló por la felicidad que le dio el oro de Yani".