El fútbol argentino a través de la Superliga comenzó a rodar una película más cara. Con mayor presupuesto inicial, con mucha prensa organizada, con los recursos disponibles de un excesivo marketing, con goles por doquier, contrastes marcados y gran carga de ficción en palabras e imágenes. Sin dudas que pusieron un intenso énfasis para tratar de vender algo nuevo, moderno y eficiente. Pero omitieron un detalle no menor. Que la realidad es caprichosa. Y por siempre se empecina en mostrarse tal cual es, gambeteando hasta el más sofisticado maquillaje. Y la alta definición ayuda a observarla aún con mayor contundencia. Dejando en ridículo a todos aquellos que en forma mancomunada se vistieron de flamantes dirigentes para vivir un cambio que al final no es tal.
El fútbol moderno de la Argentina televisa el partido de Temperley y River Plate. El segundo tiempo consume sus últimos instantes con la victoria millonaria. Matías Nani, defensor del equipo local, va con el ímpetu que las circunstancias exigen a disputar una pelota al costado del campo. Se arroja con el afán de impactar el balón en una disputa con Ariel Rojas. Pero tras lograrlo la velocidad lo lleva a pasar acostado entre un fotógrafo y una de las cámaras de la televisión. Para culminar su derrotero golpeando con la cabeza la muralla perimetral, que en su parte superior sostiene al alambrado, pero que estaba desprovista de cualquier protección. Ni siquiera de la más elemental que tiempo atrás, la vieja AFA, había determinado en formato de colchonetas.
Cuando Nani quedó tendido en el piso, los trabajadores de prensa y el propio Rojas comenzaron a agitar los brazos alertando del accidente, mientras los hinchas celestes hicieron un silencio emparentado al estupor. En ese momento todos viajaron con la memoria a mayo de 2015, cuando el futbolista Emanuel Ortega, de San Martín de Burzaco, tuvo un episodio similar y tras once días de agonía falleció.
En aquel momento, los mismos dirigentes que hoy pululan por la AFA e integran la Superliga decidieron suspender una jornada la competencia por "respeto a Ortega y su familia", al tiempo que con sus espasmódicas reacciones el referente de Futbolistas Argentinos Agremiados, Sergio Marchi, exigía la colocación de protecciones en todos las paredes perimetrales de los estadios y canchas. Una decisión cuyo incumplimiento nunca ameritó una medida de fuerza de cese de actividades por parte del citado gremio. Es sabido que el salario es importante, pero nunca más que la vida misma de los jugadores.
A dos años, y con otros casos similares entre mayo de 2015 y este domingo pasado, el flamante fútbol argentino sigue con los idénticos problemas estructurales del viejo fútbol. Y aunque este tipo inconvenientes que pueden deparar más tragedia tengan una elemental y rápida resolución, no los resuelve ni la Superliga con su luminosa marquesina ni aquellos que deben velar por la integridad de los futbolistas.
Demás está decir que cuando Nani reaccionó muchos respiraron aliviados y todo volvió a la aparente normalidad. El partido siguió, la nueva televisión redujo el episodio a la repetición y a un comentario de compromiso. Es que para los mercaderes de la redonda suponer qué hubiese pasado si el defensor de Temperley se golpeaba más fuerte contra la pared sería un hecho contrafáctico, por ende nulo de sustento para analizar.
Entonces, el devenir del fútbol y la reducción a la mínima expresión del hecho, convirtieron en una anécdota de baja cuantía el accidente del futbolista en cancha de Temperley, del cual por una cuestión fortuita salió ileso.
Pero que el fútbol transcurriera no representó que volvió a la normalidad. Podrá ser habitual este tipo de vivencias. Pero no normal. Por más HD, multiplicidad de cámaras y una hipotética profesionalización de las estructuras, el fútbol argentino exhibe una precariedad inconcebible en aspectos que hacen a la seguridad más indispensable para el desarrollo del deporte.
Aún no asomó alguna reacción al respecto que muestre la toma de conciencia fundamental en la prevención de este tipo de circunstancias. Sería auspicioso que en el receso que imponen las fechas de las eliminatorias sudamericanas se ejecuten todas las obras indispensables para evitar otro accidente de estas características. Que ya le costó la vida a un jugador hace dos años y que este fin de semana no se repitió de milagro. Y el fútbol es un juego donde lo imprevisto lo hace atractivo. Pero que debe transcurrir en una organización previsible y segura. No como ocurría antes. No como sucede ahora.