El presente de Central no admite relajación. Después de lo que fue el debut con sabor agridulce ante Colón en el torneo local, lo que se viene es la Copa Argentina, uno de los grandes objetivos del equipo de Paolo Montero en el semestre. Y el partido frente a Deportivo Riestra le dará al equipio de Montero la posibilidad de mantenerse en movimiento en medio del parate por las eliminatorias sudamericanas. Esto, a priori, implicará un empellón desde la puesta a punto futbolística teniendo la Superliga siempre en el radar. Se podría hablar de un cambio de chip, pero la jerarquía del rival (de menor envergadura) no debiera llevar consigo una dosis de excesiva confianza.
Central se armó para dar pelea en todos los frentes que se le presenten hasta mediados del año que viene. Es imposible desconocer que la Copa Argentina ocupa un lugar importantísimo en las aspiraciones a corto plazo.
De nuevo, la chance de alcanzar un título a través de un recorrido de un puñado de partidos es una condición de la que resulta imposible abstraerse. Lo mismo corre para el resto de los equipos, sólo que en Arroyito ya la saben lunga en esto de sentir que ese corto recorrido es viable para alcanzar algo importante.
Montero no se expresó con mucha profundidad sobre el tema. Sí dejó claro que la Copa Argentina es un objetivo más. Más allá de eso, puertas adentro existe una clara sensación de poner nuevamente todas las pilas en este torneo. Así lo siente el cuerpo técnico y así lo entienden, sobre todo, los dirigentes, de quienes constantemente parten frases claras en ese sentido. Lo que vendrá contra Riestra será distinto a lo sucedido en el partido por 32avos frente a Cañuelas, en lo que fue el único partido en Copa Argentina dirigido por Montero. Porque aquella vez el uruguayo puso en cancha un mix entre titulares y suplentes, seguramente entendiendo que con eso alcanzaba para sortear la resistencia de un equipo de mucha menor jerarquía.
Ahora la cosa pinta distinta. Está la decisión de que el equipo titular no deje pasar por alto esta chance para afinar detalles. Eso como primera medida. Después, no hay sobrecarga en la agenda de partidos, por lo que de no existir el pensamiento de que Riestra amerita una actitud similar no hay excusas para no poner en cancha la mejor versión colectiva. También está la obligación misma, que decanta con mayor peso a raíz de la fuerte inversión que se hizo por parte de la dirigencia en este mercado de pases (ver aparte). Con unos cuantos millones de dólares en el medio nadie imagina que esta competencia no sea ubicada como la prioridad del semestre.
Ni hablar de lo que tiene que ver con la sensación de revancha que hace muchos años deambula en Arroyito por lo que fueron las tres finales perdidas de manera consecutivas.
En este pedazo de la historia Montero no cuenta con capítulos autorreferenciales. Ninguna de aquellas tres finales tuvo al uruguayo sentado en el banco (en una estuvo Miguel Angel Russo, ante Huracán, y en las otras dos Eduardo Coudet, nada menos que frente a Boca y River). Pero cuando Paolo aterrizó en Central rápidamente entendió que el protagonismo en el torneo local era preponderante, pero que la apuesta por la Copa Argentina no merecía ningún tipo de desinterés.
Nadie en Central cree que el camino a una nueva final será un trámite ya que de avanzar en la próxima instancia le tocaría nuevamente Boca, pero sí existe el convencimiento de que ese camino amerita el máximo esfuerzo. Los sinsabores sufridos en los últimos tres años, la chance de un título, la clasificación a la próxima edición de la Copa Libertadores que hay en juego y algunas cosas más. Todo eso es lo que hoy se tiene sobre la mesa para entender que lo de Riestra tiene el mismo valor que tuvo el partido contra Colón y que tendrá el próximo ante San Lorenzo. Montero lo sabe perfectamente. Desde la dirigencia canalla tampoco hacen otro tipo de lecturas. Y del lado del plantel la sintonía es la misma.
Por eso se cambia el chip, pero no se alteran las ambiciones.