La angustiante clasificación del seleccionado al Mundial actúa como un accidente con suerte para una AFA que sigue sin una planificación integral para resolver los problemas del fútbol argentino
Por Sergio Faletto
La angustiante clasificación del seleccionado al Mundial actúa como un accidente con suerte para una AFA que sigue sin una planificación integral para resolver los problemas del fútbol argentino
Es muy difícil establecer el motivo por el cual se reincide en el error pese a haber transitado situaciones de angustia y estrés por haberlos cometido. Según los especialistas que estudian la conducta humana no hay una única respuesta para estos comportamientos reiterados.
Es recurrente escuchar que "fue una desgracia con suerte porque la pudieron contar" tras un determinado accidente de distinta índole. Sin embargo cuando las consecuencias se disiparon con el tiempo, idénticas costumbres transgresoras se repiten de manera sistemática.
También para graficar existen múltiples casos vinculados a las diferentes adicciones, como el tabaquismo por ejemplo, donde pese al deterioro comprobado tras el episodio padecido el fumador regresa al cigarrillo, forjando así un patrón cultural donde el alivio postraumático perfila un estado de ánimo que al poco tiempo omite las causas pese al riesgo latente.
Casi a imagen y semejanza se puede concluir que el fútbol argentino es ese conductor incorregible o aquel fumador empedernido que ratifica su brutalidad tras episodios angustiantes. Donde la memoria se hace selectiva.
Suponer que con la clasificación de la selección nacional al Mundial de Rusa 2018 se resolvieron todos los inconvenientes del fútbol argentino constituye un problema aún mayúsculo. Porque se pretende llegar a una conclusión distinta utilizando los métodos de siempre. No habrá un final diferente si no se cambia el proceder. Y la AFA no cambió. Y no lo hizo por la sencilla razón que sus dirigentes no cambiaron. Son los mismos que hace años mantuvieron un orden aparente y que cuando perdieron al legendario tutor desencadenaron este visible y perdurable caos. Del que no se sale con declaraciones de ocasión sino con acciones programáticas paridas desde una convicción democrática. Una característica que hace mucho no remite a la conducción futbolística de la Argentina.
Es cierto que la teoría del cuanto peor mejor es propia de aquellos que se sustentan en un egoísmo opositor, porque nunca es bueno construir una realidad propia sobre las ruinas ajenas. Pero también es cierto que la clasificación se produjo más por el virtuosismo individual de un crack como Lionel Messi en un contexto favorable que por la articulación de una organización institucional y futbolística acorde a las exigencias.
Ni siquiera resultó creíble la valoración que hizo cierto sector converso del periodismo sobre el planteo táctico ante Ecuador, cuando Argentina fue sorprendida por una formación alternativa antes del minuto de juego con un gol que disparó todas las alertas. Y que dejaron al descubierto el error de planificación.
Como tampoco son atendibles las suspicacias que se generaron en torno a la resolución de dicho partido, una constante de aquellos militantes de la conspiración para anclar determinadas posiciones sin un sustento válido ni comprobable.
Hoy el desafío del fútbol argentino es otro. Muy difícil sin dudas. Porque debe organizarse y desarrollar un trabajo idóneo para que actúe como soporte de un crecimiento sostenido y serio. Es decir, hacer todo lo contrario a lo que se estuvo haciendo hasta ahora en los últimos años.
Algo que asoma como improbable cuando se hace una revisión de los nombres que conducen, porque son los mismos que improvisaron y llevaron a la selección a esta angustiante clasificación pese a las ventajas disponibles por las impericias ajenas, y porque son los mismos que con sus comportamientos transgresores y reñidos con la ética generaron ese clima de desconfianza y suspicacia en la población.
Estos muchachos del famoso 38 a 38, son también los que pululaban por los hoteles brasileños haciendo de las entradas al Mundial 2014 un capítulo tan triste como repudiable. Y son los que salvo excepciones acordaron una lista única para manejar a la AFA a imagen y semejanza de un contubernio en el que los adversarios de ayer fueron los compañeros de hoy.
Es muy complicado echar las raíces de la credibilidad en esta conducción afista cuando todavía no resolvieron ni siquiera cuestiones elementales, como la de los paredones en los campo de juego, ya que el lunes en cancha de Olimpo otra vez un jugador chocó contra el muro de cemento en su afán por evitar la salida del balón.
No obstante el presidente de la AFA, Claudio Tapia, dijo recientemente una verdad irrefutable cuando visitó el living de Susana Giménez: "Nos salvó Messi". Quizás desde este reconocimiento público del Chiqui pueda comenzar la edificación de un reticente crédito a su labor como mandamás de la AFA. Aunque enseguida se encargó de disparar que "vamos a ganar el Mundial de Rusia". Habrá que ver si antes logran reconstruir la organización del fútbol argentino, donde todos sean iguales ante la ley y la corrupción deje de ser un jugador titular. Caso contrario están condenados a un nuevo fracaso. Ese que gracias a Messi pudieron gambetear en el último partido en Quito.
Una mirada a corto plazo
Nicolás Russo, presidente de Lanús e integrante de la mesa dirigencial de la AFA, aseveró ayer que "Argentina haciendo un buen trabajo en los próximos siete meses tendrá posibilidades de hacer un gran papel en el Mundial de Rusia". Una declaración que refleja la matriz de pensamiento cortoplacista que rige en la actual conducción de la entidad madre del fútbol, ya que no se alude a un plan integral de reformulación organizativa y estructural para proyectarse en el tiempo con mayor previsión y coherencia. No sólo del fútbol argentino en general sino también del departamento de las selecciones juveniles, que tras la salida de José Pekerman sufrió una destrucción que llevará años recomponer. Tanto que cuando Gerardo Martino quiso hacerlo, entre otras tantas iniciativas de ordenamiento, sufrió las internas políticas y debió irse por la indiferencia de muchos de los presidentes de los clubes que hoy se sientan en derredor del Chiqui Tapia, quien paradójicamente fue el único que al menos acompañó al seleccionado cuando todos hicieron mutis por el foro.