Desde que Los Leones ganaron el oro el jueves, la Argentina olímpica disfruta de un dato estadístico fuerte: después de 68 años la delegación consiguió tres medallas de oro. Sólo en Los Angeles 32 y en Londres 48, Argentina pudo subirse a lo más alto del podio tres veces antes de Río 2016. Corresponde analizar la conquista y desmenuzarla para no caer en errores, pero antes, un poco de historia. La cosecha de Los Angeles fue exactamente igual a la de Río: tres medallas de oro y una de plata. Dos doradas y un segundo puesto en boxeo y un triunfo en el emblemático maratón de la mano del mítico Juan Carlos Zabala. La victoria del Ñandú criollo, nacido en Rosario, fue y es uno de los resultados más resonantes de la historia del deporte argentino.
En Berlín 1936, los Juegos del Führer, Argentina obtuvo 7 medallas en total, pero sólo dos de oro, otro tanto de plata y 3 de bronce. Se sabe que la calidad de los resultados marca la posición en el medallero. Una medalla de oro vale más que 10 de plata, por ejemplo.
Después de la Segunda Guerra Mundial llegaron los Juegos en la capital inglesa y Argentina repitió los oros de Los Angeles, aunque la cantidad de medallas fue superior, 7 en total: 3 de oro, 3 de plata y 1 de bronce. Además, la delegación cosechó 15 diplomas (premios reservados para los atletas ubicados entre el cuarto y el octavo puesto). Fue la mayor delegación de la historia y también los mejores Juegos de todos los tiempos para el país. No obstante, si se toma en cuenta que a Los Angeles fueron sólo 36 atletas y a Londres 242, el promedio pone claramente por encima a aquellos Juegos disputados en Estados Unidos. Pero en la estadística general, Londres 48 es la mejor performance argentina de siempre.
Después, salvo en Helsinki 1952, cuando Argentina obtuvo una presea dorada en remo, no habría más triunfos hasta Atenas 2004. Inclusive en Montreal 76 y en Los Angeles 84, Argentina quedó última en el medallero con ninguna medalla.
Aquel oro de 1952 fue el de la pareja integrada por Tranquilo Cappozzo y Eduardo Guerrero en un par de remos cortos sin timonel. La reseña intenta explicar el verdadero lugar que ocupa Argentina en el historial olímpico. Es un país ubicado claramente en un tercer escalón. Pero los números a veces hablan y a veces confunden. Ya quedó escrito que no es lo mismo obtener 3 medallas de oro con 36 atletas que con 242. Tampoco es lo mismo ganar una medalla de oro en fútbol que hacerlo en judo. Para el deporte más popular es casi una obligación y para Paula Pareto una hazaña.
Argentina llegó a Río con la delegación más numerosa después de aquellos Juegos de Londres en 1948: 213 atletas.
Asterisco: a las selecciones femeninas de handball y vóley les hubiera resultado virtualmente imposible competir aquí si hubieran tenido que disputar una eliminatoria con Brasil, que clasificó a todos sus deportistas de forma directa por ser el país organizador. Por lo que la importancia de la cantidad de deportistas llegados a tierras cariocas es relativa. Hay otros ejemplos, pero se mencionan sólo estos dos porque entre ambas selecciones suman 26 atletas. La prueba de la endeblez de estos combinados, en distintas etapas de desarrollo, se reflejó lamentablemente en los resultados: La Garra perdió todos los partidos y Las Panteras sólo pudieron con Camerún en el tie break.
Que las medallas de oro hayan llegado en judo, vela y hockey sobre césped masculino es mucho mejor que si se hubieran obtenido en fútbol, tenis y básquet, por ejemplo, que son deportes olímpicos pero solventan su desarrollo por afuera del Comité Olímpico Argentino (COA). La actuación de Argentina debe considerarse buena en Río por la cantidad de medallas de oro, pero todo debe observarse con lupa para que no haya errores de diagnóstico.
Ya hace un tiempo que el COA machaca sobre la necesidad de un Ministerio de Deportes que reemplace a la secretaría. En los últimos tiempos, desde que asumió en realidad, se sumó Carlos Mac Allister al pedido, justamente el secretario de Deportes. Un ministerio supondría el manejo de fondos propios y mucho más importantes que los que tiene a mano ahora el COA.
Pero antes, para evitar plantar un árbol donde va una puerta se debería detallar cómo se utilizaron hasta aquí los fondos que provienen del impuesto a los celulares para el desarrollo del deporte amateur, que fue implementado a fines de 2009. Cada usuario de telefonía móvil de Argentina paga el 1 por ciento de su factura desde que se creó el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard).
Ver los resultados lleva tiempo, pero la realidad marca que pasaron dos Juegos Olímpicos desde entonces y salvo honrosas excepciones la cosa no mejoró demasiado.
Cuatro medallas doradas entre Londres y Río, 2 de plata y otras tantas de bronce son una cosecha muy buena respecto de los últimos 50 años del siglo pasado. Pero casi lo mismo de todo el siglo XXI.
Se escucha decir que el deporte, fundamentalmente el amateur, está por el buen camino y hasta los atletas reconocen la importancia del Enard. No hay por qué dudar entonces. Pero habrá que conformarse con que esta es la media del deporte argentino y las chances de mejora son escasas o esperar otros Juegos, Panamericanos u Olímpicos, o Sudamericanos, o Mundiales para seguir auscultando el ritmo del crecimiento del deporte argentino. Esta última parece la opción más saludable y justa, pero ¿cuál es el tiempo de gestación?
Todo fue muy emotivo aquí, el esfuerzo de los deportistas es conmovedor y es cierto que los argentinos tienen, en la mayoría de los casos, un plus temperamental que les permite ir un poco más adelante de sus posibilidades. El acompañamiento de semejante cantidad de público en las tribunas también traccionó para que algunos resultados fueran positivos.
Pero ese estado de excitación, que se apagará en un puñado de días, no debe maquillar las falencias que evitan el crecimiento del deporte argentino de una manera más importante. O, se insiste, será cuestión de escribir sin pelos en las teclas que esta es la realidad del deporte argentino que sólo podrá mejorar, en los resultados, gracias al surgimiento de deportistas de élite que de vez en cuando surgen como milagros de la naturaleza o por la jerarquía de los equipos de conjunto o individuales que sustentan su crecimiento fuera del COA.