Segundo minuto de descuento. Córner no forzado que entregó Dylan Gissi. Empate en cero clavado. Otro clásico que estaba a instantes de ingresar en la historia de las igualdades mezquinas, sin goles, de esas que suelen pasar al olvido rápidamente. Todo parecía estar cocinado y así Central se encaminaba a extender la racha que llegaba a diez encuentros sin derrotas ante Newell's. Pero en el fútbol siempre hay espacio para que algún cerebro se ilumine y con un destello de talento cambie el rumbo, le haga un tajo al partido, se ponga el traje de héroe y se lleve todos los flashes. El muchachito de la película ayer fue Maximiliano Rodríguez, el emblemático capitán rojinegro, que tras ejecutar el córner al límite del pitazo final corrió hasta el área para capitalizar el cabezazo de Mauro Formica y una vez frente a la pelota, ante la sorpresa de todos, acariciar con maestría el balón para desatar la locura rojinegra en Arroyito. Una genialidad de la Fiera que terminó con el karma de no poder festejar ante el adversario de toda la vida. Es cierto que quedaron un par de minutos para aguantar el triunfo y después sí, ya con Mauro Vigliano levantando los brazos y soplando fuerte el silbato, llegó el gran desahogo. Con los jugadores fundidos en un abrazo dentro del campo, con el cuerpo técnico repleto de felicidad y con todo el pueblo rojinegro copando las calles para gritar un triunfazo que desde lo emocional ya se metió en la galería de los gratos recuerdos del club del Parque.