No es un libro sobre Maradona y sus dos legendarios goles. Es mucho más. De hecho en la portada de "El partido. Argentina-Inglaterra 1986" no está la foto previsible del 10 sino la de Valdano sacándose de encima al inglés Hodge a brazada limpia. Es un texto "de los actores secundarios", le explicó el autor Andrés Burgo a Ovación a 30 años de ese encuentro por cuartos de final, un domingo al mediodía, en el estadio Azteca, ante 114.580 hinchas, durante el Mundial de México en el que Argentina salió campeón. Burgo, periodista especializado en deportes, tenía apenas 11 años cuando se jugó ese partido y lo vio en TV color. Habían pasado sólo cuatro años de la guerra de Malvinas y eso impregnó todo de épica extrafutbolera. Jugadores, cuerpo técnico, hinchas, jueces, periodistas y fotógrafos relatan en 300 páginas cómo se vivió ese momento.
Claro que están presentes la mano de Dios y el Gol del Siglo, el del barrilete cósmico, pero también hay anécdotas poco conocidas y cábalas de un fútbol que pagaba sólo 4 mil dólares a cada jugador por partido: una cifra irrisoria comparada con los números obscenos que cotizan hoy a ese nivel profesional. Todo bien retratado en años alfonsinistas cuando se discutía la ley de divorcio y en las radios sonaban "Nada personal", de Soda Stereo, y "Oktubre", de Los Redonditos de Ricota. Un partido que es tantos como los relatores que lo cuentan.
—El libro no tiene el testimonio de Maradona, ¿conseguirlo era un objetivo principal para vos?
—No, lo intenté porque había que hacerlo y por supuesto que tendría valor contar con las palabras de Diego, pero la historia se puede escribir igual con todo lo que dijo y se supone que dijo y quedó documentado en la prensa. Maradona estaba preparando su propio libro (ver página7) y yo en realidad buscaba algo distinto, siempre me gustó trabajar con los actores secundarios de las historias, con los satélites de ese sol del universo que es Diego. En realidad para mí era más importante darles voz a quienes no la tienen habitualmente, a tal punto que empiezo el libro con un actor de reparto de la selección argentina: Roberto Mariani.
Burgo devela en el texto que Mariani fue quien secundó a Bilardo detrás de su ayudante principal (Pachamé) y fue, nada menos, quien estuvo sentado en la cama de Maradona la mañana previa a los dos goles, que con diferencia de cuatro minutos les convertiría en el segundo tiempo a los ingleses. Mariani esa mañana despertó a Diego, quien le contó que había hablado con sus hermanos (Lalo y el Turco) sobre una jugada en la que él se recostaba sobre la derecha, encaraba, dejaba a rivales en el camino y definía al segundo palo. Un calco de lo que se concretó horas después durante 52 metros, en 44 pasos, por espacio de 10,6 segundos, a 14,4 kilómetros por hora, en 12 toques con la pierna izquierda y volteando a cinco contrarios en el trayecto.
—El libro se divide en tres partes: "Antes, durante y después", y en la primera está la anécdota de las camisetas azules que se usaron en el partido, una especie de comedia con varias versiones abiertas.
—Sí, en referencia a ese episodio y otros cito una frase del escritor español Javier Cercas, quien dice que muchas veces anteponemos nuestros recuerdos a lo que realmente sucedió. ¿Qué es lo importante de lo que pasó o recordamos, más después de 30 años? Hay varias versiones y todas importantes para cualquier escritor de ficción. Parecen exageradas las historias, sin embargo lo que se cuenta existió. Bilardo envió a sus asistentes a recorrer la ciudad de México en busca de una camiseta de tela aireada, horas antes del partido.
El libro cuenta que Bilardo estaba preocupado por los 2.238 metros de altura del Distrito Federal en los cotejos programados al mediodía. Estaba convencido de que una camiseta liviana ayudaría a combatir el calor. Le Coq Sportif cumplió y la selección viajó con indumentaria air-tech (panal de abejas), que evitaba que la transpiración se acumule.
El problema fue que el diseño sólo se aplicó en la camiseta titular, celeste y blanca, no en las alternativas. Y Argentina contra Uruguay había usado la azul: llovió y el peso de la remera se multiplicó. Ante la orden de Bilardo, un utilero y un empleado de AFA salieron a la compra de las remeras. Maradona las vio y las aprobó y un grupo de mujeres que limpiaban el predio de la concentración, el día anterior, les pegaron los números con la plancha.
"Si salimos campeones del mundo es un milagro", dijo Jorge Burruchaga al ver la escena, que ahora quedó plasmada en el texto.
Burgo también relata las múltiples cábalas del equipo. Diego usaba siempre el mismo short hasta que le desapareció la prenda al utilero, quien se las debió ingeniar para reemplazarlo sin que Maradona lo advierta. Otra era que el plantel escuche la canción de Rocky antes de ingresar al estadio o que subieron todos en el mismo orden al colectivo.
"Y está la de Diego que armaba en el piso una especie de muñequito antes de cada partido: acomodaba los botines, las medias, el short y la camiseta y no dejaba que nadie le pase por encima. También está la del caramelo, que es genial", dijo al referirse a una liturgia de Ricardo Giusti.
En los primeros partidos el cuerpo técnico les daba a los jugadores un caramelo para combatir la sequedad que les generaba el smog y la altura, Giusti lo transformó en rutina: Argentina no arrancaba a jugar hasta que él ocultaba el caramelo en el círculo central.
—También es todo un dato de época el de los pocos fotógrafos que finalmente registraron el primer gol de Maradona con la mano.
—Es que el partido no se veía por tele como ahora y para zanjar la duda de si el gol había sido o no con la cabeza, todo quedaba en manos de unos pocos fotógrafos, quienes tampoco supieron qué había pasado hasta que revelaron sus fotos. Para ellos ese registro fue un antes y un después en sus profesiones.
Burgo habla de "ellos" al referirse al argentino Eduardo Longoni (cuya foto registra la mano a unos 15 centímetros del balón), al italiano Giuliano Bevilacqua (su foto capta la pelota pegada al puño) y otros más. El autor cuenta que no fue quien eligió la imagen de Valdano para la portada, pero le pareció bien: contará que el jugador inglés que lo sigue es quien le cambiará la camiseta a Diego al final del partido. "Y fijate que la pelota está agregada con fotoshop", le dirá Burgo a este diario.
El autor también hablará de la pregunta obligada que el periodismo volcaba sobre el plantel: Malvinas. Y contará cómo se hablaba y sentía la guerra. También hará referencia a los telegramas que les enviaron varios ex combatientes a los jugadores rogándoles que ganen, como acto reparatorio y de justicia. Y contará varias anécdotas, divertidas y no tanto, y pondrá en duda varios mitos y leyendas: como si la frase "la mano de Dios" la inventó o no Maradona. Pero para despejar dudas hay que leer el libro, porque como advierte Burgo "no es sólo para futboleros". Y tiene razón.
Burgo
El autor Andrés Burgo y la portada del libro.
La versión peruana del gol con la mano
A pocos días de que se cumplan tres décadas del gol de la mano de Dios, la selección de Perú eliminó a Brasil de la Copa América tras convertir también un gol con la mano. Lo marcó Raúl Ruidíaz, a los 30 del segundo tiempo, y fue el 1-0 que le dio la clasificación y el primer puesto al equipo de Gareca. Otra coincidencia: Ruidíaz, igual que Diego, no reconoció durante el partido cómo hizo el gol ni tampoco pidió anularlo.