Delatar la condición de periodista argentino en las calles de San José cuando se toma un taxi para ir al hotel o a la práctica de la selección nacional ya son motivos suficientes para tentar al interlocutor de turno con una referencia inequívoca: hablar de Lionel Messi. Sobre todo desde que los habitantes de esta ciudad, ubicada al sur de San Francisco, se enteraron por los medios de comunicación y, obviamente, por el boca a boca que el rosarino ya se encuentra entre ellos, aunque recluido en el hotel Mansion Hayes junto a sus compañeros.
Esta teoría de que con Messi ya nada es igual se confirma aún más cuando se observa la conducta del chofer que llevó ayer al enviado de Ovación hasta la práctica vespertina que desarrolló el plantel que conduce Gerardo Martino al predio Spartans Camps, el campus de deportes de la Universidad de San José, una de las más prestigiosas instituciones de la educación en las que se puede estudiar licenciaturas y maestrías. AJ taxi Service, así le gusta presentarse al susodicho, apuró con marcada impaciencia el ejercicio de tocar la bocina para llegar a tiempo porque el principal cometido, además de llevar sano y salvo al cronista de este diario, era ver aunque sea por algunos minutos a Messi en carne y hueso.
También repetía como un loro que quería sacarse una foto con el capitán de la selección argentina. Una misión prácticamente imposible porque Messi, sobre todo ayer, casi que no se dejó ver durante los diez minutos en los que la sesión de trabajos pudo ser presenciada por los periodistas acreditados a la Copa América 2016.
Todos los que quisieron fotografiar al rosarino lo hicieron a considerable distancia. Además, la selección se entrena cada vez con más custodia. No sólo porque ahora está una figura convocante de la dimensión de Messi, sino que ya desde el jueves los organizadores decidieron reforzar las medidas de seguridad de los planteles luego del trágico ataque que se produjo el miércoles pasado en las cercanías del entrenamiento de la selección brasileña en Los Angeles. De hecho, ayer fue normal ver llegar al micro que trasladó a la delegación albiceleste escoltado por patrulleros y autos de la policía de civil.
Hasta en eso San José ya no es la misma desde que el rosarino puso su maravillosa pierna zurda en esta ciudad que sube y baja con sus barrios residenciales, muchos de los cuales exhiben el estilo de las sucesivas olas inmigratorias.
También sus habitantes acusaron el impacto de tener como huésped ilustre al mejor jugador del mundo. Mientras el taxista decía casi mecánicamente con su inglés bien cerrado que "Messi es my favourite player", un grupo de chicos buscaba de todas las maneras posibles poner el ojo en alguna hendija del portón para espiar los movimientos de Leo.
Ya en el lugar, poco pudo verse de Messi que ya no se sepa. Fue su primera práctica en Estados Unidos luego de su estadía aérea por los viajes que hizo en esta semana. El lunes a la 1 de la madrugada (en realidad ya martes) se subió a un avión chárter desde el aeropuerto de Fisherton, partida que fue cubierta en exclusiva por Ovación, y ayer cerca de las 6 de la mañana (hora local) aterrizó en la aeroestación de San José para sumarse al plantel que lo aguardaba con la ansiedad de quien espera a su salvador. En el medio, el vuelo a Barcelona y mil cosas más de una agenda que sólo pueden cumplir los elegidos.
Ya en la cancha, Messi trotó, jugó con la pelota como le gusta siempre hacerlo y se lo vio bastante mejor del traumatismo en la parrilla costal que sufrió en el amistoso contra Honduras en San Juan.
El primer día de Leo en Estados Unidos no pasó desapercibido. Como siempre lo hace en cada lugar adonde va. Deja su huella hasta cuando no está en la cancha. Por lo pronto, desde ayer, cada habitante de San José ya no mira de reojo a la Copa América que su propio país organiza. Le entró por las venas ese entusiasmo que habitualmente toma de rehén a cada ciudad en la que Messi dice presente.