La verdad fue un regocijo para los ojos. Porque no hay postal más perfecta que verlo entrenar a Lionel Messi en uno de los campos de deportes de la Universidad de Harvard. Es que nadie más preparado que el rosarino para prestigiar con su presencia al centro de enseñanza educativo más afamado y antiguo que tiene Estados Unidos.
Así como no hay otro Messi en el planeta para llevar la pelota pegada al botín izquierdo, la universidad de Harvard también es única. Visitarla, aunque sea por un par de horas, fue realmente una experiencia inolvidable. Es muy difícil para aquel que viene por primera vez no quedar atrapado por esa atmósfera cultural que se respira en el ambiente. Además, cómo no percibirla si se calcula que en el establecimiento estudian más de 6.000 jóvenes cursando el pregrado y cerca de 14.000 que están desarrollando algún posgrado. Cualquiera que levanta la vista observa a esa gran ciudad universitaria ubicada en Cambridge, en el estado de Massachusetts, a sólo 5 kilómetros del centro de Boston.
La selección argentina ayer cumplió con la rutina de entrenamientos en el campus aledaño a la universidad. Un lugar apacible, de marcada reflexión para sus habitantes, pero que tiene esa energía universitaria que se percibe a cada instante. Además, las calles y barrios que la rodean mantienen un estilo y recogimiento que es propio de la Cambridge inglesa, otro verdadero paraíso del refinamiento y la impronta cultural.
También el estilo neocolonial de los edificios que la integran le dan un toque de distinción al paisaje. Por ejemplo, dar un paseo por la Widener Library o el Memorial Church Lamont Library, la sede central de la universidad, es codearse con el mundo de la aristocracia. Las residencias donde viven los profesores y alumnos, pintados con el característico color rojo arcilla, también remiten a las conocidas películas en las que aparece Harvard.
Pero quién mejor que para trasladar esas sensaciones que invadieron al enviado de Ovación que una rosarina que reside en Boston. Débora Martino (es pariente lejana del Tata) hace desde el año pasado que trasladó sus sueños como doctora en física a esta ciudad que abre el manual de la buena educación. Trabaja, según la tarjeta de presentación, en el Institute for green chemistry y ayer estuvo con sus hijos, Ariel y Karen, haciendo el aguante durante la práctica de la selección. Aunque ellos sólo querían saludarlo o tenerlo cerca a Messi. En especial Ariel, quien llevó para la ocasión la camiseta de Newell's de Maxi Rodríguez para que Leo le estampara la firma. Poco pudo hacer para que se le cumpliera el sueño. Es que el grupo se entrenó a puertas cerradas y los tres sólo recibieron el saludo de Leo cuando le gritaron ya asomados por el alambrado que estaba tapado por una lona negra.
"Nosotros vinimos a ver a Messi, pero es muy difícil tener acceso a él. Está muy custodiado. Mis hijos, como verás, son fanáticos de la selección y de Newell's. No sabés cómo extrañamos Rosario, ir al Coloso y también a nuestra gente que se quedó allá. Aunque te digo la verdad, la tranquilidad que tenemos en Boston no se paga con nada. Los chicos ya se adaptaron bastante a la vida de los estadounidenses. No es fácil, pero nos ayuda mucho que en la ciudad hay un grupo de argentinos que siempre nos vemos o nos juntamos. Por ejemplo, con muchos de ellos el sábado vamos a ir a la cancha contra Venezuela para alentar a la selección y por supuesto a Leo", le contó Débora a Ovación, antes de que la seguridad encargada de cuidar a la selección argentina dejara ingresar a los periodistas en los últimos 15 minutos de los trabajos.
Débora también ofició de guía turística para el periodista de este diario. Relató casi con lujo de detalle cómo es la vida de un estudiante en esta universidad que fue fundada en 1636 y que cuenta con una biblioteca con una colección de casi 20 millones de volúmenes y más de 5 millones de archivos digitales, que son la envidia de cualquier institución académica. Además, por sus aulas no sólo pasaron el actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el ex mandatario John F. Kennedy, sino personalidades de la estatura mundial como Bill Gates. También personajes de la humanidad y ganadores de Premios Nobel formaron parte de sus facultades y escuelas.
"Hasta Domingo Cavallo (ex ministro de economía de Argentina) vino a dar clases hace unos años a Harvard", recordó Débora, quien sabe a la perfección cuánto debe desembolsar un alumno para pagar la matrícula anual. Nada menos que la friolera suma de 40.000 dólares sólo como cuota de ingreso y después cada posgrado que cursa debe abonarlo aparte.
En el centro de uno de los predios en donde entrenó Argentina se encuentra la gran estatua dedicada a John Harvard, quien le dio el nombre a la universidad. A quien se lo ve sentado sobre un pedestal bajo una gran bandera de Estados Unidos. Cuenta Débora que la costumbre es, estirando la mano hacia arriba, tocarle el pie izquierdo para contagiarse de sabiduría.
"˝Dicen que hay que hacer eso. Por eso nosotros apenas llegamos a Boston y conocimos el predio (tiene más de 150 hectáreas) lo hicimos. No sé si sabemos más que antes, pero al menos a mí me va bien en el trabajo que me trajo hasta Boston", explicó la fanática hincha de Newell's, quien siguió toda la campaña del equipo de Martino que se consagró en el 2013, ya que en ese año todavía vivía en Argentina.
Como explicó Débora para estudiar en Harvard hay que reunir un listón de condiciones. Desde tener un promedio por arriba a 9,50 para poder pelear ingresar, más allá de haber pagado los 40 mil verdes de la inscripción, a sacarse un 10 en un test o una entrevista y quedar afuera de la elección. Pero, quizás la más importante, es que la familia que manda su hijo a estudiar a Harvard debe tener un importante poder adquisitivo. Aunque, según afirmó nuestra apuntadora oficial de datos, existe un alto porcentaje de estudiantes que reciben alguna ayuda financiera. De esta manera, las autoridades académicas buscan que las circunstancias económicas no les impidan a los chicos formarse en la institución. Si bien es extremadamente complicado ser seleccionado, no sólo se evalúa la capacidad de estudio del alumno, sino que también se tiene en cuenta las actitudes y los valores que muestren para formar parte de la población universitaria. Por eso, muchas veces las becas que se otorgan hasta pueden cubrir la totalidad de la cuota de ingreso.
"En Harvard hay muchos alumnos becados que vienen de las universidades públicas de Boston, que tienen un gran nivel académico. Entonces la mayoría entra a capacitarse con carreras de derecho, física o ingeniería. También hay un profesor argentino que se llama Juan Martín Maldacena, que es un físico teórico muy conocido, y hace más de 10 años que trabaja en la universidad", siguió Débora, demostrando que es todo posta lo que cuenta.
Ya adentro, Ovación mantuvo una escueta charla con una de las personas que trabaja en la universidad y se interiorizó un poco más de cómo es la vida de los alumnos. En ese sentido, hay que decir que la mayoría de los estudiantes lleva cuatro cursos cada semestre, con un promedio de tres horas semanales por cada uno. También cumplen algunas horas extras para los trabajos de laboratorio o secciones de charlas sobre algún tema de la actualidad o puntual. Por ejemplo, hace desde el sábado que lo que robó la escena en el debate fue la masacre que ocurrió en Orlando.
Al contrario de lo que muchos piensan que los chicos se la pasan todo el día en las aulas, en realidad cumplen sólo 16 horas de clase en la semana, dejando algunas mañanas y tardes libres, así como los fines de semanas para realizar otras actividades.
Los programas académicos incluyen también lecturas, reuniones en grupos de trabajo, además de tiempo para aprender idiomas o monitorear algún tema en particular en la biblioteca de investigación. A su vez, los estudiantes están obligados a realizar ejercicios físicos, prácticas con los equipos deportivos, ensayos para presentaciones musicales o dramáticas, charlas o seminarios públicos. Muchos también cumplen trabajos voluntarios en albergues para personas que andan deambulando por las calles, además de ver películas, chequear mails, usar Skype o Facebook y todas las herramientas tecnológicas que hoy están a disposición.
Muchos de ellos ayer miraron el entrenamiento de la selección y, obviamente, se rindieron a los pies de Messi cada vez que lo veían hacer alguna jugada o tirar un remate en los movimientos con pelota. Fue en ese tiempo de recreación entre clase y clase que les permite la universidad. A ninguno de los estudiantes se los observó desaforados ni uniéndose al griterío de la gente que sí esperaba afuera del predio por alguna foto o autógrafo de Messi. Los chicos mantuvieron siempre la compostura y sólo se dedicaron a contemplar esa postal perfecta que fue ver a Messi doctorándose de ídolo nada menos que en la Universidad de Harvard. w