En los tiempos argentinos que corren, cualquier artículo periodístico probatorio que respalde una determinada posición ideológica sería recibido con beneplácito por los partidarios porque constituiría un nutriente para esa corriente de opinión. Y de manera directamente proporcional sería descalificada por una postura antagónica. Mucha más significación tendría el escrito si con su comprobación le diera mayor sustento a una creencia popular, de esas que en el fútbol conviven en cantidad. Sin dudas que la trascendencia sería mayúscula, porque no hay nada mejor para los convencidos que tener razón, aunque la razón ya no sea un valor intrínseco para las convicciones, porque varias de ellas perduran radicadas en las mentiras. Como bien podría ser este caso a desarrollar, donde para muchos Lionel Messi es el presidente del club de amigos en la selección argentina. Pero calificados testimonios reflejan todo lo contrario.
Con puntuales preguntas durante las entrevistas, eventuales interrogantes en conferencias, como así consultas en charlas informales, los últimos tres entrenadores de la selección argentina, entre otros, coincidieron en negar enfáticamente que el capitán haya incidido en la conformación del plantel albiceleste.
Alejandro Sabella, Gerardo Martino y Edgardo Bauza exhibieron una cerrada negativa cuando la curiosidad periodística buscaba una señal positiva para consolidar esa creencia popular de que Messi y Mascherano eran los líderes de esa cofradía en donde se digita todo, tanto la composición del seleccionado como hasta los nombres de los propios entrenadores.
Cada uno de los DT a su turno y de manera sistemática blindaron a los jugadores para que ninguna sospecha periodística encuentre un anclaje que le permita ratificar la idea de que los futbolistas hacen y deshacen.
El "no, nada que ver", o "jamás" o "una burda mentira" fueron las frases que actuaron como dique de contención por parte de Pachorra, el Tata y el Patón sobre el supuesto poder de decisión que se le atribuye al crack rosarino fuera del campo de juego, a quien siempre se lo viste con la casaca de la conspiración.
Por ende el mito popular formateado desde la técnica del rumor y alimentado desde algunos del círculo próximo del seleccionado, hasta ahora no encontró una prueba fehaciente. Es más, todo lo contrario.
Lo que sí es cierto es que Messi sabe de esa creencia popular que lo ubica como el dueño de las decisiones, pero también sabe que existieron acciones individuales por parte de dirigentes, de los de antes y de los de ahora, que lo ubicaron injusta y políticamente en ese lugar para justificar decisiones. Es por ello que cada vez toma más distancia de ellos, a tal punto que condiciona los encuentros para evitar que lo usen como gestor de cualquier modificación.
También es verdad que en varias ocasiones los contactos entre ciertos directivos y algunos del entorno de los jugadores fueron usados en nombre de los futbolistas, aunque en esos contactos sí existieron imprudencias familiares que terminaron abonando la idea conspirativa, cosechada por "los militantes de la posta" quienes con relatos incomprobables le ponían luces a las falaces marquesinas.
Es cierto que Messi no es locuaz en el ámbito laboral y que sus gestos representan pensamientos, pero últimamente el capitán de la selección se mostró más determinante en la comunicación de sus decisiones. Y esto respondería a la necesidad de que su pensamiento no tenga intérpretes ni representantes.
Tanto Sabella como Martino y Bauza han destacado también entre las tantas virtudes de Messi a su plena predisposición y entrega a la selección, como así su inquebrantable deseo de poder conquistar un título con esa camiseta.
Claro que entre los cuestionamientos al juego desarrollado en forma individual la falta de actitud aparente fue la más remarcada, la que se emparenta con el ejercicio de un liderazgo, en donde la dupla Messi-Mascherano exhibe un estilo muy diferente al que acuñaron alguna vez Maradona o el Cholo Simeone.
No obstante, a esta dupla forjada en Barcelona, y que por su permanencia en el seleccionado se erigió en un punto de referencia y consulta, los entrenadores basados en sus experiencias compartidas no le atribuyen un poder tan determinante como lo asevera un sector de la sociedad.
La radiografía establecida de esta selección nacional en los últimos años y con el vaivén de los entrenadores refleja que ni siquiera hay un plantel heterogéneo en su vida interior, razón por la cual los técnicos utilizaron diversas formas para incentivar un tiempo compartido como grupo.
Y es hasta lógico que los técnicos mencionados también admitan lo complicado que resulta dirigir a un grupo de futbolistas de élite, pero esa complicación no está en la supuesta conspiración de los jugadores sino en la búsqueda de ensamblar un equipo para que puedan alcanzar el mejor rendimiento.
Por suerte Messi sigue jugando su juego, el que más sabe y el que mejor entiende, ese que desarrolla dentro de la cancha. Y aunque muchos quieran verlo como un conspirador, lo cierto es que hasta ahora es Messi la víctima de una conspiración que no tiene sustento. Ni pruebas. Sólo conjeturas.
El apoyo explícito de los técnicos
Sabella señaló que "Messi era uno de los más dolidos tras perder la final" del Mundial. Martino afirmó que "Yo no veo dos Messi diferentes en Barcelona y en la selección. Es exactamente el mismo: vive y se relaciona como un tipo común. Lo que pasa es que hay que entender que es muy difícil andar por la vida siendo Messi". Y Bauza enfatizó que "lamento que se ponga en duda a Messi. Es increíble que en el único país que se lo critica sea el nuestro"