Messi es un fenómeno. Es un extraterrestre con la pelota. Es un futbolista extraordinario, genial, magnífico y fuera de serie. Todos adjetivos que reafirmó con abrumadora suficiencia anoche en San Juan. Porque jugó como lo que es: el mejor jugador del mundo. Y lo más valioso es que, por si algún trasnochado lo dudaba, ayer dio otra muestra de compromiso con la causa de la selección argentina. Con su causa personal, que es defender a la camiseta que ama jugando fútbol, con gambetas, tacos, pases y un golazo sensacional. Sin margen de dudas, la Pulga rosarina le salvó el pellejo al técnico Edgardo Bauza, quien estaba en la cuerda floja. Tuvo una actuación memorable, de ensueño y, por sobre todas las cosas, avisó que se muere de ganas por ir al Mundial de Rusia.