El destino vuelve a poner a Gerardo Martino y Juan Pizzi en una situación que tiene analogías con lo que vivieron el 24 de marzo pasado, cuando se enfrentaron por las eliminatorias sudamericanas en Santiago y la moneda del resultado cayó para el lado del Tata. En aquella oportunidad, Argentina venció 2-1 a Chile y podría decirse en términos bien rosarinos que Newell's se quedó con el primer chico frente a Central. Mañana, la segunda vuelta entre Juan y el Tata se dará en una geografía muy lejana a Rosario. El imponente Levi's Stadium de Santa Clara (California) será el escenario que los pondrá de nuevo frente a frente. Para que se batan a duelo en el debut de esta Copa América Centenario que reúne a una constelación de estrellas futbolísticas, con la figura de Lionel Messi mirando a todas desde arriba. Un verdadero lujo y un privilegio que se permite la Conmebol, después de tantas renuncias y denuncias por corrupción, para festejar los 100 años de vida.
Antes de seguir contextualizando la previa del choque entre Argentina y Chile en las figuras de Martino y Pizzi, se impone una aclaración por si alguno aún vive en el limbo y no lo sabe. Martino es para Newell's lo que Pizzi es para Central. Con más o menos matices, se trata de dos ídolos que gozan del agradecimiento de los hinchas leprosos y canallas.
Realmente no viene al caso desvirtuar un nuevo enfrentamiento entre ellos hundiendo el bisturí para decir que Martino saca ventaja en el termómetro del hincha porque fue campeón como jugador y técnico de Newell's. Pizzi no tuvo esa suerte en Central. Si bien se cansó de gritar goles con la camiseta canalla, no pudo cerrar el círculo de la idolatría cuando fue técnico del equipo en la temporada 2011-2012 y se quedó en las puertas de lograr el ascenso a la primera división.
Ya tiradas sobre la mesa ambas cartas de presentación de dos técnicos a los que los une el cordón umbilical de Rosario, bien vale adentrarse en la partida futbolística de mañana por el grupo D de la Copa América 2016. Lo inmediato que hay que decir es que Martino y Pizzi comparten plenamente los ítems que retractan a un buen entrenador de fútbol. Son aplicados, coherentes y consecuentes con lo que dicen y piensan. Dicho como en la mesa de café del bar El Cairo: ninguno de los dos vende espejitos de colores a la gente con promesas utópicas. Eso sí, siempre admitieron tener una exagerada atracción por la victoria, pero no a costa de cualquier precio. Por eso desde que dirigen a Argentina y Chile desdeñan la especulación y valoran que sus proyectos futbolísticos se recuesten en el protagonismo.
Quizás en este punto Martino sea más intervencionista que su colega. Aparece como un técnico más resuelto a imponer su sello de autor. También cuenta con la ayuda considerable del tiempo.
Mientras el Tata está cerca de cumplir dos años como el reemplazante de Alejandro Sabella, Pizzi recién hace un semestre que tomó la posta que le dejó Jorge Sampaoli.
De ahí que Argentina juega por largos momentos como el Tata quiere. No en vano Martino es de los técnicos que suelen caer en la tentación de morir con las botas puestas. Igual, el mal arranque que tuvo en las eliminatorias con la derrota de local ante Ecuador y los empates contra Paraguay y Brasil también lo empujaron a ir eligiendo el calzado de acuerdo con el terreno en el que pisaba.
En cambio, Pizzi recién está transitando un proceso de adaptación a un equipo que funcionó a imagen y semejanza de Sampaoli. Porque si hubo una selección que en los últimos tiempos se sabía de qué manera ganaba los partidos era Chile, de la mano del Zurdo. Entonces, por el momento, lo de Pizzi debe explicarse casi exclusivamente desde la herencia que le dejó Sampaoli. Tomó una selección que terminaba de salir campeón de América, el logro más trascendente de su historia, justamente contra Argentina en la Copa América 2015. Asumió un compromiso en el momento más traicionero. Porque, como mínimo, tendrá que hacer que la historia de Chile sea más grandiosa todavía. Encima con un grupo de jugadores que parece no haber renovado las ganas de seguir escribiendo capítulos con el trazo más glorioso de lo conseguido.
En ese sentido, lo bueno es que tanto Martino y Pizzi pertenecen a la camada de técnicos que confían a ciegas en la transmisión de los conceptos desde una mística cocinada puertas adentro. No son dos gotas de agua a la hora de bajar el mensaje, pero no necesitan que nadie les explique que la convicción y la firmeza del discurso pueden hacer milagros sobre la determinación.
Rosario los crío y la inmensidad de Estados Unidos los vuelve a juntar. Para para que estén otra vez espalda contra espalda. Martino versus Pizzi. El Tata ante el Pizzigol. Newell's contra Central. Les cabe cualquier presentación y sin importar el orden ya que nada alterará el producto.
Martino buscará ganarle a su colega porque sabe que un triunfo en el estreno es el trampolín ideal para lanzarse a la caza del grupo. Pizzi intentará lo mismo. Aunque torcerle la muñeca al Tata tendrá un valor agregado para él. Es que una victoria de arranque hará que la selección de Chile ya empiece a responder a los latidos de sus preceptos futbolísticos y no tanto a los resabios que todavía quedan del ciclo de Sampaoli.