Pedro Ibáñez tiene 7 años y Brian Gaitán, 8. Son dos de los 65 jugadores de entre 4 y 12 años de la Agrupación Infantil Atlético La Madrid (Aialm). Ni ellos ni sus compañeros imaginan que las empresas de relojes les pagan miles de dólares a los tenistas mejor ranqueados del ATP para que luzcan sus modelos, tampoco sospechan que las grandes marcas deportivas juegan carrera para que las estrellas del fútbol usen sus botines.
Todo eso para ellos es parte de otra película, de otro mundo. En el de ellos, las camisetas tienen tres años, están gastadas y no tienen dinero para renovarlas.
Entonces los padres de los chicos −que hacen las veces de directivos de la agrupación, de técnicos, preparadores de sándwiches, marcadores de canchas, organizadores de rifas, aguateros y choferes del plantel− les comunican a quienes quieran escuchar que necesitan sponsors sólo para las nuevas camisetas negriblancas. Los relojes y botines pueden esperar.
Ovación presenció este último jueves la segunda práctica semanal de La Madrid, tal como se conoce al equipo que desde hace tres años participa en la Asociación Rosarina Deportiva y Turismo Iinfantil (Ardyti). ¿La cancha? Un predio prestado, en la zona sur, en la esquina de Lamadrid y Vera Mujica.
Se trata de un descampado, con cuatro arcos, sin luces, pero con verde y unos troncos en los laterales, donde padres y hermanos hacen el aguante durante la práctica. Nada más. Un escenario que no es único en la ciudad, por sus características y sus dificultades.
"Si hace mucho frío se complica y cuando baja el sol ya no se puede entrenar. Tampoco tenemos baños y al agua la traigo yo en un bidón", aclaró Mayra Gottardi, madre y tesorera de la entidad, quien deja su número de teléfono móvil para quien quiera ayudar (0341-152-643778).
Martes y jueves a las 18.30 son las prácticas y a ellas llegan chicos desde los barrios Alvear, 23 de Febrero, Acíndar y hasta de la localidad de Villa Gobernador Gálvez.
La agrupación cuenta con diez pelotas en las que se lee "La Madrid", escrito con marcador, y unos pocos conos.
Hay siete categorías. Diego Froidevaux, el presidente, es cerrajero, llega casi a las corridas para entrenar a las categorías 2005 y 2006; Sergio Carabajal, el vicepresidente, es pintor y eso está reflejado en la gorra toda salpicada de blanco: viste campera con un La Madrid en la espalda y está a cargo de los 2009. Miguel Núñez, secretario, es mecánico y no es broma ni estrategia de marketing. Tiene las manos negras por su trabajo, las muestra y pide disculpas, antes de aclarar que se encarga de la categoría 2010. Y César Córdoba es camionero y entrenador de los que nacieron en 2011. Todos son padres de jugadores y explican los "malabares" que hacen para que sus hijos continúen jugando.
Pagan 1.200 pesos el alquiler de la cancha de un club cercano, por una jornada del fin de semana para jugar siete partidos (lo juntan con entradas que paga el público: ellos mismos y sus familias). Abonan 1.200 pesos más por arbitraje. Mil pesos semanales a la liga y 2.800 mensuales por cobertura médica.
"O sea, para indumentaria y trofeos no nos alcanza", dijo el presidente, por si hiciera falta aclararlo.