"Una de las virtudes de los entrenadores es la flexibilidad. Es decir no enamorarse de sus propias ideas, pero a su vez uno tiene que enamorarse para convencer porque si no cree a muerte en sus ideas... Entonces hay una mezcla de humildad para no ser soberbio y no cambiar de idea y una necesidad de convicción para defender las ideas que eligió. Yo no cedo mis ideas. Y no lo digo como una virtud sino como un defecto... He sacrificado cosas por no conceder a mi forma de interpretar mi oficio".
Marcelo Bielsa participa del congreso de entrenadores que organizó la Confederación Brasileña junto a Tité (DT del scratch) y el italiano Fabio Capello, ex entrenador de Milan, Juventus, Real Madrid y la selección de Inglaterra entre otros.
"Yo no cedo mis ideas. Y no lo digo como una virtud sino como un defecto. He sacrificado cosas por no conceder a mi forma de interpretar mi oficio".
Como si estuviera en una sesión de terapia, Marcelo explicó que su "defecto" es morir con la suya. Y esa reflexión dispara inmediatamente una de las grandes discusiones del fútbol.
¿El entrenador debe aferrarse aunque vengan degollando a su estilo o está obligado a implementar el sistema que más le convenga al equipo de acuerdo con la capacidad de sus jugadores?
La respuesta parece cantada. El fútbol se alimenta con los resultados. Un estilo nace, se desarrolla, crece y muere al ritmo de los éxitos deportivos. Y asoma casi como una obligación del director técnico encaminar el formato de acuerdo con las conveniencias.
No se trata de ser siempre ofensivo o vivir parapetado en área propia, sino de desarrollar el juego que al equipo más le convenga.
Aunque suene demasiado pragmático y carente absolutamente del romanticismo que muchos entrenadores promocionan, entre los extremos de un mismo juego una institución se desvanece o se fortalece por sus resultados. Por eso existen el Newell's de Bielsa y el Central de Zof. El Huracán de Menotti y el Estudiantes de Bilardo. El Boca de Lorenzo y el River de Labruna. El Racing de José y el Independiente del Pato Pastoriza. Nadie se acuerda del Newell's de Cagna o el Central de Alfaro.
Pero Bielsa hace un apunte en su alocución que se debe atender y que suena tan lógico como los resultados."Una de las virtudes de los entrenadores es la flexibilidad. Es decir no enamorarse de sus propias ideas, pero a su vez uno tiene que enamorarse para convencer porque si no cree a muerte en sus ideas... Entonces hay una mezcla de humildad para no ser soberbio y no cambiar de idea y una necesidad de convicción para defender las ideas que eligió".
Brillante. Por la sinceridad y por la claridad con la que el propietario del nombre del Coloso muestra su filosofía y la expone públicamente sin vueltas y sin miedo a la arremetida resultadista.
"Uno tiene que enamorarse de sus ideas para convencer".
En esa frase está el punto. Para transmitir una idea es imprescindible estar convencido de que es la mejor y, de tanto convencerse, muchos entrenadores se fanatizan con un estilo que no negocian aunque vaya en contra de sus intereses.
Bielsa lo reconoce de alguna manera en lo que se parece mucho más a una charla con el psicólogo que a una disertación.
"Yo soy un entrenador que en líneas generales no ha tenido éxito. Eso lo demuestra mi currículum... No hay nada que uno pueda priorizar en la forma de ejercer su oficio que indique que ganar es indispensable. Yo vivo como un fracaso no haber ganado. Yo gané muy poco. No pude ganar. Uno se va quedando sin argumentos si no gana. Y eso es cierto: los entrenadores, para justificar nuestra realidad, vamos atribuyendo al perfil positivo de nuestra labor. La vamos jerarquizando. Pero lo importante es certificar con éxitos deportivos la gestión de un equipo de fútbol".
Puede sonar contradictorio, pero no lo es. En todo caso, se debe volver a la dicotomía del principio sin ser tajante. Bielsa reconoce claramente cuáles son las prioridades del fútbol negocio, pero no quiere subirse a ese colectivo. Prefiere abordar el duro camino de la defensa de una idea o ideología que desatiende los cánones aún a riesgo de atentar contra sí mismo. Se toma o se deja.
Alguna vez quien esto escribe le planteó a Martino que si su Newell's hubiera desatendido por un minuto sus costumbres y prioridades, su filosofía, en la semifinal de la Libertadores frente a Atlético Mineiro en 2013, hoy la historia podría ser diferente. Si algo necesitaba aquel equipo leproso que había ganado 2 a 0 en la ida era mantener en cero su arco por un rato largo para que la desesperación fuera otro obstáculo para los brasileños. Por sus convicciones, el equipo hizo todo lo contrario. Por no tirar la pelota afuera y salir jugando recibió un gol a los 2 minutos. El final de esa historia ya se conoce.
Martino explicó que el plantel estaba tan consustanciado con la idea que era imposible que no tomara riesgos y puso en foco el talón de Aquiles de los discursos que no aceptan plan B. El Tata no pudo imaginar por entonces cómo podría haber sido una charla técnica en la que les pidiera a sus futbolistas casi todo lo contrario de lo que les había inculcado durante todo el ciclo.
Es atendible y entendible, pero ese era el partido más importante de la era Martino y esa Copa Libertadores podría haber cambiado la historia de Newell's.
Triunfos, derrotas, proyectos, línea de tres y verticalismo obsesivo, doble línea de cuatro, pausa, vértigo, filosofías, estrategias, estilos y resultados... Fútbol.