Sábado 12 de julio de 2014, a un día de la final del mundo. Mediodía en Río de Janeiro, mucho calor a pesar del invierno, más humedad. Las banderas celestes y blancas abarrotan la avenida Lucio Costa, también llamada Sernambetiba, el nombre anterior, en la costanera de Barra de Tijuca. Llega la selección argentina al hotel Radisson para gastar las pocas horas que la separan del partido decisivo ante Alemania. El público grita, apoya, se enfervoriza, se emociona, llora. Del ómnibus no se baja ni una sola ventana, apenas se corren tímidamente un par de cortinas. "No somos un equipo, somos un país". es la inscripción del ómnibus. Es la leyenda que acompañó a Argentina durante todo el Mundial. Un par de horas después llega un Falcon destartalado que salió de Haedo, partido de Morón, apenas consumado el triunfo sobre Holanda por penales en semifinales tras la ejecución de Maxi. Los jugadores de la selección ya no están, nunca estuvieron, jamás aparecieron. La bellísima costanera sur de Río siguió atiborrada de argentinos que sólo esperaban una señal que jamás llegó.
En tiempos en que la relación entre la selección de fútbol y su público no es la mejor, se agotaron las entradas para ver esta noche en el Monumental a Argentina frente a Venezuela. La relación se distancia claramente cada vez más en lugar de acortarse pero, ¿cuál es el motivo por el cual la cancha de River estará repleta? ¿A quién o quiénes va a ver la gente? ¿Para qué van? ¿Por qué van?
Fundamentalmente porque dentro del campo de juego estará Messi, exonerado de toda culpa verdadera o inventada desde siempre. A diferencia de Maradona, muy fustigado, por ejemplo, antes del Mundial 86, a Leo nadie lo señaló jamás más allá de algunas consideraciones periodísticas tratando de mostrar todo lo contrario. Como dijo Jorge Sampaoli en la conferencia de prensa de ayer: "Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad", frase cuya autoría se le adjudica al alemán Joseph Goebbels, jefe de campaña de Adolf Hitler. Hasta el propio capitán alguna vez se creyó ese run rún y amenazó con retirarse de la selección. También se supone que la gente concurrirá masivamente porque juega Dybala, megaestrella del fútbol europeo que con la camiseta albiceleste es el que más ilusiones genera detrás de Leo. Además porque el ciclo Sampaoli se exhibe por primera vez en casa.
¿Algo más? Quizás para un país ultrafutbolero sea importante tratar de conocer detalles del plantel. Bondades y defectos de un equipo en formación que por ahora sólo amenaza con ser hiperofensivo y protagonista. Es lógico que por ahora sean sólo buenas intenciones, el cuerpo técnico lleva un puñado de entrenamientos con ellos.
De regreso a la concurrencia masiva prevista para esta noche a pesar de la gélida y casi indiferente relación de los futbolistas con los hinchas: por iniciativa de la AFA, el equipo argentino ingresará a la cancha con familiares directos. Un golpe de efecto marquetinero que tiene por objeto, obviamente, acercar a los futbolistas a la gente. Llamativo, discutible y polémico.
Es que justamente la gente ya ni tiene la chance de semblantear a sus cracks porque se escabullen de la prensa, una estrategia que atrasa unos 30 años y que no tiene ningún efecto. Eso sí, se ridiculizan solos cuchicheando con los periodistas amigos en la zona mixta y después se calzan la máscara de verdugos para no hablar delante de los micrófonos.
"Les comunicamos que no hablaremos más con la prensa, porque en los últimos días recibimos muchas acusaciones y mucha falta de respeto hacia nuestras personas", encabezó Messi tras la victoria holgada sobre Colombia 3 a 0 en San Juan y pocas horas después de que un par de impresentables sin escrúpulos sometieran al escarnio a Ezequiel Lavezzi.
Fue el 15 de noviembre del año pasado, hace casi 10 meses. Todo sigue igual. Lejos de la prensa, lo que sería insignificante; lejos de la gente, lo que es, cuanto menos, injusto.
¿El origen de la medida tiene que ver con los periodistas o con el público en general? Por aquellos días las críticas de los hinchas se focalizaban, descarnadamente, pero con una amplia porción de razón, en Higuaín y algunos pocos más. Pipita era el preferido.
"Sabemos que muchos de ustedes (por los periodistas) no tienen la culpa, pero todo se puede soportar menos que se metan con la vida personal. Por eso, preferimos hablar antes de emitir un comunicado, pero no vamos a hablar más con la prensa". Messi nunca aclaró si la medida era temporaria o definitiva. Por ahora parece definitiva.
Y para ellos es un alivio. Argentina no tiene un buen pasar, está quinta entre diez y por ahora tiene que jugar un repechaje. Un papelón de proporciones para un equipo de estrellas... Al menos en sus clubes.
"Hay cosas que no se pueden soportar. La acusación al Pocho (por Ezequiel Lavezzi) es muy grave y si no salimos a decir nada la gente se piensa que es verdad", dijo Leo tan incómodo como precario para cumplir una función que no tiene ningún vínculo con su personalidad.
Se recuerda que Lavezzi fue acusado por el periodista de Radio Mitre Gabriel Anello de "fumar porros" en la concentración. El actual delantero del Hebei Fortune de China inició acciones contra Anello para que ratifique o rectifique la denuncia. Jamás se supo qué pasó o no se hizo público en todo caso.
"Estamos acá para dar la cara, disculpen la desprolijidad pero teníamos la necesidad de comunicar esta decisión de no dar más notas con el periodismo", susurró Leo.
Tras la incomodidad del momento, el capitán y sus compañeros se retiraron de la zona mixta para nunca más hablar en público.
La falta de interés de la mayoría de los futbolistas que se ponen la camiseta de la selección hacia el público futbolero argentino se profundizó, o se hizo más visible, cuando el plantel decidió cerrar la boca ante los medios.
Ahora, la AFA, plagada de dirigentes muy futboleros y algunos exitosos inventores de golpes de efecto, y en este caso de afecto, pensaron en los familiares de los jugadores para que la relación con el público no sea tan distante. Un acercamiento que esta generación fue incapaz de promover ni siquiera en el momento de mayor efervescencia y consenso popular.