"Los carcamanes de la Fifa están detrás de un escritorio y en la puta vida jugaron al fútbol. Ellos ven una mano y quieren que se cobre, lo demás no les interesa porque no tienen ni idea de qué se trata el juego".
"Los carcamanes de la Fifa están detrás de un escritorio y en la puta vida jugaron al fútbol. Ellos ven una mano y quieren que se cobre, lo demás no les interesa porque no tienen ni idea de qué se trata el juego".
La declaración de un protagonista que pidió reserva por obvias razones, entre ellas porque necesita seguir trabajando, fue publicada por Ovación cuando se analizó la nueva resolución o sugerencia de la Fifa sobre las manos en el área. En realidad, ese es un apéndice de una discusión que parece perdida para los tradicionalistas de un deporte que con muy pocas variantes en su reglamento a lo largo de la historia se transformó en el más popular del mundo.
No obstante, los carcamanes (sólo para mantener el sujeto) parecen resueltos a seguir metiendo el dedo en la llaga y, aunque se supone que no se animarán a tanto, descerrajan versiones y en virtud de la cosecha (adhesiones y críticas) van retocando peligrosamente un deporte que corre el riesgo de ser fagocitado definitivamente por el negocio. Es una costumbre de estos tiempos: una encuesta mediática para tomar decisiones. Tirar la piedra y esconder el brazo hasta que el soberano dé su veredicto. Total, para dar marcha atrás hay tiempo... Un recurso muy familiar.
Si bien el poderío económico ya desvirtuó bastante una de sus características sagradas, la competitividad, aún no logró inmiscuirse del todo en la reglamentación. El problema es que casi todos los cambios que se anuncian sólo suponen una precarización del juego o proyectan otro juego.
El básquet, por ejemplo, se benefició enormemente con los triples que incrementaron los guarismos. También cuando la posesión bajó de 30 a 24 segundos para dinamizarlo y achicar las especulaciones.
El voley convive con una evolución permanente y dio un giro de calidad impresionante cuando dejó el sistema de puntuación de cambio de saque por el actual de rally point. Es más, ya se analiza jugar los partidos al mejor de 7 sets pero a 15 puntos y no a 25 como ahora, lo que supone un juego mucho más emotivo y cambiante.
El tenis se jerarquizó con el tie break y ganó en calidad con el ojo de halcón. Para un deporte de precisión es imprescindible.
El rugby convive con las modificaciones. Y siempre mejora.
Algunos cráneos quieren que el fútbol cambie a dos tiempos netos de 30 minutos lo que, suponen, aceleraría el juego y sería una buena vacuna contra la especulación. El problema es que la especulación forma parte del juego.
Es más o menos lo mismo que si se implementara el por ahora patético video ref para todas las instancias del juego.
Las inexactitudes, las imperfecciones, son parte importante del espíritu del fútbol. Espíritu contra el que ya atentan desde hace unos cuantos años los poderes económicos. Hoy es absolutamente corriente que los clubes muten a sociedades anónimas y lo que antes era auténticamente español, italiano, inglés o francés ahora sea chino, árabe o ruso. Antes había presidentes, ahora hay dueños, la mayoría magnates. Entonces desaparece la competitividad y los partidos de los campeonatos locales, salvo un puñado de ellos, dejan de ser competitivos para transformarse en exhibiciones en las que el poderoso somete a su rival hasta la humillación.
Esa fue la primera y más lacerante avanzada sobre el espíritu del fútbol que por suerte aún conserva parte de su genética por estos lados. Sí, es cierto, la superliga pone en serio riesgo esa característica en extinción.
A propósito del ADN del deporte más popular, la trampa, el engaño, o la simulación, son recursos que el fútbol posee desde su nacimiento.
¿Qué le pasaría al truco si se prohibiera mentir? Desaparecería rápidamente porque no lo jugaría nadie.
¿Qué le pasaría al fútbol si ante cada situación del juego se convocara al video ref? Sería una plomada insoportable.
La discusión no es menor porque cada día se ensayan pruebas de aceptación masiva a través de versiones periodísticas que por ahora no se confirman pero, lo más preocupante, tampoco se descartan de cuajo.
El proyecto de la Ifab (International Football Association Board), llamado de manera pomposa "Jugar honestamente", propone algunos cambios que a priori suponen una desnaturalización del juego en pos de una igualdad de condiciones que hace años ya no existe. Si verdaderamente pensaran en un fútbol más honesto deberían empezar por corregir las desigualdades que hoy azotan a las principales ligas de Europa. Pero ese no es el negocio. Por lo que, bien escrito, lo que se busca optimizar es el negocio y no el juego.
Los cambios principales que se someterán a votación en la asamblea general de marzo próximo son las siguientes:
Dos tiempos netos de 30 minutos como en el hockey sobre césped.
Se cobraría gol cuando un jugador ponga la mano voluntariamente para evitarlo.
En un tiro de esquina o un tiro libre el jugador podría salir jugando sin necesidad de tocarla primero a un compañero.
Los tiros libres se podrían ejecutar con la pelota en movimiento.
El final de cada tiempo recién se concretará cuando la pelota salga de la cancha. Igual que en el rugby.
Si el arquero toma la pelota con las manos en un pase atrás que no sea dado ni con la cabeza ni con el pecho, se cobraría penal.
David Elleray es el director técnico de la Ifab y sostiene sin ponerse colorado que "se puede decir que se trata de una revolución silenciosa destinada a convertir el fútbol en algo aún mejor".
¿Mejor comparado con qué? Parece una buena pregunta para hacerle a Elleray que lejos de detenerse, va bastante más allá: "En primer lugar se trata de verificar las reglas de juego y preguntarse para qué sirven cada una de ellas. Cada vez que la respuesta no sea satisfactoria intentaremos proceder a las modificaciones oportunas".