Si la propuesta, a la hora de hablar de balances del año, se llama tenis, el platillo del positivo toca fondo enseguida, por decantación. Se hunde solo, por propio peso. Y ese peso tal vez tenga el que equivale a una Ensaladera de Plata. Es que, al fin, después de tanto desearla llegó la Copa Davis a la vitrina del tenis argentino. Lo que hicieron Juan Martín Del Potro, como estrella del equipo, y Daniel Orsanic, el capitán, junto al resto del grupo, fue grandioso, ganando una final increíble en Zagreb, frente al local Croacia (3-2). El éxito, con la obtención de la bendita Ensaladera arrasa con todo, deja al resto chiquitito como una hormiga al lado de un elefante. Aunque así no lo sea. Por eso vale la pena subrayar uno cuantos puntos más, ponerles énfasis, como el año que tuvieron los tenistas rosarinos: Nadia Podoroska y Facundo Bagnis. El otro, el tercero en discordia, Renzo Olivo, es parte de la consideración anterior. Porque fue integrante del equipo que se quedó con la Copa. Para Nadia y Facundo queda un denominador común del 2016: “Este fue el mejor año de mi carrera”, dijeron. No a coro. Por separado. Y coincidieron en que todo lo bueno que hicieron debe ser utilizado como plataforma para el 2017.
Desmenuzar algo del muy buen año de los chicos invita a ilusionarse con que puedan seguir dando saltos de calidad. Nadia, a punto de cumplir 20 años, es apuntada como la gran esperanza del tenis femenino desde hace rato largo. En 2016, en su primer año en mayores se metió por ejemplo en su primer Grand Slam (ya había jugado como junior), y encima desde la clasificación, lo que le suma aún más méritos: esa semana en New York, disfrutando del US Open como si fuese un sitio sagrado, dice, es lo mejor que le pasó. Pero no se quedó ahí. El año fue bien variado: se puso el equipo argentino al hombro cuando jugó la Fed Cup, ganó un challenger en Francia y frecuentó aún más los torneos WTA. Le jugó de igual a igual a Top 50 y terminó la temporada como la segunda argentina mejor posicionada en el ránking, a tan sólo un punto de Catalina Pella, quien la precede.
Lo de Facundo Bagnis, a sus 26 años, también fue sobresaliente. Facundo, que nació en Rosario pero vive en Armstrong (y aquí va la aclaración para que nadie se ofenda cuando se habla del “lugar” de Facu), es parte de una camada de jugadores que no explotó de manera temprana, sino todo lo contrario. Personalmente logró dejar de lado situaciones que lo condicionaban en su rendimiento, sumó nuevas formas de trabajo y dio un salto de calidad. Fue el tenista argentino que más challengers ganó este año: seis en singles, lo cual le permitió alcanzar en noviembre el mejor ránking de su vida, trepando hasta el puesto 55º de la ATP. A pesar de todo esto, no tuvo aún la posibilidad de debutar en la Copa Davis, pero los resultados lo ponen en la mira del capitán. Además, haber escalado hasta donde escaló le dará en el 2017 la posibilidad de jugar muchos torneos ATP sin necesidad de buscar clasificación. Básicamente, se codeará con lo mejor. Y los dos, cada uno por su lado, analizaron su año con Ovación.